Oscar Albrieu Roca, el percusionista de Regina que dirige la música que le cambia la vida a muchos chicos
Especializado en vibráfono y música contemporánea, formado en Roca, es actualmente el coordinador del Programa de Orquestas Infantiles de la Ciudad de Buenos Aires, adonde miles de chicos de barrios populares encuentran en la música una esperanza.
Todos los sábados a la mañana, en los pasillos del porteño Bajo Flores, empiezan a aparecer por los pasillos de la villa chicos con trombones, con clarinetes, con distintos instrumentos. La escena, que se repite en los barrios de menores recursos de la Ciudad de Buenos Aires, parece lejana, ajena. Pero el responsable de que eso ocurra, no.
El hombre que coordina el Programa de Orquestas Infantiles de la Ciudad de Buenos Aires desde 2019, se llama Oscar Albrieu Roca, es percusionista, especializado en vibráfono y música contemporánea, nació en Regina, se formó en Roca, en el entonces INSA (ahora Instituto Universitario Patagónico de las Artes, IUPA) y desde hace más de veinte años vive en Buenos Aires.
“Yo me fui de acá con la idea de dedicarme a la percusión orquestal, básicamente. Había entrado en la Orquesta Académica del Teatro Colón y viajaba todas las semanas porque la orquesta ensayaba de jueves a sábado y como estaba terminando la carrera o daba clases acá en Roca, todos los miércoles me tomaban colectivo, viajaba, y volvía. Cuatro años hice eso. Fue como una transición lenta: me fui mudando de a poco. Pero en el 2003 me convocaron para hacer una obra de teatro muy grande en el San Martín, con música de Gerardo Gandini y me tenía que instalar allá porque ensayábamos seis veces por semana. Así me fui quedando. Primero con la idea de dedicarme a la percusión orquestal, que lo hice durante varios años, pero después se fueron abriendo otras puertas que también me llamaron la atención, como empezar a tocar música popular, en ensambles de música contemporánea, seguir con la docencia y profundizar la docencia tanto en el Conservatorio Manuel de Falla como en las orquestas infantiles, en las que empecé a trabajar apenas llegué a Buenos Aires”, resume Albrieu, en una visita a Roca, para participar nuevamente y después de muchos años, en el 22° Festival Internacional de Percusión que organiza Fundación Cultural Patagonia.
El regreso lo vuelve sensible. Se emociona por el reencuentro con viejos colegas, por la despedida del alma mater del festival Ángel Frette, que este año se retiró; por tantos recuerdos en esos mismos pasillos, cuando se estaba formando.
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Aquella escena lejana del Bajo Flores se repite todos los sábados a la mañana en muchos barrios populares: hay tres orquestas de Lugano, en Parque Avellaneda, Constitución, dos en la Villa 31 de Retiro, en Balvanera, La Boca, Barracas, Flores, Mataderos y Caballito. En esos lugares en los que las cámaras suelen enfocar casi exclusivamente para hablar de pocas posibilidades, de drogas, de violencia, también hay esto: la posibilidad de la música, la posibilidad de ser parte y de hacerla sonar.
En octubre del año pasado, el programa fundado por el pianista Claudio Espector en 1998 en Villa Lugano y que ahora coordina Albrieu, celebró 25 años. Hicieron un gran festejo en un estadio, armaron una orquesta con más de dos mil chicos.
Los números del programa son así: el cuerpo docente está integrado por 220 profesores; estudian música en las escuelas públicas a través de este programa unos 2000 chicos y a lo largo de los años, ya pasaron cerca de 25.000 alumnos.
Entre las 220 personas que integran el cuerpo docente, hay maestros de música, asistentes y pedagogos que resultan clave para poner en marcha todo el sistema y, algo central, proteger el vínculo de los chicos con el Programa y conseguir la atención y el compromiso de las familias. Lo que deben conseguir es que no abandonen, que no dejen de ir por temor a lo que puede pasar en las calles o porque simplemente no pueden tener un espacio disponible para ensayar en casa con el instrumento que la orquesta les ofrece. “Garantizar un espacio para que ensaye un chico que toca la trompeta y vive en un ambiente con otras siete personas de su familia también forma parte de nuestro trabajo”, cuenta Albrieu.
“El programa funciona en distintos barrios, sobre todo en los barrios más postergados de la Ciudad de Buenos Aires, donde los chicos y chicas tienen menos acceso a la posibilidad o a ejercer su derecho a la educación musical. Depende del Ministerio de Educación, entonces funcionamos en escuelas, a contraturnos y los días sábados. Es un programa que para mí reúne dos cosas que son muy importantes, que es la parte artística y la parte docente con la parte social y con tratar de que básicamente los chicos y chicas puedan ejercer su derecho a la educación, en este caso la educación musical”, dice, reconcentrado.
– Y en todos estos años ¿ qué has visto que ha hecho la música no sólo en ellos y sus familias, sino en los barrios?
-Para nosotros, algo muy importante en el programa son las reuniones con las familias. Es un termómetro para ver cómo está funcionando el programa o determinada orquesta. Y siempre surge, hasta ahora, esta cuestión de que a los chicos y a las familias les modificó la vida participar de una orquesta. Inclusive uno ve cómo se modifica la geografía del barrio. Cuando uno empieza a ver, a las 9 de la mañana, por los pasillos de la villa, a los nenes que van caminando con sus instrumentos a clase. Eso es fuerte, es impactante. Y lo es a nivel, no solo familiar, sino también a nivel social. Por supuesto que hay cosas que no se pueden modificar ni a través de la música, ni por más buena voluntad o todo lo que pongamos, hay cosas que no se pueden modificar.
Pero sí hay algo que se modifica. Hay una visión del mundo que se modifica y que se amplifica para esa familia. Este año, por ejemplo, tenemos seis conciertos en el Colón con los chicos. O tenemos ciclos en la legislatura que son lugares hermosos y los ves todo cambiaditos, todas las familias preparadas. Es impactante. Y eso modifica, ¿no? Modifica la concepción que ellos mismos tienen de sí mismos porque muchas veces son invisibilizados y pasan a estar arriba de un escenario y aplaudidos.
Oscar Albrieu Roca
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Eso, creo es como lo más fuerte y más importante del trabajo que hacemos. Por supuesto, la formación musical es fundamental porque es la herramienta que tenemos. Nunca vamos a resignar eso por nada: enseñar con calidad. Pero lo otro es muy fuerte y muy impactante, de verdad. Y realmente se logran cambios.
También hay cosas más concretas. Muchísimos de los exalumnos ahora trabajan con nosotros o tocan en la Sinfónica Nacional, en la Filarmónica, en la Orquesta Estable o en distintas orquestas y bandas profesionales del país o enseñan en conservatorios. O sea, es un ciclo que ya empezó a rodar.
–¿Hay algo de tu formación acá que haya servido de germen de ese interés en participar en las orquestas?
-Seguramente. Yo recuerdo mucho las charlas y las peleas con Tilo (Rajneri, padre). Pero siempre me llamó mucho la atención, me interesó cómo él estaba siempre un paso más adelante. En aquel momento, yo me quejaba porque no se podía ir en bermudas al Insa. Pero él me hablaba de una cosa mucho más global y más importante que venir con bermudas. Y de las peleas esas aprendí un montón. Digo peleas pero eran lindas discusiones, teníamos muy buena relación. De esas charlas aprendí sobre todo esta cosa muy fuerte de la educación pública. Creo que eso me lo dio haberme formado acá. Esa visión.
-¿Y hay algo que haya cambiado a partir de las elecciones o de las disposiciones de este gobierno con respecto al invertir en cultura?
-Yo trabajé también muchos años en un programa nacional de orquestas. Coordinaba la parte de percusión de un programa nacional que tenía 150 orquestas y 150 coros. Y eso prácticamente se desmanteló. En el caso de las orquestas de la Ciudad de Buenos Aires, se mantiene, e principio porque al ser otra jurisdicción, no influye directamente. Pero para mí es importante no perder la batalla del cambio cultural. Esta cosa que se quiere imponer de que la cultura es un gasto, que no importa si se cierra una orquesta o se cierra un cine, que si se cierran no pasa nada, me parece horrible. Me parece que esa es la batalla cultural que no tenemos que perder. Por eso, a mí me interesa mucho hablar con las familias o con los alumnos y alumnas más avanzados, más grandes, y explicar esto, que cuando dicen que hay que hacer un recorte en cultura, son los instrumentos que vos tenés, son las clases que vos estás tomando. Me parece que hay que defender eso.
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