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Se desconoce mucho sobre cómo financiar las universidades

Gobierno, partidos políticos y rectores no observan los errores donde se genera el mayor valor de la economía, el conocimiento. E ignoran posibles fuentes importantes de recursos, como las patentes y los aportes de ex alumnos exitosos.

Cuando por la crisis económica el Estado limitó los recursos a las universidades públicas, se originó una multitudinaria marcha estudiantil contra el gobierno, aprovechada por políticos opositores, dirigentes gremiales y hasta piqueteros. Se difundieron críticas, ninguna de las cuales tuvo en cuenta el origen del problema: es un error que sólo el Estado sostenga a las universidades públicas. Veamos por qué.

Desde hace décadas el mayor valor de la economía es el conocimiento. Los países avanzados son los que más invierten en investigación y desarrollo (I+D), en investigaciones innovadoras que, transferidas a la industria, producen alto valor agregado. Brasil, primera economía latinoamericana y entre las primeras del mundo, es el único de la región que invierte más del 1% del PBI en I+D: 1,17%. Argentina: 0,52%. Estados Unidos, primera economía mundial, invierte 3,46% de su PBI. China, segunda economía mundial, 2,43%. Es clara la relación entre dicha inversión y el lugar que ocupa cada país desarrollado.

Las investigaciones se realizan mayormente en universidades, que cobran regalías de las industrias cuando éstas exportan innovaciones creadas por los científicos. De las 66 universidades públicas y 52 privadas de la Argentina, muy pocas investigan. Una parte mínima de los recursos que da el Estado a las públicas se destina a investigación, y las privadas prácticamente no investigan. Nuestro Premio Nobel Bernardo Houssay decía que si una universidad no investiga, no genera conocimientos, es una “escuela técnica”.

Más grave aún es que nuestras universidades, en su mayoría, no protegen sus conocimientos. Cuando un científico publica en un paper internacional un conocimiento innovador, sin estar previamente protegido por patentes, pasa a ser de dominio público y puede apropiárselo otro país.

Lo comprobaron profesores de la Universidad Nacional de Quilmes, en dos investigaciones publicadas en Journal of Technology Management & Innovation (2012 y 2018). En la primera vieron que laboratorios farmacéuticos, universidades y centros de investigación del exterior patentaron conocimientos de calificados científicos de dicha universidad.

La segunda investigación mostró que Estados Unidos, Inglaterra, China, Alemania, Francia, Canadá y otros países se apropiaron, con 341 patentes, de conocimientos de 94 científicos argentinos financiados por el Estado. Con esa apropiación lograron innovaciones que transfirieron a industrias, cobrando las regalías correspondientes.

Un estudio mostró que la UBA, con centenares de trabajos publicados por año, solamente solicitó 39 patentes en 40 años (1973-2013). Desde su creación (1821) no llegaban a un centenar sus solicitudes de patentes, mientras el Instituto Pasteur de París, creado mucho después (1887), registraba casi 6000 solicitudes.

La UBA, el CONICET, el INTA y el INTI, la Comisión Nacional de Energía Atómica y otras universidades tienen investigaciones de excelencia que se regalan al mundo. Así las universidades públicas dependen de magros presupuestos oficiales.

El costo de las patentes es muy menor frente a los beneficios que se obtienen. Sino sufrimos dos perjuicios: falta de fondos para las universidades y elevados gastos de importación para el país.

La estadística sobre solicitud de patentes en la Argentina es alarmante. Como lo demuestra la publicación Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT 2023): Estados Unidos, en la última década medida (2012-2021), solicitó un promedio de algo más de 286.000 patentes/año; sus solicitudes crecieron en dicho período de 268.782 a 285.113. Brasil solicitó en el mismo período un promedio de algo más de 7.800 patentes/año, también con crecimiento. Argentina solicitó un promedio de 567 patentes/año, habiendo disminuido sus solicitudes un 42%: de 697 (2012) a 406 (2021).

El caudal de los alumnos

Otra importantísima fuente de recursos para las universidades son las donaciones. Christian Bréchot, como director del mencionado Instituto Pasteur, decía a sus donantes: “Más del 30% de nuestro presupuesto proviene de vuestra generosidad. Gracias a ella podemos realizar nuevas investigaciones. Nosotros necesitamos de ustedes.” Estados Unidos apela a ex alumnos exitosos, que agradecen su posición económica por la formación recibida. Es el caso de Garald Chan, de Hong Kong, que aportó a Harvard en 2015 la más alta donación que esta universidad recibió en su historia (US$ 350 millones), superada en 2016 por la de otro ex alumno, John Paulson (US$ 400 millones). La mayor donación a una universidad en el mundo fue hace unos años de US$ 1000 millones a la Universidad Vedanta (India). Y este año Ruth Gottesman, de 93 años, ex profesora de la Facultad de Medicina Albert Einstein en Nueva York, dio las gracias a su fallecido esposo, David Gottesman, por dejarle los medios económicos para donar también US$ 1.000 millones a dicha facultad. En 2023 las universidades norteamericanas recibieron donaciones por US$ 50.700 millones, habiendo alcanzado un récord mundial en 2022: US$ 50.900.

Nuestras universidades ¿cuántos ex alumnos exitosos formaron? La Asociación de Ejecutivos en Desarrollo de Recursos, creada hace 23 años, reúne a 250 fundraisers capacitados en el arte de obtener donaciones.

Las universidades deberían contar con ellos, como lo hacen los países desarrollados. Son valiosos los avances científicos que pueden mostrar, además de interesar a empresarios argentinos exitosos formados en dichas instituciones. Aquí también el costo de un fundraiser es menor frente a las donaciones que obtienen.

Hace unos años Brasil vio que en Estados Unidos universidades como Harvard o el MIT (Massachusetts Institute of Technology) recibían importantes donaciones de exalumnos empresarios, constituyendo los denominados endowment funds. Es un capital que se invierte y sus intereses se destinan a la universidad y a acrecentar el mismo capital, que nunca se reduce. Varias universidades brasileñas ya reciben estos fondos de exalumnos empresarios.

El endowment fund de Harvard, en 2018, era el más alto del mundo: US$ 39.200 millones; su presupuesto anual: US$ 5.000 millones. En 2023, el endowment de Harvard fue de 50,7 mil millones de dólares, el mayor patrimonio siendo académico del mundo.

* Director Ejecutivo de Fundación Sales, orientada a la investigación científica, la difusión de la poesía y la economía del conocimiento.


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