Estudiante a los 70: bombero y policía jubilado cumple un sueño en Cipolletti 

El histórico colegio “Manuel Belgrano” cobijó a Carlos en el turno Noche, para que curse Nivel Medio. En la semana del Día del Estudiante, ésta es su experiencia.

Se acercan las 19 y su familia lo ve subirse a la bicicleta, mochila al hombro, como cualquier estudiante. El único detalle es que Carlos pasó la adolescencia hace rato, hoy tiene 70 años, pero su anhelo sigue vivo: cumplir con el Nivel Medio en Cipolletti.

Este jubilado de la policía neuquina, exbombero de Hidronor en la villa El Chocón, tuvo con su padre de crianza, en 1966, la misma charla decisiva que seguro muchos tienen grabada: “¿Vas a trabajar o vas a estudiar”? El planteo llegó al concluir la Primaria en la Escuela del barrio Pichi Nahuel, cuando tenía 12 años, y cuando muchos creían que con esos estudios era suficiente. Dilema anticipado, hay que decirlo, si se compara con lo que se vive hoy recién a los 17, pero su elección lo alejó de las aulas y el pizarrón por casi 60 años… hasta ahora.

Carlos Alberto Ulloa es el nombre del alumno más longevo del CEM N°74, que funciona en horario vespertino, en el histórico edificio del colegio “Manuel Belgrano” (ESRN N°89), sobre calle Miguel Muñoz, en Cipolletti. Hijo de Dora Teresa Berrios, quien lo crió junto a su esposo Juan Carlos Pino, siendo niño era uno de los más altos de su clase, allá por los años ‘60. En la foto que todavía atesora, se lo puede ver peinado con raya al costado, como “se usaba” en esos años, vestido de guardapolvo blanco y alpargatas.

Foto: Florencia Salto.

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Este vecino de barrio Arévalo, no tuvo una infancia fácil, contó en diálogo con RÍO NEGRO, por eso más que los libros, pudo más el deseo de comenzar pronto a trabajar, a cambio de un sustento que ayudara a esa trabajadora del empaque que lo trajo al mundo. A bordo de esa misma bicicleta que hoy lo lleva hasta la escuela, también pedaleó Teresa, haciendo la temporada como embaladora en los galpones de la “AFD” (Argentine Fruit Distributors), “Gasparri Hermanos” y “Gato Negro”, por eso él cree que ella es quien “lo acompaña desde arriba” mientras él intenta cumplir esta meta que se propuso.

Como ocurría en otro tiempo, la ausencia del título secundario en el historial de una persona no era impedimento para encontrar un oficio o trabajo estable. Por eso Carlos pudo entrar a las filas de la policía en la vecina provincia de Neuquén sin problemas, en el año 1977, con 23 años, para luego, desde allí, ejercer como bombero en el cuartel central de la Dirección a cargo, durante nueve años.

Carlos, el primero de izquierda a derecha. Foto: Gentileza.

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“Luego me ofrecieron entrar a Hidronor y me fui a vivir a El Chocón, cumpliendo las mismas funciones y aprendiendo a usar equipos automáticos, hasta que la empresa se privatizó y nos quedamos sin trabajo. Yo tuve la suerte de que por mi buena conducta me reincorporaron a la policía, donde terminé mi carrera en la comisaría 42° de la Villa. Ahí conocí muy buenos compañeros y aprendí todas las tareas administrativas”, contó Carlos, que se jubiló con el rango de suboficial mayor.

Esa etapa en la comunidad que creció junto a la represa le duró nada menos que 30 años y fruto de esa época le quedó la propiedad de la casa que allí habitaban. Hoy la disfruta con su esposa Laura y sus tres hijas Alejandra, Dora y María Belén, en los paseos que realizan cada tanto, algún fin de semana.
Un hermano con el mismo nombre aunque mucho menor, Carlos Humberto, y la esposa de éste, Fernanda Monzón, nutren el entorno de este valletanto ya retirado que eligió seguir construyendo su día a día. Con ellos comparte los asados, en los que pone sobre la mesa los temas nuevos que va aprendiendo y las inquietudes que le generan.

Recuerdo de su paso por la policía.

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Ellos, que también dejaron atrás muchos de los contenidos específicos, notan cómo los contagian sus tareas y cómo terminan releyendo el material para apoyarlo en la comprensión y la búsqueda de respuestas. Ese matrimonio fue el que le obsequió los útiles para que complete el año, así como otros parientes le regalaron una impresora y sus siete nietos (Carolina, Juan Ignacio Valentino, Francisco, Benjamin Valentina y Franco) le explican desde cómo sacar fotocopias y todo aquello que le cuesta entender de la tecnología.

“Me tienen bastante mimado”, reconoció Carlos con una sonrisa, aunque no se esperaba lo que vivió con un desconocido, el comerciante de una librería, que tiene su local sobre calle Roca casi España. Hasta ese negocio llegó este alumno del “Nocturno”, buscando un ejemplar sobre historia. Curioso ante el interés de su cliente, el hombre le preguntó si era para algún hijo o nieto, pero grande fue la sorpresa cuando el exbombero le dijo que era para él mismo. “Llévelo entonces y cuando se esté por recibir me avisa”, le dijo felicitándolo y negándose a que Carlos le abonara el precio del material. “Cuando lo termine de usar, que quede en la Biblioteca para ayudar a otro”, le propuso el librero. Experiencias como ésta son las que lo alientan a seguir, porque nota cómo su elección terminó siendo de inspiración para más personas.

“Es muy emotivo para nosotros verlo irse todas las tardes para la escuela (…) No solo me emociona, porque es mi familia sino como vecina. Le está yendo muy bien y le han hecho reconocimientos en la Biblioteca del Colegio, los profes y sus compañeros», valoró Fernanda, la cuñada de Carlos, en contacto con este medio.

Con esa familia que lo alienta, este vecino se anima a comentar las cosas nuevas que va aprendiendo y esas miradas que le marcan cuánto cambiaron las formas de enseñanza y los contenidos, desde que él aprendió a leer y escribir en aquellos años, a fines de la década del ‘60. Los estereotipos de género, la desigualdad social, los derechos humanos y así podría seguir. Entre las materias que más le gustan ubicó a geografía, química y biología, aunque reconoció tener que hacer un esfuerzo extra en inglés y matemática. “Están muy cambiadas, pero no es imposible”, se desafió.

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Contra todo lo lindo que vive a diario, quizás lo que más lamenta es la deserción en su curso. Empezaron siendo menos de 10 en esta modalidad y hoy los que más perseveran son él y otro compañero más. “Están faltando mucho los chicos, a veces porque que viven en otros barrios y se les complica el tema de la movilidad, también por la seguridad, por la hora a la que salimos a la noche. Es lamentable, pero cuando los veo en las escuela les trato de inculcar que no aflojen, porque si no tienen un título no pueden entrar a trabajar a ningún lado. En el caso mío es distinto, yo la vida ya la hice, pero trato de insistirles a ellos que no aflojen, que traten de asistir a las clases”, remarcó.

De todo lo aprendido en tantos años de trabajo dice que heredó la responsabilidad, la disciplina y el respeto por los demás y por sí mismo, entre otros valores. Desde siempre trató de hacer “las cosas bien” y los frutos de eso son los que está cosechando y transmitiendo a los más nuevos, a los que tienen menos años vividos.

Sereno pero decidido, para adelante, el futuro ya lo espera con otro objetivo en mente. Ahora que retomó el hábito de cursar y preparar materias, ya se ve pronto estudiando alguna Tecnicatura en Criminalística. “Prefiero algo corto, porque la carrera de Derecho es muy larga”, dijo entre risas.


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