Miguel, un buscavidas: el artista de bombos y tijeras que creció en las calles de Neuquén
Se crió entre hornos de ladrillos. Sin techo en la adolescencia, se ganó la vida trabajando de todos los oficios, hasta lustrabotas. Es peluquero, músico y fabricante de instrumentos. Un sobreviviente y ejemplo de resiliencia.
En una mano sostiene las tijeras para cortar el cabello y con la otra toca el bombo fabricado por el mismo. «Miguelito” como lo conocen muchos de sus clientes de la peluquería, se crio entre los hornos de ladrillos con sus ocho hermanos en el barrio San Lorenzo de Neuquén.
Para ir a la escuela, ya desde los seis años, cruzaba dos barrios caminando. Tenía asistencia perfecta en el Colegio Domingo Savio donde conoció al Padre José, de quién nunca se olvida y a quien volvió en los peores momentos.
En la adolescencia, vivió un tiempo en la calle y en casas ajenas. “Dormí mucho tiempo arriba de la calesita”, contó. Pasó noches enteras entre cartones y en las vías del ferrocarril. “Comíamos con los perros”, recordó: de esa comida casera que le daban a animales que cuidaban alguna dependencia.
La vida de Miguel Ángel Ramírez está llena de anécdotas, recuerdos blancos, grises y negros, de todos colores. Los capítulos de su juventud se agrupan en un compilado llamado aprendizaje. La resiliencia y la prepotencia de trabajo que lo caracterizaron siempre, resultaron sacarle la sonrisa de cada día y darle por fin, a los 52 años, esa felicidad por la que tanto luchó.
En la calle, sobrevivió. De la mano de todos los oficios que existen, trabajó de todo un poco para ganarse el pan y la vida; mientras estudiaba en el secundario. Miguel fue ayudante de podador, de albañilería, vendedor de números de lotería, canillita, barredor de veredas, repartidor de revistas, hizo mudanzas. Hizo todo lo que sus manos le permitían.
“Yo sabía que no iba a poder hacer una carrera terciaria, porque tenía que mantener a mi mamá, a mis hermanos, a mi familia», contó; pero aún así, sabía que podía estudiar y aprender como autodidacta: asi fue como se topó con la marroquinería y la peluquería.
El oficio que más tipo le duró fue el de lustrabotas durante 20 años. Recuerda aquellos días en “el Bajo”, cuando le sacaba brillo al calzado de sus clientes en el Kiosco “Corsa”, mientras chusmeaba “El Gráfico” para poder seguir el Mundial del 86.
Un emprendimiento como guía de pesca le permitió recaudar más dinero y así, ya en pareja con María Elena, pudieron empezar a hacer su casa. La oportunidad llamó a su puerta y surgió la chance de comprar el fondo de comercio de una peluquería en plena Avenida Argentina al 60.
Así nació la peluquería “Hueney”, que significa amigo en mapudungun. Durante diez años atendió a hombres y mujeres en ese local con su especialidad, cortes con tijera, una habilidad que hoy pocos peluqueros dominan ante el avance de la tecnología. Luego se mudó a Jujuy 177, donde funciona su negocio hasta la actualidad.
“El tema de peluquería venía de familia porque siempre nos cortó el pelo mi mamá, a mí y a todos mis hermanos cuando éramos chicos. Como era el mayor, después le empecé a cortar el pelo yo a ellos”.
Miguel Angel Ramirez, peluquero y artista de Neuquén.
Luego, de adulto se formó con cursos y se profesionalizó en el oficio que hoy es una de sus principales fuentes de ingreso.
Más de 400 instrumentos fabricados
Su historia más linda y desafiante fue con la música. Ya de adulto, con su esposa e hijos, decidió hacer algo que había postergado. Amaba los tambores pero no sabía tocar, además con tanto trabajo no había lugar para su deseo. Hasta que un día se compró un bombo y se anotó a la Escuela de Música, donde además de formarse, hizo sus primeras “artesanías” en instrumentos, con arreglos y restauraciones.
“Tanto armar y desarmar los bombos, le encontré la vuelta. En una oportunidad se me rompió un parche y se lo cambié, y así fui aprendiendo. Y después empecé a ayudar en la Escuela de Música, a arreglarlos”, contó.
En un viaje a Santiago del Estero conoció a unos luthieres y se sentó a aprender de ellos, quienes lo ayudaron a crecer. Hoy, su fabrica de bombos criollos Hueney ya lleva fabricados unos 400 instrumentos en la región y otros tantos restaurados, es una de las más importantes de la zona.
Y un día la formación superior llegó: empezó a cursar un Profesorado Nacional de Danzas que le llevó ocho años y otro de Tango en Roca, de la cual está a punto de recibirse de Profesor Superior. También empezó la carrera de Locución, que le encantó, pero queda pendiente.
El folclore lo llevó a la cima
De la mano de la percusión y la danza, Miguel se hizo amante del folclore. Tanto tocar y aprender, empezó a participar de los certámenes competitivos del género y el neuquino tuvo la inmensa alegría este 2024, de salir subcampeón en el Laborde en cueca neuquina, su pasión.
En 2023 formó un grupo con Isaid González, Zulema Retamal, Jonathan Lillo, el ganador de la Voz Argentina, el guitarrista Daniel Díaz y el acordeonista Nicolás Baeza; con quienes se presentaron en Cosquín. Ahora se preparan para enero 2025.
«Voy a salir todos los años a cualquier festival a mostrar la cueca neuquina”, cerró.
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