Desde Suiza llegó a Chos Malal para volar «en el mejor lugar del mundo»

Desde el extranjero y Argentina, los pilotos de vuelo a vela eligen la Patagonia.

En Chos Malal, el piloto suizo Gerhard Wesp se prepara para «surfear las increíbles olas de aire» que bordean la Cordillera de los Andes. Primero, revisa las condiciones meteorológicas. Luego, inspecciona minuciosamente el planeador, donde verifica que los controles, los instrumentos y el fuselaje estén en perfectas condiciones. Se pone su casco, gafas de sol y guantes. Ahora está listo para surcar el cielo del norte neuquino con el grupo del Centro Nacional de Vuelo a Vela de Montaña, al que también pertenecen Ramón Chialvo, Raul Macchi y Miguel Laso.

Gerhard Wesp tiene 51 años y vive en Suiza, pero su amor por los planeadores lo trajo a la Patagonia argentina, a más de 12 mil kilómetros de su casa. Se debe a que para él, el norte de Neuquén «es el mejor lugar del mundo para volar».

Chos Malal se convirtió en el destino predilecto para pilotos de todo el mundo. La localidad ofrece condiciones de vuelo excepcionales gracias a las corrientes de aire.

Hace años, en el aeródromo de esa localidad, se realiza el encuentro del Centro Nacional de Vuelo a Vela de Montaña; sin embargo, desde el 2018 hasta mitad de este año estuvo cerrado. La noticia de su reapertura emocionó a los fanáticos del vuelo sin motor.

Desde el primero de noviembre empezaron a llegar pilotos desde todas partes para participar de este emblemático evento. Así fue que Gerhard Wesp, un suizo nacido en Austria con más de 25 años de experiencia que para volar, aterrizó en suelo neuquino.

Desde niño, Wesp soñaba con el vuelo en planeadores, pero fue recién a los 23 años cuando comenzó a entrenarse, obteniendo su licencia en 1996. “No sé por qué me gusta, porque en mi familia no hay pilotos”, comentó entre risas a Diario RÍO NEGRO.

Comenzó a practicar este deporte como hobby. Es que el piloto de planeador es matemático y programador en robótica. Sin embargo, siempre se hace el lugar para viajar 12 mil kilómetros y disfrutar de lo que tanto le apasiona.

Wasp desde el cielo. Foto: Gentileza.

En su tiempo libre, recorrió distintas regiones del mundo para volar, y su conexión con Sudamérica comenzó hace unos 12 años en Chile. Allí, voló durante varias temporadas en los Andes, un paisaje que ya le parecía espectacular.

Sin embargo, su viaje no solo le permitió conocer nuevos paisajes, sino también forjar amistades que atraviesan océanos y un grupo de compañeros de vuelo con quienes comparte esta pasión. «Cada vez que puedo, me reúno con ellos», comentó.

Según explicó, su amor al vuelo a vela radica en algo más profundo que solo volar por los cielos. Para él, se trata de la precisión y eficiencia que representa esta disciplina. «Creo que una de las cosas que me gustan es no gastar recursos. Los planeadores, a diferencia de los aviones convencionales, pueden planear distancias de hasta 50 kilómetros sin un motor y eso es increíble», manifestó.

Además, explicó que son muchas las habilidades y conocimientos que se ponen en juego a la hora de subirse a un avión planeador. «Necesitas saber de geografía y meteorología«, aseguró. Señaló que la disciplina también es una parte muy importante. «Si no tenés esta capacidad, es una actividad peligrosa«, agregó.

Sin embargo, indicó que «lo fundamental es la experiencia, sobre todo la experiencia y conocimiento del lugar en que volás». «Si conoces el espacio, dónde están las posibilidades de aterrizaje y los ascendentes de aire, te sentís más cómodo», garantizó.

Este año, su entusiasmo por regresar se debió a la renovación del aeródromo de Chos Malal, cuya pista fue recientemente restaurada. La mejora permitió retomar el evento anual de vuelo, que después de algunos años de inactividad vuelve a reunir a pilotos de distintas partes del mundo.

Wesp se prepara para volar en Chos Malal. Foto: Gentileza.

Con la pista lista y las instalaciones acondicionadas, este encuentro promete ser uno de los más especiales en la historia del vuelo a vela en la Patagonia.

Aunque ya ha volado en muchos lugares, el norte de Neuquén sigue siendo su destino preferido. Para este piloto, llegar a Chos Malal es mucho más que una aventura deportiva, es el reencuentro con amistadeds y con una pista única en el mundo.

Contó que este año ganó por la primera vez el campeonato descentralizado en Suiza en la categoría biplazas. «Buena parte de eso era gracias a lo que aprendí en Argentina», expresó.


Desde Córdoba y Buenos Aires llegan para volar en Chos Malal


Son alrededor de 30 pilotos de vuelo a vela los que llegan desde distintas partes del mundo. Algunos tienen más de 30 años de experiencia. Como Ramón Chialvo, un cordobés que tiene una droguería, pero que «heredó» el amor por el vuelo cuando era muy chico porque su papá era piloto.

«Lo hago únicamente porque me gusta, porque es una actividad que es tan amplia que te permite hacerlo de forma recreativa», expresó. «Es en una práctica muy linda, siempre hay más cosas para hacer, siempre hay más desafíos para superar«.

Aseguró que ser piloto es una experiencia única. Detalló: «estás suspendido en una cabina, en un planeador que no tiene motor y no hay ruidos. Se escucha el paso del aire por la nave donde vas volando, subiendo y aprovechando la fuerza de la naturaleza para mantenerte en el aire».

Durante los encuentros, se reúne con sus compañeros durante la mañana, bien temprano. «La noche anterior vemos la meteorología y prevemos como están las condiciones para volar. Después cada uno programa su vuelo».

Esta actividad la hace con su amigo Raúl Macchi, piloto de vuelo a vela bonaerense. Nació en Bolívar y si bien disfrutaba ver a los aviones volar de chico, dijo «se le dió» de grande. «Empecé en el año 2000, pero desde ahí nunca más paré y comencé a volar todos los fines de semana», comentó. Aseguró que hoy «es un fanatismo».

Klaus Ohlmann, Ramón Chialvo y Raul Macchi. Foto: Gentileza.

Además de ser realizar esta actividad, Raúl es remolcador. «Venimos a Chos Malal de distintos lugares porque buscamos volar en la montaña, agarrar la onda«, señaló. «Hace 25 años volamos juntos y estamos contentos porque hoy se retomó lo que se logró hace muchos años, el aeródromo. Este es el mejor lugar del mundo para volar«, garantizó.

Otro piloto nacido en Bolívar es Miguel Laso. Su amor por el vuelo empezó desde niño, cuando construía modelos de madera. «Lo hice hasta que tuve la edad suficiente para empezar el curso de piloto de planeador en la secundaria«, contó.

Lo que empezó como un deporte se convirtió en su trabajo. Laso fue piloto de línea aérea TAN, que operó durante la década de los 80 y 90 con base de operaciones en el Aeropuerto Internacional Presidente Perón de la ciudad de Neuquén.

Miguel Laso fue piloto de TAN. Foto: Gentileza.

«Mientras estuve acá, durante siete años, mi trabajo me permitió conocer toda la región patagónica», expuso. Así fue como llegó a Chos Malal, donde operaban con vuelos de pasajeros y sanitarios. Luego formó una institución civil sin fines de lucro que forma a pilotos hasta el día de hoy.

Manifestó: «volver aquí todos los años es muy grato porque me conecta con toda la actividad que realicé aquí con amigos y gente de la ciudad».


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