La obra de un obstinado constructor

Se cumplen 50 años de la Obra fundada por el Padre César Rondini en Villa Regina. Su legado se mantiene intacto y la institución alberga hoy unos 180 chicos entre los dos y veinte años. Tienen a cargo dos escuelas secundarias, tres primarias, dos jardines de infantes y cuatro hogares, entre otras instituciones, a las que se vinculan unas 2500 familias diariamente. Un repaso por el trabajo y la personalidad de un actor principal de la región.

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Un viejo sillón de mimbre cruje agitado. Es el vaivén inquieto de un pensamiento que, encerrado en paredes, no puede salir. La duda asalta al Padre César Rondini, quien a poco de llegar se impacienta por el silencio y la tranquilidad en la parroquia. Vuelve a cuestionarse y, otra vez, ensaya una respuesta que no lo satisface. Sale a caminar y vuelve a entrar. Sale a recorrer y vuelve a entrar.

– Necesito pedirles un favor –puede haber dicho a los voluntarios de la parroquia-. Estuve recorriendo un barrio y hay muchas necesidades allí. Hay muchos chicos con hambre y que ni siquiera van a la escuela.

– Hasta dónde hay que ir –preguntaron algunos pocos interesados-.

– Está saliendo de la ciudad, al costado del camino. En el destacamento no me garantizan seguridad, pero no podemos rechazar ese llamado –concluyó honrando su oración sacerdotal de hacerse todo para todos-.

Era el año 1959 en el entonces llamado barrio Buenos Aires Chico. Para muchos la historia es conocida. El predio, donde se emplaza el actual barrio Don Bosco, fue ocupado por las familias más carenciadas de Villa Regina. Recibió su primer nombre, casi en forma despectiva, por la similitud de sus precarias construcciones con las villas instaladas en la principal ciudad del país. Algunos lo describen como “un médano con algunos ranchitos de chapa”. Hasta ahí llegó el Padre Rondini para interiorizarse de las necesidades de los vecinos. A poco de su primer acercamiento inició una serie de colectas y otras actividades para poder construir, en la que después se llamó calle Salesianos, una pequeña aula de material donde, el 4 de abril de 1960, cimentó el inicio de su Obra y la puesta en práctica de sus inquietudes.

La construcción, literalmente, como aquella conjunción de materiales que permiten concretar las bases en la vida de las personas, puede utilizarse cabalmente como la metáfora que resuma la obra de Rondini. A veces como administrador, otras como gestor, a veces como arquitecto o albañil, Rondini, motivado por su fe, puede describirse como un edificador incansable de la solidaridad.

El qué se ha hecho para muchos es conocido. Y aunque simplificado así pueda sonar a poco, la obra del Padre Rondini no sólo lo trasciende como persona sino que es de las más importantes en el norte de la Patagonia. Sin embargo, cuando repasamos el cómo se hizo es inevitable encontrarse su personalidad. Sintetizando las cosas puede decirse que cosechó amores y también resistencias, que inclusive recibió cuestionamientos dentro de su congregación. Pero al recorrer su legado no puede ocultarse la dimensión del proyecto que edificó durante toda vida y que tuvo como principal destinatario los más vulnerables de una sociedad que en su génesis contempla la exclusión: los niños

César Rondini fue hijo de inmigrantes italianos y hermano de ocho mujeres y cinco varones. Recibió su ordenación sacerdotal en 1946 y llegó a Villa Regina en 1959, proveniente de Fortín Mercedes. Formado en el seno de la una familia humilde tomó como conceptos de vida la austeridad, la disciplina y la dedicación al trabajo. Se acercó a la congregación salesiana a los 14 años y continuó fiel a ella hasta su muerte en 2001.

Desde edades tempranas tuvo que superar algunos problemas de salud. Seguramente lo hizo con su carácter inquieto y activo. El museo que lleva su nombre en la administración de la OR.ES.PA. reproduce con exactitud el escritorio, la silla, el teléfono y el fax, del rincón desde el cual el Padre Rondini llevó a cabo su labor durante su último tiempo. Los retratos que ratifican la escena lo muestran rodeado de papales y anotaciones, encabezando una estrecha mesa donde, empuñando el tubo del teléfono, deja caer una leve mueca hacia la cámara como prestándose rápido para la foto, con la finalidad de seguir rápidamente su actividad.

Obviamente hincha de San Lorenzo, el Padre Rondini puede ser presentado como un actor principal en el relato que escribe la historia de Villa Regina. Tuvo una fuerte influencia en la vida de los habitantes, pero también entre las autoridades regionales. Muchas veces fuente de consulta de algunos dirigentes políticos de la provincia, supo instalar sus inquietudes en el seno de las prioridades a resolver.

“A veces parecía, por su manera de actuar, que no había lugar el diálogo o el disenso”, se escribe en su biografía y retrata un personalismo avasallante, impulsado por una actitud práctica que, según dicen sus colaborares, hizo oscilar a su figura entre el amor y la incomprensión. Sin embargo para el Padre Rondini la “verdadera autoridad sólo habita en las personas de buen corazón”.

Pero aquello que algunos denominaron “temperamento impulsivo” y que, ciertamente pudo ser la fuente de sus críticos, pasa a ser la repuesta para la pregunta, quizá para algunos intrascendente, sobre el peso de su personalidad en la magnitud de la Obra. Señalan sus allegados que aquella actitud lo llevaba a tomar varias decisiones unilateralmente, decisiones que no siempre contaban con el consenso de su comunidad o coincidían con la opinión de la mayoría.

Su congregación también tuvo algunas observaciones. Alguna vez se insinuó que su pasión por la educación y las urgencias sociales lo alejaron en cierta medida de la evangelización. “Mi dios no tiene frío, pero los chicos sí”, dicen sus seguidores que dijo alguna vez el Padre Rondini apurado para terminar la construcción de uno de los hogares. Y sólo una vez concluida la obra se dedicó a hacer “una linda capilla”.

Sin embargo el apoyo y la respuesta de la gente permitió no sólo edificar la obra sino sostenerla y mantenerla. Desde la espera sin tregua cuando solicitaba colaboraciones a algún empresario y la organización de distintas actividades con fines recaudatorios, pasando por el pedido de la ropa de cama que desechaban sofisticados hoteles en Buenos Aires, hasta conseguir un camión cargado de manzanas para cambiarlo en el norte por otras frutas o verduras.

Todo esto y más fue ingenio, tozudez, pero también un modo de involucrar, a beneficiarios y benefactores en una misma extensa y prolongada empresa solidaria.

El próximo 4 de abril se conmemorarán los 50 años de la obra del religioso salesiano. Una Obra que actualmente posee tres escuelas primeras, dos secundarios, dos jardines de infantes, cuatro hogares de contención para niños y adolescentes, comedores, un centro recreativo, una casa de descanso en Las Grutas, entre otras instalaciones. Actualmente unos 180 niños y niñas viven en los hogares, unas 250 personas trabajaban en las instalaciones y cerca de 2500 familias están vinculadas a través de la educación y formación de sus hijos.

Producción y realización: Federico Aringoli

Textos: Federico Aringoli (federico@rionegro.com.ar).

Fotos: Matías Subat (matisubat@gmail.com).

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Entrevista con Norma Quintans, coordinadora general de la Obra.


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