Chivitos nacen en el norte neuquino: un viaje entre música y tradición

La parición de chivitos en el norte neuquino es un momento mágico, de mucho trabajo para los crianceros. Gachy Cabrera estuvo allí, para ayudar y retratar las mejores postales, de este rincón de Neuquén, que por estos días celebra una fiesta en su nombre.

Fotos: Gachy Cabrera (@cabrera gachy)

En el norte neuquino, ese lugar donde el paisaje impacta y parece desbordar de magia, los días tienen una música especial cuando nacen los chivitos en los campos de invernada. Llegan a ese rincón silencioso y lo llenan de balidos: intensos, algunos desesperados, otros apenas un susurro. Desde septiembre, se vive la época de pariciones que por estos días llega a su fin, y los crianceros comienzan a vivir la trashumancia.

En la gran guardería, los recién nacidos saltaban y jugaban como niños al salir del jardín, mientras sus madres, las chivas, pastoreban vigilantes bajo el sol que comenzaba a calentar después de un crudo invierno. Los chivitos corrían libres, despreocupados, pero los crianceros no tenían ese lujo: detrás de cada parición hay una coreografía de cuidados invisibles, un esfuerzo que el que vive lejos de allí, apenas puede sospechar.

Gachy Cabrera, vive en Chos Malal, la puerta del norte neuquino y lo sabe. Es por eso, que en los meses pasados decidió acercarse a los puestos, para ser testigo de esta belleza, y también para ayudar. Por octubre, estuvo en la zona de Curaco en el campo de invernada de Manuel Méndez, un criancero curtido, de más de 80 años, que sigue al pie del piño, trabajando. Ella llegó para ponerse a disposición de Manuel y su sabiduría. “No teníamos idea de lo que había que hacer pero ellos nos iban diciendo”, confiesa con una sonrisa.

Fotos: Gachy Cabrera (@cabrera gachy)

Durante la jornada, la vida de las chivas se entrelazaba con el riesgo. Las madres podían parir en cualquier momento y lugar, y había que mantenerlos lejos de la mirada hambrienta de los predadores. Así, las hembras eran apartadas con sus crías en pequeños corrales. Después las sacaban a pastar y los chivitos quedaban en los corrales y cuando regresaban por la tarde había que cuidar que cada una se reencuentre con su cría. Manuel, sin titubear, sabía de quién era cada chivito, una habilidad afinada por décadas de cuidado.

«Muchas veces se basan en el color del pelo, pero ellos la tienen re clara, porque para el que mira de afuera son todos iguales. Es una invernada árida, nos tocaron días de viento, por lo que estaban encerrados.», dijo Gachy.

Fotos: Gachy Cabrera (@cabrera gachy)

También recuerda cómo ella y su hermano ayudaron a Manuel a alimentar a los chivitos guachos, aquellos que las madres abandonaban o que necesitaban un extra de leche porque las chivas, agotadas o con poco alimento, no pueden darles lo suficiente. “A veces hay que atar a las chivas para que los chivitos puedan mamar —explica, riendo entre el asombro y la pena—. Son grandes, patean… hay que tener paciencia y fuerza”.

La otra parada de Gachy fue en el campo de Domingo Aravena, que inverna en el pie del cerro Bayo, en la cordillera del Viento. Domingo es más joven, y su forma de trabajar es diferente. Pero la dedicación no cambia, el sacrificio tampoco. “Es lo que no ve la gente cuando paga el precio del chivo —dice Gachy, reflexiva—. No es solo arriarlos”. Cada parición, cada jornada al viento y bajo el sol, tiene su historia.

Se fue octubre y con noviembre ya llegó el tiempo de la transhumancia: los piños comenzaron a moverse, y los nuevos chivitos con sus madres ya marchan rumbo a la veranada. La trashumancia no es sólo un modo de producción, sino que es toda una forma de vida y una cultura que conforman un rico patrimonio de la provincia de Neuquén.

Fotos: Gachy Cabrera (@cabrera gachy)

Consiste en un sistema que sigue los ciclos naturales del clima, en el que los pastores se trasladan con sus piños y sus familias en busca de los mejores pastos para sus animales. El invierno lo pasan en las tierras bajas y en el verano van hacia la montaña, donde encuentran vegetación tierna en las faldas de la cordillera.

«El norte, arriba todavía hay parches de nieve, pero el suelo está seco y el viento sopla polvareda. El problema es la falta de agua. Las invernadas están secas, el viento, las lluvias que se estacionaron más en la altura. Un camión les lleva agua a los tanques destinados cerca de los riales, y para los días de traslado, debe haber para los que están en movimiento», cuenta desde el norte.

La amenaza de los zorros es constante. Algunos se aventuran cerca de los corrales, donde nacen muchos trillizos y mellizos, un augurio incierto. “Dicen que eso marca un año malo de crianza». Sin embargo, Gachy se aferra a una esperanza compartida: “Con la nieve debería haber deshielo, y eso es bueno para todos. Para los campo y para nosotros que vamos a tener agüita dónde refrescarnos en los días de calor”.

Fotos: Gachy Cabrera (@cabrera gachy)

Por estos días, el norte neuquino se prepara para la Fiesta del Chivito, un gran evento que coincide con la trashumancia, ese desfile silencioso donde los crianceros y su piño avanzan por la ruta. Rara vez se detienen a festejar, el campo no espera. La música que les gusta, la música regional, no suena en el festival, pero ellos, en sus silencios y sus balidos, llevan el sonido de la crianza como un himno sagrado en el andar.


La Fiesta del Chivito


Se llevará a cabo en Chos Malal el viernes 15, sábado 16 y domingo 17 de noviembre. En esta edición el evento contará la participación de Q’Lokura, Roxana Carabajal, Los Líderes de Chile y Los Totora.

Las entradas se pueden adquirir en forma presencial en Chos Malal. Para eso hay tres puntos de venta Los puntos de venta: Subsecretaría de Ingresos: de lunes a viernes, de 7:30 a 13:00 hs; Centro Cultural del Norte Neuquino (CCNN): de lunes a domingo, de 8:00 a 18:00 hs y la Plaza Sarmiento (frente al BNA): de lunes a domingo, de 18:00 a 21:00 hs.


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