Actores, peleas políticas y negocios detrás de la elección de la capital de Neuquén
La elección de la sede de la autoridad provincial en 1904 fue producto de una compleja trama y puja de poderes políticos y económicos de la clase dirigente nacional y local. El traslado a la Confluencia generó grandes negocios inmobiliarios.
La historia regional cumple, entre otras funciones, recuperar acontecimientos importantes del pasado que sirvan para entender el presente. Permite – en este caso- articular los niveles micro y macro. En este caso, analizar la trayectoria de algunos actores políticos y el despliegue de intereses que definió el lugar de la capital neuquina.
El Coronel Manuel Olascoaga fue designado por el presidente Julio Roca como primer gobernador del Territorio de Neuquén, creado en 1884.
Salió de Buenos Aires, vía Carmen de Patagones, desde donde pensaba llegar a la confluencia de los ríos Neuquén y Limay, utilizando un ‘barco’ a vapor, idea que fracasó debido a la bajante del río Negro. Este hecho lo llevó a decidir viajar en carros, con los cuales, luego de un largo peregrinaje y paradas (Choele Choel y Fuerte Roca) por la margen izquierda del río Neuquén, llegó a Campana Mahuida, lugar que pensó constituir en sede de las autoridades.
Las crecientes del río Agrio lo obligaron seguir hasta Ñorquín, donde se instaló por poco tiempo, ya que no veía allí el ambiente adecuado para sus proyectos (de irrigación, cultivos, escuelas y edificios para la administración de la gobernación).
Por fin, arribó al Fuerte 4ta División en 1887, origen de Chos Malal, designada capital en 1888. Prácticamente habían transcurrido cuatro años. Su extraordinaria labor permitió fuera re designado como gobernador; tenía conocimiento previo del territorio, contaba con propuestas y había concretado resultados. Muchos de estos fueron magros por una multiplicidad de razones, entre las cuales cabe destacar el escaso presupuesto que el gobierno nacional destinaba a los territorios que, sumado a la geografía, imposibilitaban concretar obras para lograr una relativa comunicación interna y externa del espacio neuquino.
A Olascoaga le sucedió el gobernador general Sócrates Anaya (1891-1893), quien gobernó en los complejos años noventa; luego el Coronel Franklin Rawson y, por último, Lisandro Olmos, que finalizó su gestión en 1902.
En ese año, se hizo cargo del gobierno el ingeniero Juan Ignacio Alsina, cuya gestión duró un año porque, como algunos otros gobernadores, cometía arbitrariedades, tenía negocios personales y tomaba medidas que desvirtuaban el principal objetivo de su tarea : atender las necesidades de los vecinos (1).
Estos hechos provocaban quejas y presentaciones de los pobladores, incluso a la administración central, que tenía escaso control sobre los territorios. En este orden, una de las cuestiones para destacar es el intento de Alsina de trasladar la capital a Las Lajas.
El frustrado intento de Alsina por mudar la capital Las Lajas
¿Por qué y quién era Alsina? Era un importante representante de la burguesía terrateniente de Buenos Aires. Poseía grandes extensiones de tierras en Neuquén, tanto en la zona de La Confluencia como en Las Lajas, del mismo modo que tantos otros beneficiarios de la política de tierras pos “Campaña al Desierto”. Conocía bien los terrenos ya que también era agrimensor y había mensurado vastas extensiones en el espacio neuquino. Pretendía llevar la capital al área donde poseía campos y estancias para valorizarlos con la llegada de la línea férrea a la Confluencia. Olascoaga y los vecinos, con sus quejas y petitorios, hicieron fracasar este proyecto y Alsina tuvo que renunciar.
Tengamos presente que el ferrocarril había llegado a la Estación Neuquén (1902), debido a que el gobierno nacional necesitaba un medio rápido para llevar hombres y armas a la frontera, en el contexto de tensiones y la inminencia de un conflicto de límites con Chile, consecuencia del Tratado de 1881. La situación indujo tanto a Argentina como al país trasandino a una política expansionista y una carrera armamentista, que se frenó y cerró provisoriamente por los Pactos de Mayo de 1902. La línea férrea se construyó con el capital británico y no fue producto, precisamente, de los constantes reclamos de gobiernos territorianos por mayor presupuesto, para aliviar, entre otras cuestiones, la incomunicación de Neuquén.
Bouquet Roldán, aportes a la «Campaña al Desierto» con premio
De este modo, se despejaba el camino para que Joaquín V. González – Ministro del Interior de Roca y el nuevo gobernador designado, Carlos Bouquet Roldán, visitaran la región y se ocuparan del traslado de la capitalidad desde Chos Malal al paraje La Confluencia.
Ahora bien ¿Quién era Carlos Mauricio Bouquet Roldán? La familia de este cordobés fue aportante para financiar la “Campaña al Desierto” y beneficiados con tierras. Pertenecía a los sectores económica y políticamente dominantes argentinos. Era cuñado de José Figueroa Alcorta y había tenido cargos en el gobierno de Córdoba y Tucumán. Designado gobernador en 1903, llegó acompañado por Eduardo Talero, un revolucionario colombiano que había huido de su país. Propuesto como secretario de la gobernación, comenzarán con Bouquet Roldán a ejecutar las acciones para el traslado.
Tenían la orden del gobierno nacional de llevar a cabo la tarea con “discreción y secreto” para evitar conflictos de sectores que se oponían y herir intereses de menor importancia”. Lo importante era lograr la cesión de los terrenos por parte de los propietarios de los terrenos donde se iba a emplazar la nueva capital.
El rol del Ferrocarril en la integración del territorio
Por una parte, la llegada del F.CC a La Confluencia atrajo la atención de empresarios de Buenos Aires, como Casimiro Gómez, quien decidió continuar con inversiones en el área, entre otras razones, porque la totalidad de sus terrenos estaban por donde pasaba el ferrocarril. De igual modo, Ramón López Lecube y Francisco Villa Abrille, todos conservaban terrenos producto del Remate de Tierras de 1885.
La familia de este último poseía carrera militar, vinculaciones con el Ministerio de Guerra y estadía en Neuquén. Como el Estado nacional no tenía tierras para localizar la nueva capitalidad de Neuquén, apeló a estos conocidos propietarios con los que se vinculaba. A modo de ejemplo: Gómez poseía un negocio de cueros y talabartería, había provisto de arneses a las fuerzas armadas e invertido sus ganancias no sólo en Neuquén, sino en otros territorios, incluso en provincias, a bajos precios y con perspectivas de valorización futura.
Gómez fue uno de los fundadores de la Sociedad Anónima Nueva España (1911), propietaria de extensiones importantes de terrenos en Neuquén. Poseía el 70% de las acciones y el directorio estaba presidido por un familiar de los Menéndez Behety. Bouquet Roldán era otro de los accionistas y cuidó los intereses del inversor en Neuquén, aún después de su administración, durante la gestión de un amigo, Eduardo Elordi, otro masón, igual que el Ministro del Interior (2).
La decisión de mudar la capital a Confluencia, veloz y resistida
La rapidez de las definiciones políticas entre estos protagonistas del poder se explican por la red de relaciones que, evidentemente, no sólo eran socioeconómicas o políticas. El negocio de la nueva sede de las autoridades consistió en que los propietarios cedían una parte de sus tierras para el ejido urbano (20%) y el gobierno amojonaba todo (80%).
Cedieron 190 has, pero el Estado nacional se hizo cargo de la mensura, división y escritura de las 2.375 ha entre tierras ‘urbanas’, quintas y chacras. Los lotes se valorizaron rápidamente, los habían adquirido a 0,20 ctvos en 1885 y en 1905 costaban 2,50 m/n. Fue una donación insignificante frente a importantes beneficios.
El traslado se hizo en tres momentos, tardó más de 15 días y provocó la resistencia de Olascoaga, de la prensa y de los chosmalenses, que cuestionaron la medida con varios fundamentos.
Los comerciantes chosmalenses se negaron a despachar víveres e insumos para la travesía, realizando un ‘boicot’ a la decisión de mudar la capitalidad.
Un negocio inmobiliario redondo
Todas las disposiciones del PEN fueron tomadas por decreto y el debate parlamentario, que cuestionó la medida, cubrió una formalidad sobre los hechos consumados. El Congreso lo trató el 17 de septiembre de 1904, pero el 12 ya se había concretado la inauguración de la nueva capital.
Aquí no terminó el tema: en los años veinte, cuando era presidente Marcelo T. de Alvear, una comisión de destacados vecinos de Zapala- también propietarios de tierras- encabezada, entre otros, por Trannack, Etcheluz, Monti, Zingoni, Afione y Carro, gestionó, sin éxito, el traslado de la capital a Zapala, punta de rieles desde 1913.
A partir de entonces no tenemos conocimiento de otras presentaciones para cambiar la ubicación de la sede de Gobierno.
*Doctora en Historia, Cehepyc/Ipehcs-Conicet, UNCo.
Notas:
(1) Olascoaga cuestionó a las administraciones que definían políticas enmarcadas en intereses personales, plagadas de corrupción. Cuñado de Bernardo de Irigoyen, participó en Mendoza en la creación de la Unión Cívica Radical, entre otros, junto a José Lencina y Javier Molina, enfrentándose con los sectores políticos y económicos dominantes de la época, desde Mitre a Roca. Éste no le perdonó adherir a Alem y Del Valle, por ello, nunca ascendió al generalato.
2) Sobre este tema ver, Bandieri Susana (2010) “La masonería en la Patagonia. Modernidad liberal y asociacionismo masón en Neuquén (1884-1907)”, en Estudios Sociales N°38, pp.9-38.
La historia regional cumple, entre otras funciones, recuperar acontecimientos importantes del pasado que sirvan para entender el presente. Permite - en este caso- articular los niveles micro y macro. En este caso, analizar la trayectoria de algunos actores políticos y el despliegue de intereses que definió el lugar de la capital neuquina.
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