Historias de La Llanada: las chacras se abren paso en los alrededores de Cipolletti

En 1920, Guillermo Rodríguez, Justina Pacheco y sus hijos llegaron al Alto Valle de Río Negro para instalarse en aquella zona a orillas del río Neuquén donde todo estaba por hacerse. La historia fue publicada originalmente en el suplemento Rural de noviembre de 2003.

Puerto de Vigo, España.1920. El buque Lutetia, listo para zarpar con cientos de españoles en busca de hacer eso que se llamó “la américa”. Entre ellos, Guillermo Rodríguez y Justa Pacheco. Y con ellos, sus seis hijos: José, Antonia, Honorio, Antonio, Eugenio y Segismundo. La mayor tenía 20 años y el menor, tan solo uno.


La familia Rodríguez Pacheco era del pueblo de Gallegos de Argañán, ubicado a siete kilómetros de la frontera con Portugal, en la provincia de Salamanca. La pobreza apretaba cada vez más, por lo que decidieron aceptar la invitación de la familia Alanís, que ya estaba radicada en la zona de Cipolletti desde hacía algún tiempo.


Embarcados rumbo a Buenos Aires desde Vigo, los Rodríguez Pacheco llegaron a la Argentina el 24 de octubre. Allí, en la ciudad porteña pasaron el tiempo que les tomó esperar el primer tren hacia el Alto Valle.


Una vez en Cipolletti, se instalaron en la zona de La Llanada, ubicada entre la actual ruta 151 y el río Neuquén, a la altura de la planta del DPA. La tarea que realizaba Guillermo junto con sus hijos mayores era la de emparejar los terrenos y dejarlos listos para producir. No era una tarea sencilla la de desmontar y emparejar: lo hacían a pico y pala y rastrón de cola o pala de buey.


Desde Cipolletti se trasladaron a un campo en Allen para hacer el mismo trabajo. Volvieron a La Llanada y, entre fines de los ‘20 y comienzos de los ‘30, se trasladaron a Godoy para, finalmente, recalar en Chichinales, conocido entonces como “Kilómetro 1099”.

Por esos tiempos, Antonio, uno de los hijos de Guillermo, y su futura esposa Leonor Santos, fueron corresponsales de la revista Rosalinda y del periódico La Tierra, editado en Rosario por la Federación Agraria Argentina. Aquí, parte de un artículo de 1933:

“El domingo antes pasado, tuvo lugar en las inmediaciones de la estación Kilómetro 1099 la fiesta organizada por el club Juventud Agraria Bernardino Rivadavia (…) danzose hasta altas horas de la tarde. La orquesta La Armonía Reginense que dirigen Fioretti y Lacchi amenizó el acto con diferentes y selectas piezas musicales, que contribuyó al brillo de la humilde fiesta realizada entre el ambiente labriego, que pasaron una tarde de solaz esparcimiento (…)”.

Justa enfermó gravemente y debió ser trasladada al Hospital Español de Buenos Aires. Allí, conocieron al doctor Gutiérrez, quien le ofreció en venta unas 109 hectáreas. Guillermo aceptó la oferta y compró las tierras. En ellas produjeron alfalfa, pero la crisis de 1930 le jugó una mala pasada y lo perdieron todo.


La familia Rodríguez Pacheco decidió volver a Cipolletti. Lo hizo con sus veinte caballos, tres vacas, las chapas de la casa y algunos fardos de pasto, todo traído en chatas y carros. Otra vez estaban en La Llanada.


Una vez de vuelta, le compraron a Toschi sesenta hectáreas a pagar en cinco años, que era el tiempo que tardaban en desmontar y poner la tierra a producir, siempre alfalfa, pero también papas, porotos y arvejas. ¿Manzana? Recién en los años ‘40.


El trabajo sobre aquellas tierras de La Llanada fue muy duro. Guillermo y sus hijos desmontaron y emparejaron el terreno, les urgía poner aquellas tierras a producir lo más pronto posible. Honorio, uno de sus hijos, era especialista en reconocer cuándo un terreno estaba listo: rodilla en suelo y la mirada a ras de piso le bastaba para saber si ya se podía llevar el agua a la tierra.


Parte de aquella chacra de La Llanada sigue en manos de la familia. Hoy, el proyecto del tercer puente los involucra: la obra se construye sobre esas tierras. Pero hay otros puentes, los de la memoria, esos que no olvidan a los Rodríguez Pacheco, pioneros rurales.


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