Video | Los futuros médicos que atienden a metros del basural de Neuquén: cómo funciona el tráiler hecho consultorio

Son estudiantes de la Universidad del Comahue que asisten a la población de la meseta, todos los sábados, en coordinación con el ministerio de Salud.

Ignacio Veltri sale del tráiler junto a una mujer. Detrás está el predio de la canchita de fútbol de tierra, con arcos sin red, del Lote 34 de Neuquén.

-Se va a recuperar muchacha.

Lo esperan más pacientes. Hay sol, pero antes hubo viento y las bolsas de plástico se encajaron en cada rama de árbol pelado que encontraron. Desde acá se ve que están quemando, el basural de Neuquén transpira humo negro.

Veltri, profesor en la facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo), es parte del grupo de estudiantes y docentes que atienden todos los sábados por la mañana a la población de la meseta. Rotan entre el centro de salud de Colonia Rural Nueva Esperanza y un tráiler, cedido por el ministerio de Trabajo, que los fines de semana convierten en consultorio.

La facultad y el ministerio de Salud de la provincia, a través de la zona metropolitana, firmaron un acuerdo para desarrollar este proyecto de extensión denominado «Promoción de la salud en un entorno de alto riesgo socio sanitario-zona meseta, basural de la ciudad de Neuquén».

Mabel, la agente sanitaria del centro de salud, agenda los turnos. Coordina con Marcia, la trabajadora social que en el grupo de WhatsApp del barrio pasa el aviso: «van a estar atendiendo dos médicos clínicos: enfermedades crónicas».

«Sabemos cuál es el vecino que realmente necesita la emergencia del turno. Le paso el contacto a Mabel y cuadra la agenda», indica Marcia. Asegura que para llegar al hospital Heller «tenemos una distancia bastante grande». Menciona que en la zona viven unas 700 familias, trasladadas por el municipio desde la extoma Casimiro Gómez.

Según el propio relevamiento que hizo el Estado este año, del Lote 34 a la salita hay tres kilómetros. «No es menor el detalle que en el movimiento de la ciudad hacia este sector no se planificó, ni se pensó la distancia a la que quedarían estos habitantes de los centros de salud, escuela primaria o secundaria, como así también de los medios de transporte«, señala el informe. La reubicación los colocó de frente al complejo ambiental al que ingresan unas 10.500 toneladas de basura al mes.

Al principio las pacientes esperan de pie, pero pronto traen un banco. «Vengo como tortuga porque no puedo caminar fuerte», cuenta una de ellas que vive en la zona conocida como «El Choconcito». Se suele atender en la salita y cuando no hay turno «me quedo en mi casa, me compro calmantes».

Ignacio Veltri junto a dos de sus estudiantes, Joaquín y Malena, en plena consulta. Foto Cecilia Maletti.

Vanina Debloc, jefa de zona metropolitana, destaca que la población «respondió muy bien, la gente está muy contenta, los alumnos muy contentos que pudieron establecer un vínculo con los vecinos, que ahora están pendientes».

«El primer nivel de atención en este caso está llegando a las puertas del barrio de los vecinos, que es la necesidad», afirma Roberto Unda, responsable del centro de salud de Colonia Rural. Hace hincapié en que este proyecto «nos facilita muchas herramientas para poder atender a nuestra gente, a la población que ya está muy excluida en muchas situaciones, especialmente por los servicios básicos».

Enumera lo que considera los problemas coyunturales: «la pobreza extrema, el trabajo en negro, la dificultad de poder acceder al primer nivel de atención». Remarca que hasta ahora han tenido «asistencia perfecta» al consultorio.

«La salud es el reflejo de cómo viven las personas»: futuros médicos de la Universidad del Comahue


«Lo importante de quien estudia medicina es no olvidarse nunca de qué lo llevó a estudiar medicina. Aprender y después no olvidarte por qué quisiste ser médico, porque el camino que viene después los próximos 10, 15 años te van a tratar de hacer olvidar, así que ellos se tienen que acordar eso, si se acuerdan de eso, estamos», comenta Veltri, en una pausa entre pacientes.

Relata que está en contacto con el padre Diego Canale, de la iglesia de Alta Barda. Junto a la comunidad de la capilla Cura Brochero concurren al basural. Un día lo invitaron a compartir un guiso y fue.

-Participé, y bueno, después uno de ver esa realidad se va replanteando muchas cosas, ¿no?

Así nació este proyecto con otro profesor de la facultad: Martín Regueiro, hoy ministro de Salud. El objetivo, dice, es que los futuros profesionales «puedan estar en contacto con la gente, con la realidad de nuestro país, que aprendan de ella, y que después puedan dar soluciones en el futuro».

Lo primero que hicieron fue ir con estudiantes al basural. «No venimos acá a decir lo que hay que hacer sino a escuchar las necesidades y ver cómo podemos colaborar con la gente», subraya.

El trabajo de recolección es de “alto riesgo” y puede conllevar enfermedades vinculadas al contacto con animales (ratas, aves). Foto Cecilia Maletti.

Formado en la Universidad de Buenos Aires, Veltri sostiene que la salud «no es algo de los médicos, ni de los hospitales, ni del centro de salud. La salud es el reflejo de cómo viven las personas, por eso están los que son los determinantes de salud. Si la gente no tiene trabajo, si la gente no tiene educación, si la gente no come bien, no va a tener salud, y vas a tener hospitales llenos y médicos desbordados, un poco es tratar de ver esas cosas, lo que necesitamos son mejores condiciones de vida».

Precisa que la recolección es un trabajo que se hace «con cualquier clima» para «comer en el día» y «donde faltan elementos de protección personal, donde también están expuestos a pincharse, cortarse, o sea, todo lo que son los accidentes corto punzantes que pueden transmitir enfermedades como el tétanos». Además de los riesgos de zoonosis por la presencia de animales (ratas, perros, carroñeros, caballos) y la quema de materiales tóxicos.

«Nosotros articulamos con el sistema de salud, nuestra idea no es armar un sistema de salud paralelo a lo que hay, en parte todos somos el Estado: la facultad también es el Estado, los ministerios son el Estado, el centro de salud es el Estado, entonces esto es una manera de que el Estado esté más presente«, enfatiza.

Mabel, la agente sanitaria, en la puerta del tráiler. En su cuaderno lleva el agendamiento. Foto Cecilia Maletti.

«Devolverle a la comunidad lo que nos da»


Joaquín es uno de los cuatro estudiantes de medicina que está en el tráiler. Tiene 26 años y el estetoscopio en el cuello. Dice que lo que más han visto en la consulta son casos de diabetes, hipertensión. Patologías prevenibles si se tiene, aclara, un buen acceso a la salud.

«Vivir y no tener agua, no tener comida, vivir a la intemperie, trabajar sin ningún tipo de protección, que son las cosas más llamativas que afectan a su salud diaria, porque trabajan de eso: de la recolección, del reciclaje, sin ningún tipo de protección, que es muy duro, la verdad», agrega.

«Más allá de venir y aprender, que eso siempre suma, también es devolver un poco a la sociedad lo que se paga con nuestros estudios, porque por ahí estamos muy encerrados, todo el tiempo en la vorágine de la rutina, de la facu, ir al hospital y volver a casa, y al fin y al cabo no estamos devolviendo nada. Así que bueno eso también es como una parte importante de decir, «bueno che me tomo un sábado al mes y venir a dar una mano al barrio que está re bueno» y obviamente también seguimos aprendiendo todo el tiempo», aporta Santiago.

Plantea que esto también les permite «salir un poco del paradigma médico hegemónico, del médico atrás del escritorio y recetándote medicamentos, sino darle otra mirada a la medicina, que se pueda salir directamente a terreno y ver las necesidades particularmente de este barrio».

El Lote 34. Desde el tráiler se ve el ir y venir de los camiones, y el humo negro. Foto Cecilia Maletti.

Están en distintos estadios de la carrera. Para participar del proyecto no necesitas acreditar ningún nivel y en total se anotaron entre 15 y 20 estudiantes.

Para Malena, que vio la convocatoria por Instagram, lo primero es conversar con la gente. «No es lo mismo venir nosotros y decir «bueno te vacuno» y ellos capaz que tienen otro tipo de problemas, otras necesidades», expresa.

La más chica del grupo es Isabel. Tiene 24 años. Insiste en que esto «es devolverle un poco a la comunidad lo que nos da a través de la universidad pública. Tomarnos un rato para ir un poco y ayudar, y también aprender lo que es venir y ver, y el contexto que rodea, y no quedarnos en la teoría, en lo que podemos llegar a ver en un establecimiento, nos enseña un montón».


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