Mapa: cómo llegar al «abuelo», el segundo árbol más longevo del mundo, en la Patagonia
Queda en el Parque Nacional Los Alerces, a unos 100 kilómetros de Esquel.
“El abuelo” es un sobreviviente. Ya estaba vivo antes de la creación del Parque Nacional Los Alerces donde se encuentra. Y de hecho mucho antes de que llegue Colón a América, ya que tiene 2620 años. Por eso, es un monumento natural vivo, emplazado en el medio de la Patagonia que vale la pena visitar.
Este árbol milenario se encuentra a orillas del lago Menéndez. Mide 57 metros de alto y 2,8 metros de diámetro. Si bien está prohibido, se necesitan seis personas agarradas de sus manos para poder rodear al árbol.
Para llegar a él, se requiere más de una hora de navegación y otra de caminata. Se parte de Esquel y hay que desplazarse unos cien kilómetros hasta la pasarela que cruza el río Arrayanes en la desembocadura del Lago Verde para arribar al Parque Nacional Los Alerces.
De ahí se caminan unos mil metros hasta Puerto Chucao, desde donde hay que embarcarse en un catamarán, navegar por el Lago Menéndez, y recalar finalmente en el alerzal, que es un bosque donde los alerces conviven con arrayanes, lianas y pequeñas orquídeas salvajes a orillas del río Cisne.
La historia de «el abuelo», una joya oculta en la Patagonia
“Es el segundo árbol vivo más longevo del planeta”, aseguró el intendente del Parque Nacional, Danilo Hernández Otaño. El primero es el Pinus Longaeva que se encuentra en Estados Unidos, según las explicaciones del equipo del parque nacional.
La longevidad de este árbol tiene que ver con su ubicación: según expertos la cordillera de los Andes lo protegió, lo envolvió en un bosque prácticamente inexplorado, donde no hay rutas ni energía eléctrica.
“Hay un decreto de 1937 que resguardaba la zona y en 1940 se formalizó el Parque Nacional Los Alerces”, explicó Hernández.
Estos árboles milenarios son de crecimiento lento y sus ejemplares pueden vivir entre 3000 y 4000 años en total y medir más de 70 metros.
“Antes, se usaba la madera del alerce porque no se descompone. Tarda mucho en crecer y mucho en degradase. Se talaba para usarla en carpintería, en embarcaciones”, explicó.
“No tiene ninguna cicatriz de incendio”, explicó Hernández, “pero sí de un hachazo. Esto es porque los leñadores antes hachaban una parte para mirarle la veta, si estaba muy torcida, lo descartaban. Es decir, no lo talaban porque no les servía para madera. Así que tuvo suerte también de no haber sido talado”.
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