Super frutilla de la Patagonia: por qué la fruta nativa es más saludable que la comercial

El estudio lo llevó a cabo el Grupo de Ecología Química del Inibioma. La variedad nativa tiene mayor contenido de azúcares, compuestos fenólicos -que protegen de enfermedades, como la diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares- y una mayor capacidad antioxidante.

La frutilla silvestre nativa de la Patagonia tiene un mayor contenido de azúcares, compuestos fenólicos -que protegen de enfermedades, como la diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares- y una mayor capacidad antioxidante que la frutilla comercial. Así lo determinó un estudio del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma), que depende del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue.

La frutilla comercial se originó en Europa como cultivo, luego de que accidentalmente se cruzaran a ese continente individuos de ecotipos de frutillas nativos de Patagonia y ecotipos nativos de América del Norte. Desde entonces, se han desarrollado numerosas variedades cultivadas, pero Patagonia cuenta con una gran diversidad de genotipos nativos que tienen un potencial enorme en la mejora de cultivos y alto valor de conservación.

Los investigadores del grupo de Ecología Química del Inibioma pusieron la mirada en los intentos de la agricultura, durante los últimos 50 años, por alcanzar una mayor productividad en detrimento de la calidad. «Los cultivos tienen menos olor y sabor. Nuestra producción agrícola está muy enfocada en los rindes. Necesitamos un cambio de paradigma», planteó Carolina Quintero, doctora en Biología e investigadora del Conicet en Inibioma.

Los ensayos se llevaron a cabo en el predio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Bariloche en 2022. Foto: gentileza

El objetivo fue comparar las plantas domesticadas con las silvestres y se tomó a la frutilla como modelo. «Lo que queremos mostrar es que, a niveles bajos de estrés, aun con las variedades comerciales podemos lograr cultivos con mejor calidad nutricional y más ricos en estos compuestos químicos que nos hacen bien«, acotó.

La primera parte del trabajo concluyó que, bajo las mismas condiciones, las variedades cultivadas de numerosos cultivos reciben un daño mayor y contienen menores niveles de defensas químicas que las silvestres. Además, tienen menor calidad nutricional.

Los investigadores compararon las frutillas nativas con las comerciales. Foto: gentileza

«Da la casualidad que todas las variedades domesticadas o comercializadas son mucho más susceptibles al daño que sus ancestros silvestres, sea el maíz, los porotos, las manzanas. Sucede que los vamos modificando para que produzcan más biomasa cultivable, pero menos diversidad química«, argumentó Quintero.

Los investigadores compararon las frutillas nativas con las comerciales. Foto: gentileza

Los investigadores detectaron que, durante la domesticación de cultivos, se han perdido de manera directa o indirecta muchas de las defensas naturales de las plantas. «Pretendemos hacerlas más ricos y más jugosos y, entonces van perdiendo esas defensas y los nutrientes por unidad de gramo que originalmente tenian. Intencionalmente, o no, las hacemos más susceptibles«, puntualizó.

Decidieron tomar como modelo a la frutilla y allá por 2022 comenzaron los ensayos en el predio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Bariloche. Recolectaron frutillas nativas de los alrededores de la ciudad y frutillas cultivadas comerciales que criaron bajo las mismas condiciones de riego e infraestructura que los agricultores del Valle.

«Evaluamos diferencias en muchos rasgos de las plantas e incluso en la calidad del fruto«, señaló Quintero. Insistió en que las frutillas nativas patagónicas «son un recurso genómico de mucho valor, con alto potencial para desarrollar a futuro nuevas variedades comerciales resistentes a plagas y con un fruto más saludable, con un mayor contenido de nutrientes».

Con otra investigadora, Melina Chamorro, se avanzó en evaluar distintas prácticas de manejo para los productores a fin de controlar el estrés hídrico de la planta, fomentando polinización de insectos, para obtener frutillas con buen rinde y mejor calidad nutricional.

Otros relevamientos

Los investigadores compararon las frutillas nativas con las comerciales. Foto: gentileza

El grupo de Ecología Química también avanza en otra línea, junto con el Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural (Irnad). Los investigadores relevan la calidad de frutos rojos y verduras de hojas verdes producidas en huertas urbanas para determinar si son más saludables que aquellos que se venden en las verdulerías.

La mirada está puesta en tres frutos rojos (frutilla, frambuesa y manzana) y tres cultivos de hoja verde (lechuga, espinaca y acelga).

«Lo que se hace es un relevamiento de la calidad nutricional y la inocuidad de estas frutas y verduras a las que accede el barilochense ya sea si las cultiva él mismo o las compra en algún comercio. Hay un debate: uno asume que la agricultura convencional tiene más pesticidas, pero ¿cambia también la calidad de lo que consumimos?, ambas cosas hay que demostrarlo», indicó Quintero.

¿Es más nutritiva la fruta y verdura que cosechamos que la que llega de otras localidades? ¿Qué pasa con la cultivada de manera agroecológica versus la convencional? Son algunas preguntas disparadoras del trabajo. Pero recién se está muestreando. «Lo cierto es que Bariloche tiene un déficit enorme de productos frescos. Nuestro interés es recabar información científica y con datos concretos poder informar sobre los beneficios de cada práctica. Se trata de fomentar una agricultura de proximidad», concluyó Quintero.

Las conclusiones de ese informe podrían ser presentadas ante el Municipio de Bariloche para generar políticas públicas acordes.


Los investigadores compararon las frutillas nativas con las comerciales. Foto: gentileza

Taller de tintes naturales

Con un taller para elaborar tintes naturales, el grupo de Ecología Química estuvo presente en la sexta edición del Inibioma Abierto del que participaron alumnos de más de 30 escuelas de Bariloche.

«Se trató de una propuesta lúdica y artística que busca acercar a los chicos a la ecología química haciendo foco en un grupo de compuestos, los pigmentos, que dan color a las plantas. Algunos les dan olor, sabor y otros color; a otros directamente no los percibimos, pero están», describió Quintero.

A lo largo del taller, se explicó la diversidad de compuestos químicos que producen las plantas (como las clorofilas -verdes-, carotenos -amarillos, naranjas y rojos- y antocianinas -rosas, violetas, morados- que dan color a sus hojas, flores, frutos, semillas y raíces), el rol que cumplen y los beneficios para la salud si se consume una dieta rica en estos pigmentos y otros fitonutrientes.

«Para hacerlo más lúdico demostramos cómo estos tintes se pueden usar como acuarelas, crayones o para teñir. Hoy la industria cosmética, alimenticia y farmacéutica usa pigmentos sintéticos, artificiales que han sido prohibidos en Europa por estar asociados a procesos cancerígenos. La idea es volver a los pigmentos naturales», señaló.

En el taller, los investigadores indicaron una manera sencilla de extraer estos pigmentos de los tejidos vegetales (aquellos solubles en agua) y dieron ejemplos de algunas plantas que se pueden encontrar en los bosques, como las raíces del calafate o las cortezas de arrayán -que aporta un color canela-. Siempre remarcando los cuidados en el uso moderado.

«De esta manera, mostramos la diversidad de compuestos de manera recreativa y los chicos entienden que la ciencia no está ajena al arte y a la creatividad. Se puede jugar y aprender desde el arte», señaló.


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