Sebastián Hernández: «Si el productor se va de la chacra es a la fuerza, porque hay mucha inseguridad y malos servicios»

El titular de la Federación de Productores advierte que en Río negro y Neuquén hay más establecimientos (3.000) que productores (1.400), por la emigración de familias a ciudades, en busca de mejor calidad de vida.

El titular de la Federación de Productores de Río Negro y Neuquén, Sebastián Hernández lo dice claro. “A la gente que vive en la chacra le gusta el silencio, el trabajo, la privacidad y el contacto con la naturaleza que da vivir en el sector rural. Hay un sentimiento, un orgullo de vivir en su chacra. Si se va de ahí es a la fuerza, porque hay mucha inseguridad, porque no hay buen transporte y servicios para su familia, como el gas, la educación o salud. Si hubiera mejores servicios se quedaría, no tengo dudas”, señala. Agrega que en numerosas oportunidades han planteado propuestas de mejoras tanto a autoridades nacionales como de Río Negro y Neuquén para favorecer el arraigo de la población, hasta ahora con pocas respuestas.

Hernández admite que a veces los chacareros prefieren tener a sus familias en las ciudades cercanas en vez de las chacras, por la falta de servicios o la inseguridad. “Hoy tenemos cerca de 3.000 establecimientos y unos 1.400 productores en Río Negro y Neuquén, es decir más establecimientos que chacareros” explica.

Uno de los mayores problemas que ha impulsado a familias de chacareros a dejar sus viviendas rurales por las ciudades cercanas en los últimos años tiene que ver con la ola de delitos.

“Nosotros no estamos cubiertos como el resto de la sociedad. En las ciudades es más fácil, te pasa algo en la casa o la calle y llamás o vas ala comisaría y en cuestión de minutos tenés un patrullero. En las chacras la policía circula más espaciado y a veces hay 200 o 300 metros entre la casa y el camino rural más cercano. Hay muy poca iluminación, está el abrigo de las propias plantas de la chacra que oculta todo y hay mucha distancia entre vecinos, por lo que el espacio es mucho más propicio para delinquir. Nos viven robando, golpeando y uno a menudo tiene miedo por sus parejas o sus hijos, que tienen que salir temprano a la mañana o por la noche al trabajo o ala escuela, o que a veces se quedan solos en casa”, resume Hernández.

Otro de los aspectos que termina alejando a los pobladores de la zona rural es la mala calidad de los servicios, incluso aquellos que están provisto, como la electricidad.

“En muchas casas de las chacras se vive con los servicios básicos, algunos en la zona de Roca tienen acceso al gas rural, pero en muchas dependemos aún de la leña o el gas envasado, que es muy caro y dura poco en chacras donde el frío en invierno es más riguroso que en las ciudades, no tenés agua potable, tampoco hay cloacas.

Incluso en el caso de la electricidad, que llega alas chacras, la calidad del servicio no es la misma. “El servicio es malo porque no es la misma preocupación por mantener la estabilidad o tensión constante en zonas donde hay 4 o 5 familias en 100 hectáreas que en una ciudad donde hay 10 o 20 familias en una manzana. Si se les queman los electrodomésticos por fallas de tensión va a haber cientos de demandas, en nuestro caso a veces prefieren pagar las multas que mejorar el servicio”.

La consideración social


Pero el reclamo no se limita al Estado sino también a la consideración de la sociedad en general o la convivencia con otras actividades productivas como los hidrocarburos o la industria. Hace unos días Hernández compartió en el sitio de Facebook de la federación un canal repleto de basura, proveniente de las zonas urbanas por donde transita el canal de riego, y que a menudo termina depositado en las compuertas de las chacras, perjudicando al sistema y afectando la calidad de vida de los chacareros y trabajadores rurales.

“La población de las ciudades tiene que entender que nosotros estamos produciendo alimentos, tenemos que mantener una sanidad y limpieza de los elementos que contribuyen a la producción, por el propio bien de los consumidores. A veces es muy difícil vivir de esta manera: donde los canales están cementados se toman como balnearios durante el verano. No hay problema con que a gente se refresque, pero a menudo la gente tira botellas, papeles, restos de comida o incluso pañales a los canales, que terminan en las compuertas y contaminando el agua de riego. Muchos se piensan que como son terrenos amplios se puede llegar y tirar basura o escombros en vez de ir al basural, es como si nosotros fuéramos a tirarle nuestros desperdicios a las veredas de las casas en las ciudades. En otros países hay conciencia de esto y está regulado, no es el caso de nuestro país y nuestra región”, agrega Hernández.

Muchos pobladores de los barrios más alejados de las ciudades trabajan en la zona rural.

En un déficit nacional de 3,2 millones de viviendas, el agro está relegado

Más de 3,2 millones de hogares padecen déficit habitacional en la Argentina, según reveló un informe de la Fundación de Tejido Urban en base a estimaciones que realizó la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco) a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de 2022.

Este déficit se divide en dos grandes categorías: cuantitativo y cualitativo. Por un lado, la falta de viviendas por otro la baja calidad de muchas de las ya existentes, que requieren mejoras significativas o acceso a servicios básicos, señala el informe.

El Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2022 aún no ha publicado datos oficiales definitivos sobre su déficit habitacional total en Argentina. Sin embargo, la Cámara Argentina de la Construcción realizó estimaciones para 2022 a partir de la EPH, en las que indican que el déficit habitacional total en Argentina asciende a 3.24 millones de viviendas, aunque el resultado final tiene cierta subestimación dado que no incluyen a las viviendas con déficit, pero recuperables. De este total, el 35.45% corresponde al déficit cuantitativo (falta de viviendas) y el 64.55% al déficit cualitativo (viviendas que requieren mejoras). Dentro del déficit cualitativo, uno de los problemas principales es el hacinamiento, viviendas que albergan a más personas de las que deberían, lo que agrava la situación de vida de los habitantes. La falta de inversión en infraestructura, particularmente en áreas rurales y sectores vulnerables, ha contribuido a este problema. En las zonas urbanas, el mayor problema es de calidad en la vivienda, mientras que, en las áreas rurales, la carencia de servicios básicos, como agua potable y alcantarillado, es determinante.


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