Salud mental en la región
En momentos en que concluye un acto eleccionario crucial en Venezuela, resulta imperativo abordar un tema de gran importancia que ha sido desatendido durante mucho tiempo: la salud mental. Comparar los estándares de calidad en atención en salud mental entre países de América Latina como Nicaragua y Venezuela y aquellos de Europa, como Suecia, Alemania, Noruega y Finlandia, nos revela un panorama alarmante y la urgente necesidad de acción.
En Europa, los sistemas de salud mental están altamente desarrollados. Suecia, Alemania, Noruega y Finlandia cuentan con hospitales psiquiátricos modernos, bien equipados y con programas de rehabilitación integrales. Las consultas ambulatorias están bien establecidas, ofreciendo tratamientos continuos y seguimiento cercano. Las casas de medio camino y dispositivos móviles son esenciales, proporcionando apoyo continuo y facilitando la reintegración social de los pacientes.
En contraste, en América Latina, la realidad es devastadora. La infraestructura es deficiente, la falta de personal capacitado y recursos es evidente, y el acceso a la atención es limitado. Los hospitales psiquiátricos carecen de los recursos necesarios, y los programas de rehabilitación son escasos. Las consultas ambulatorias son difíciles de acceder, y los tratamientos son discontinuos. La ausencia de casas de medio camino y dispositivos móviles deja a los pacientes sin el soporte necesario tras la externación, resultando en altos índices de recaída y una pobre calidad de vida.
Además, en los regímenes populistas, la situación se agrava aún más. Estos gobiernos no solo fallan en proporcionar una calidad de vida digna en términos de acceso a comida y vivienda, sino que también descuidan gravemente la salud mental de su población. Los psiquiatras y profesionales de la salud mental a menudo enfrentan persecución y despidos injustos basados en acusaciones falsas de tortura, socavando aún más la calidad de la atención.
Es urgente que los gobiernos de América Latina adopten modelos europeos exitosos, inviertan en infraestructura y capacitación, y establezcan políticas de salud mental inclusivas y sostenibles. La mejora del sistema de salud mental es esencial para asegurar un futuro mejor para todas las personas afectadas, construir sociedades más saludables y equitativas, y proteger a los profesionales de la salud mental de injusticias que solo perpetúan el sufrimiento.
El cambio en los regímenes populistas es necesario no solo para mejorar la calidad de vida de las personas sanas, sino también para brindar la atención adecuada a quienes están enfermas.
Es crucial que se priorice la salud mental y se asegure que los psiquiatras puedan ejercer su profesión sin temor a represalias injustas. La construcción de un sistema de salud mental robusto y equitativo es un paso fundamental hacia un futuro más justo y saludable para todos.
Fabián Wotnip
Buenos Aires
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