Análisis: Weretilneck y Figueroa no abandonan la cercanía
Figueroa y Weretilneck realizan encuentros periódicos.
Cuando Alberto Weretilneck decidió crear una fuerza provincial para intentar su reelección, hacia 2015, Jorge Sapag hacía tiempo que gobernaba Neuquén y el MPN llevaba medio siglo invicto en elecciones distritales.
Sapag le dio a Weretilneck las primeras lecciones sobre la conformación de una partido provincial y la manera de manejarse con un poder central que nunca será de la misma fuerza política.
Después el rionegrino fue absorbiendo experiencia y hoy ya tiene decodificado el genoma completo del provincialismo.
Ni Omar Gutiérrez en Neuquén ni Arabela Carreras en Río Negro se interesaron demasiado en acercarse entre ellos ni en establecer estrategias afines frente al gobierno nacional.
Pero el regreso a Weretilneck y la ascensión de Rolando Figueroa a la gobernación, de la mano de un sello provincialista tan nuevo que ni siquiera pareciera tener nombre, coincidió que el enemigo común que cualquier gobierno distrital anhela: un poder central avasallador, que se apropia de recursos, recorta envíos, elude responsabilidades y avasalla derechos. Todo eso significó Javier Milei hasta hace no mucho en la Patagonia.
Aquello fue tal vez una exageración de la geopolítica. Neuquén y Santa Cruz tienen en común los hidrocarburos pero no mucho más. Río Negro y Tierra del Fuego no comparten una agenda.
Neuquén y Río Negro, en cambio, tienen afinidades de sobra, empezando por las cuencas hídrica y petrolera. Pueden establecer criterios comunes en cuestiones de cobro de tasas o establecimiento de cánones. Y así lo están haciendo.
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