“La vida por delante”, de Magalí Etchebarne: un libro de cuentos necesarios

“La amistad termina siendo una salida de los personajes”, dice la autora que obtuvo el primer lugar en el VIII Premio Internacional Ribera del Duero de Narrativa Breve. Un recorrido por esta obra maestra de la mano de quien lo escribió.

Por Vanesa Brown (*)

En “La vida por delante” Magalí Etchebarne nos lleva a recorrer cuatro historias que dialogan entre sí, con destellos de humor e intriga, donde las mujeres protagonistas expresan diversas formas de habitar el dolor, mientras se desplazan en el tiempo y el espacio transitando las marcas que la vida les dejó. Con la mirada en el detalle y una escucha atenta, la autora se sumerge en los pormenores de la vejez y el amor, para mostrarnos cómo el paso del tiempo va transformando lentamente la percepción de los vínculos.

Logra con lenguaje cotidiano amansar las tragedias, provocándonos risas incómodas que buscan romper el sentido común resiliente. Encuentra gestos y palabras para aquello que parece inexplicable, inasible, negado: ¿cómo transitar el dolor de la enfermedad, el desamor, la desmemoria?


Con estos cuentos Magalí Etchebarne obtuvo el primer lugar en el VIII Premio Internacional Ribera del Duero de Narrativa Breve, que implica, además de un estímulo monetario, la publicación del libro por la editorial española Páginas de espuma. Su obra fue elegida por la mayoría del jurado integrado por las escritoras Mariana Enríquez y Brenda Navarro, y por el escritor Carlos Castán.


Durante la premiación, el jurado lo destacó como “un libro escrito con un humor auténtico que logra una construcción de imágenes y unos personajes complejos… los conflictos del cotidiano y la intimidad tomados con inteligencia y frescura, pero sin renunciar a la dimensión más oscura e inquietante de los vínculos humanos”.


La autora nos cuenta su experiencia de ganar este prestigioso premio así: “recibir el premio significó todo un viaje, porque tuve que ir a España a presentar el libro, durante todo mayo, recorriendo ciudades. Fue increíble, inolvidable, inédito en mi vida. Aún estoy aterrizando, es todo muy nuevo para mí.”


Magalí Etchebarne, nació en Buenos Aires en 1983, estudió letras y trabaja como editora. Publicó el libro de cuentos Los mejores días (2017) y el poemario Cómo cocinar un lobo (2023), ambos en la editorial Tenemos las máquinas.

Piedras que usan las mujeres. El libro comienza con este cuento donde una hija mira a su madre y las amigas atravesar el desamor, la enfermedad, la pérdida. Narra con ternura los cuidados ante la vejez. Acá un fragmento: “Vivimos entre esos dos tiempos, el de su infancia, que va y viene según las horas del día y en el que soy su hermana; y el presente, este tiempo plástico en el que las personas hablan rápido y la tarde no existe, días y semanas con las costuras a la vista en las que soy su hija”. Y recuerda su infancia, con curiosidad e inocencia, para poner en evidencia el dolor.

Un amor como el nuestro. En el segundo cuento, dos amigas se encuentran en un lugar turístico donde se genera un clima denso entre la humedad, la selva, las marcas en el cuerpo y “los suicidas”. En un momento la autora nos regala esto: “La cicatriz al costado de su pierna derecha podría confundirse con la presión de una costura durante un día entero. En su borde, piensa, su propio precipicio; una oración artesanal de piel y puntadas, electricidad y pena. El principio y el final del dolor”.

Temporada de cenizas . Vinculado al primer cuento, una hija viaja al mar con las cenizas de su madre, acompañada por su medio hermana. Aquí el proceso de duelo y la vejez se expresan con detenimiento en los gestos, en el ánimo y se vuelven poema: “Se miraba las manos, les hacía muecas, las giraba como si fueran cosas que le habían crecido de golpe. – ¿Qué haces? – Le pregunté. Pero ella ya no entendía nada literal, se había vuelto una poeta. – Me busco – susurró.”

Casi siempre desesperados. En el último cuento una pareja habita la pérdida del amor. Y así lo escribe Magalí Etchebarne: “A veces, mientras cocina, Ana fantasea con explosiones… Ramiro y ella bajo los escombros. Qué es lo que tiene que pasar para que una pareja implosione. Está la puñalada de la traición… pero también, piensa Ana, está la muerte lenta del amor.”


Reflexiones de Magalí Etchebarne

P: ¿Cómo surge la voz de la niña en “Piedras que usan las mujeres”?
R:
Tengo el recuerdo de prestar mucha atención a lo que pasaba en el mundo de los adultos y, a pesar de que nadie me lo explicara con claridad, la sensación de darme cuenta que alguien estaba sufriendo. De ahí aparece la niña mirando a los adultos. Quien narra es adulta y esa infancia vuelve como un recuerdo. El cuento surge del vínculo de la madre con sus amigas y de poner en juego todos los lugares comunes de enfermarse por tristeza, amargura y desamor. Encontré así la manera de contar todos esos eventos dolorosos y, quizá también, traer el humor para poder faltarle el respeto a todos esos lugares comunes.

P: ¿Cuál es el lugar del humor en estas historias?
R:
En los dos cuentos donde aparece la primera persona, siento que lo que hay algo mío es en esa forma de contar que a veces parece ser humor. Para mí es difícil definir que algo tenga humor. Por momentos sí lo introduje conscientemente, no como algo gracioso sino más bien con cuestiones molestas, incorrectas, y en otros momentos surge por la forma de contar.

P: ¿Los cuentos se entrelazan con aspectos en común? Por ejemplo, viajes que dejan huella en las protagonistas; los efectos del paso del tiempo en las personas y en los vínculos; el dolor y la muerte.
R:
Sí, en todos aparece la muerte de alguna manera. En el primero, la muerte no ocurre pero es una inminencia, están presentes los cuidados a alguien antes de morir, pero también aparece la muerte de la juventud y del deseo en el matrimonio. Después está la tragedia en la adolescencia de la correctora y “los suicidas” en ese lugar donde viaja. Luego aparece la muerte literal, los rituales alrededor de la muerte. Y la muerte del amor, como un ocaso. En mi vida ha estado muy presente la muerte en los últimos años y se me cuela, aunque no quiera, en la escritura.
Pero, en un club de lectura, una chica me dijo que para ella en los cuentos aparece la amistad como una forma de salir de ahí. Lo pienso ahora, no como algo que salva a los personajes, pero sí que les trae un poco de alivio. Me gustó encontrar que la amistad está. En los dos primeros hay amigas, pero no había sido del todo consciente que las dos medio hermanas también son amigas y que, en el último, ella se hace amiga de la otra actriz que le gusta al novio. De alguna forma, la amistad termina siendo una salida de los personajes.

P: Como lectora, ¿Cuál es tu búsqueda?
R:
Cuentos es lo que más leo. Me gusta leer a los cuentistas y ver qué hacen: Mansfield, Hempel, Munro, Carver, Salinger, Cheever. Busco releer para ver cómo hacen lo que hacen, de qué está hecho un cuento bueno. Pero mientras estoy escribiendo leer poesía me ayuda a escribir, me da las palabras que no tengo, me libera de ciertas formas de decir algo que no encuentro la manera. Casi siempre la escritura es como una batalla con el lenguaje, cómo hacer para decir lo que querés decir y que, además, una vez que lo logres decir, te satisfaga.

(*) Integrante de Malapalabra, Casa Librera (Mtro. Joaquín González 63, Neuquén)


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