Los simbolismos explícitos y tácitos de la gestión Milei

El gobierno buscó generar un relato simbólico con una evidente composición explícita de imágenes oficiales. No obstante, la propia coyuntura económica y social arroja fotos más que descriptivas del perfil de la gestión libertaria.

“Una imagen vale más que mil palabras” reza un viejo dicho popular. El poder de una fotografía o una imagen para describir, esclarecer, comprobar, o ampliar la comprensión, es inconmensurable. Los especialistas señalan que las imágenes permiten recrear un fragmento de la realidad mediante una combinación de elementos que generan sentido, memoria, e interpretación de los hechos.


Desde siempre, la composición de una imagen ha sido una forma poderosa de generar el relato deseado de un momento, una circunstancia, o un lugar. Una imagen es simbólica. Y su valor radica en la capacidad de generar impacto profundo en la comprensión social de los hechos. La historia argentina está plagada de ejemplos.

El bombardeo a la plaza de Mayo en el ‘75 y esa misma plaza colmada en el regreso a la democracia, Alfonsín y Menem en el Pacto de Olivos, la renuncia de De La Rúa plasmada el un helicóptero sobre Casa Rosada, o un cumpleaños con amigos del poder en medio de las restricciones por la pandemia. Imágenes que no solo marcan el registro histórico reciente, sino que provocaron enormes y profundos giros políticos.


En general las gestiones de gobierno intentan utilizar y capitalizar el recurso de la composición de imágenes para la comunicación política simbólica, algo que los politólogos llaman “construcción simbólica” o “construcción de sentido”. El espacio libertario y el presidente Javier Milei una y otra vez se ha ocupado del simbolismo de la comunicación, con suerte dispar. Se valieron de su potencia para llegar al poder, pero tropezaron en repetidas ocasiones una vez en el gobierno.

Simbólico. El presidente le puso el cuerpo a la presentación del presupuesto 2025.
Simbólico. El presidente le puso el cuerpo a la presentación del presupuesto 2025.


La búsqueda del simbolismo de la imagen oficial se repitió esta semana con fotos emblemáticas. Una de ellas fue la puesta en escena montada en el Congreso de la Nación para la presentación del presupuesto 2025.

Otra fue la que reunió al núcleo duro de la interna oficialista buscando mostrar unidad con la sonrisa del Jefe de Gabinete Guillermo Francos, la Secretaria General de la Presidencia Karina Milei, y el poderoso asesor sin cargo Santiago Caputo.
Sin embargo el simbolismo de la gestión Milei quedó expresado esta semana en una serie de imágenes que no necesariamente son las que el equipo oficial de comunicaciones buscó de forma intencional.


Simbolismo = Empatía


“No entiendo donde está la falta de empatía”, dijo el vocero Manuel Adorni. El periodista Fabian Waldman respondió “una persona que cobra $235.000 no puede gastar $20.000 para comer un asado”. Acorralado y visiblemente incómodo, el funcionario insistió “¿Cuál es la falta de empatía de comer un asado?”.


La imagen en cuestión, es la que muestra al presidente Javier Milei de espaldas frente a los 87 diputados que le permitieron sostener el veto a la movilidad jubilatoria en la cámara baja. Un convite para el que la presidencia fijó un precio “simbólico” de $20.000 por comenzal, el cuál contrasta de manera irrefutable con los $13.000 extra que hubiesen recibido los jubilados de la mínima si no hubiese existido veto a la movilidad.


La pregunta del periodista al vocero dejó a la vista algo que lentamente empieza a caracterizar a la gestión Milei, y es la lejanía con la vivencia del ciudadano de a pie. Algo que supo ser la principal fortaleza libertaria en época de campaña, pero que se diluye en el poder.
Al respecto, distintos relevamientos de opinión reflejan el deterioro que comienza a tener la imagen presidencial y la gestión de gobierno.


La encuesta mensual que publica la consultora Zuban & Córdoba muestra que el disconformismo se incrementó ostensiblemente en en agosto y septiembre, y que por primera vez desde que asumió Milei, la distancia entre quienes tienen imagen “positiva” y “negativa” del gobierno, llega al 15%.


En la misma línea, un relevamiento realizado por la consultora Circuitos en la primera semana de septiembre indica que el 40,7% de los encuestados tiene una imagen “regular” del presidente, mientras que el 13,5% tiene una valoración “mala” y el 15,7% una “muy mala”. Por primera vez desde la asunción, la desaprobación supera largamente el 60% y se acerca al terreno del 70%.
Ambas imágenes traducen en datos la falta de empatía que siente el ciudadano común y el gobierno deja ver en su comunicación simbólica.


Simbolismo = Expectativas


Las expectativas respecto a lo que pueda suceder con la economía en adelante y en relación a la capacidad del entramado social para seguir soportando los efectos del ajuste y la recesión resultante, también son descriptivas.


Los relevamientos de opinión reflejan que a nueve meses de la llegada de Milei al poder, la esperanza inicial que despierta todo nuevo gobierno, empieza a diluirse.
Una encuesta de la consultora CEOP Latam que conduce Roberto Bacman, indagó acerca de “cuánto tiempo está dispuesto a soportar el ajuste con salarios bajos”.

Las respuestas sorprenden. Un 25,8% indica que está dispuesto a soportar todo lo que sea necesario. En el medio se advierte un 30% que empieza a ponerle fecha de vencimiento al crédito que tiene el gobierno para que el resultado del ajuste sea evidente. En el otro extremo, un 44,2% dice que ya no aguanta ni un día mas (ver gráfico).


Otra imagen simbólica de las expectativas, gira en torno al levantamiento del cepo y la posibilidad de una nueva devaluación del tipo de cambio oficial. El estudio de Zuban & Córdoba registra que dos de cada tres personas evalúa como “probable” o “muy probable” que finalmente el gobierno vuelva a devaluar, lo que traería como corolario la interrupción del sendero a la baja de la inflación.


Simbolismo = Presupuesto


El debate en torno al presupuesto 2025 que presentó el gobierno, promete todavía muchos episodios.
Pero más allá de la épica que el gobierno buscó imprimir a la presentación en el Congreso, la letra chica del proyecto de presupuesto arroja imágenes simbólicas del sentido que pretende darle el gobierno a su segundo año de mandato.


Una de ellas surge del artículo 27, donde valiéndose de la emergencia económica dictada por la Ley Bases el gobierno pide suspender el artículo 9 de la Ley 26.206 que obliga al Estado nacional a destinar el 6% del Producto Bruto Interno (PBI) a la educación y los artículos de la Ley 27.614 que otorgan financiamiento a ciencia y tecnología.


El mensaje es simbólico. Desde que en el año 2006 se sancionó la Ley 26.206, la obligación de otorgar el 6% del PBI a educación solo se cumplió en 2009, 2013 y 2015. No obstante, el objetivo que establece la ley opera como un norte de gestión que obliga a dar prioridad a la educación en términos presupuestarios frente a otros usos. Esa es la prioridad simbólica que Milei pretende desterrar.

Mientras el mandatario predica ajuste, el presupuesto 2025 prevee un incremento del 45% para el gasto de la Presidencia, frente a una inflación del 18,3%.


Otra particularidad menos visibilizada del presupuesto, pero no por ello menos simbólica surge de la página 89 del anexo al proyecto de ley de presupuesto presentado por el gobierno. Allí figura el cuadro referido a la proyección de gastos de cada dependencia del Estado.

Llamativamente, el gasto asignado para “Presidencia de la Nación” se proyecta con un incremento del 45,4% en todo el año 2025. Durante el mismo periodo, el gobierno proyecta una inflación del 18,3%. El simbolismo es evidente: mientras el mandatario predica ajuste para todos y todas, el presupuesto propio no solo escapa a la tijera del recorte sino que se incrementa en términos reales.


Simbolismo = Realidad


Otra de las imágenes simbólicas del momento que atraviesa la economía surgió esta semana de las propias usinas oficiales de estadística. El Indec dio a conocer el “Informe de avance en el nivel de actividad” referido al segundo trimestre del año. El dato es tan crudo como descriptivo: la caída de la economía es del 3,4% en el primer semestre del año , lo que da cuenta del enorme impacto que ha generado la política de ajuste sobre el entramado productivo.


Pero aun más simbólico y descriptivo es el detalle que el propio Indec difundió en relación a la dinámica de los componentes de la demanda agregada: en el segundo trimestre del año el sector que menos se contrajo es el sector público (ver gráfico). Mientras que la inversión de las empresas cayó un 29,4%, las importaciones lo hicieron un 22,5% y el consumo lo hizo un 9,8%, el sector público solo se contrajo un 6%.


La imagen habla de la forma en que la decisión de ajustar las deficitarias cuentas públicas a fuerza de “motosierra” sobre algunos gastos, “freno de mano” sobre otros y “licuadora” sobre los ingresos en pesos, termina desplomando la economía real, la de la producción el trabajo y el ciudadano de a pie.


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