Adicción a internet: cuál es el impacto en las adolescencias

Una investigación liderada por University College de Londres reveló cómo el uso de las tecnologías afecta el cerebro. La opinión de una psicóloga y una neurológa infantil.

Ya casi no existe «el salir a jugar afuera», ni hablar de leer. Por lo general, distintas tareas o juegos son acompañados de fondo por reels que se exhiben en el teléfono celular. Hasta el paso por el baño es más largo a causa del uso del aparato. Por las noches, en la oscuridad de las habitaciones solo resalta la pantalla del celular. Y aún en las juntadas de adolescentes, la mayoría no larga el teléfono. Las charlas se desarrollan mientras se chequea la pantalla.

Las excusas para pasar largas horas conectados al celular son de los más diversas. Lo cierto es que termina generando una adicción y esta problemática ya disparó diversos estudios a lo largo del mundo.

Una investigación publicada por la revista PLOS Mental Health reveló que para los adolescentes diagnosticados con adicción a Internet, la señalización entre regiones del cerebro importantes para controlar la atención, la memoria de trabajo y otros aspectos, estaba alterada.

Esta investigación liderada por University College de Londres se basó en 12 estudios de neuroimagen de cientos de adolescentes de 10 a 19 años entre 2013 y 2022. La conclusión es que la adicción a internet entre adolescentes se asocia a una alteración de la señalización en las regiones del cerebro que intervienen en múltiples redes neuronales.

Estas redes cumplen un rol importante en el control de la atención, la capacidad intelectual, la memoria de trabajo, la coordinación física y el procesamiento emocional. A la vez, todo esto repercute en la salud mental.

«Que el celular es un objeto de consumo que genera adicción ya está puesto sobre la mesa«, sintetizó Clara Oyuela, escritora y psicóloga de San Martín de los Andes que, desde 2018, realiza experimentos de desconexión al celular durante cuatro días.

En un primer momento, fue ella misma quien decidió experimentar el no uso del teléfono, luego llevó adelante la iniciativa con 30 adolescentes de 16 años, le siguieron adultos de 35 a 45 años, más tarde se sumaron voluntarios mayores de 18 años, a través de las redes sociales, y finalmente, un grupo de empleados municipales de San Martín de los Andes. Su estudio abarca a unas cien personas.

«Básicamente, les paso el protocolo de desconexión por cuatro días. Se trata de apagar el celular, comunicarse por mail y escribir una crónica por día. Un registro diario de lo que va apareciendo a nivel físico, emocional y psicológico«, detalló Oyuela.

Aclaró que «no se trata de resistir con uñas y dientes a no prender el celular»: «Si necesitas prenderlo, la idea es registrar en qué situación se genera esto. La idea es que la desconexión sea espontánea», describió.

Según este trabajo, ante la desconexión, en el 90% de los casos aparecieron síntomas de abstinencia vinculadas a la adicción. «En los adolescentes aparecieron frases muy rotundas. Aseguraban usar el celular 50 horas por semana, unas 7 horas por día. Me decían: ‘No lo uso y me tiemblan las piernas, me sudan las manos, me quiero comer las uñas´«, precisó.

Tantos adolescentes como adultos reconocieron compartir la misma sensación de no saber qué hacer con el tiempo y atravesar un aburrimiento que, por momentos, se tornaba insoportable.

Pero también surgieron observaciones positivas: «Decían que sentían una mejor energía para encarar el día, que dormían mejor a la noche, que recuperaron la concentación para el trabajo y las tareas cotidianas, que los vínculos se enriquecían y había regresado el hábito de lectura. Hoy en día, uno lee un párrafo y te distraés con el celular».

Baja tolerancia y menor rendimiento escolar

La pediatra y neuróloga infantil, Elisa Pérez, reconoció que hay mucha preocupación por cómo el uso, la exposición y la adicción a las tecnologías puede afectar a niños y adolescentes.

«Cuando hablamos del sustrato orgánico neurobiológico, sabemos que hay determinadas redes que, cuanto más usamos, más se desarrollan. Las redes neuronales que no usamos van descartándose», dijo la especialista en neurodesarrollo y agregó: «Si permanentemente estoy siendo estimulada de esta manera, tengo menos posibilidad de ver el bosque en vez del árbol. Uno sabe que puede haber consecuencias a largo plazo desde la comunicación y el impacto en la salud mental, el trastono del sueño, la ansiedad y la depresión«.

En relación al uso excesivo de la tecnología, resaltó que ya se advierten síntomas como la dificultad en la atención sostenida, es decir la posibilidad de permanecer mucho tiempo en un actividad como, por ejemplo, una película. «A veces ni siquiera es una serie. Puede ser un reel, algo bien cortito. Se realizan muchas tareas al mismo tiempo: se habla con alguien mientras se chequea el celular. En este multitasking que vamos desarrollando, la posibilidad de comunicarnos o entendernos es cada vez más reducida«, especificó Pérez.

Recién ahora se conocen las primeras recomendaciones respecto al uso de pantallas. La recomendación para los más chicos es que no usen nada y solo un par de horas para los menores de 5 años, siempre acompañados por sus padres»,

Elisa Perez, pediatra y neuróloga infantil.

La tecnología, subrayó, brinda «una respuesta, una recompensa inmediata» que genera una sensación de bienestar y adicción. «La vida es un proceso que lleva tiempo. Hay que esperar. Sin embargo, cada vez hay menos tolerancia a la espera, a escuchar, a poder entender y enriquecernos de la opinión del otro. En las redes, por ejemplo, uno termina consumiendo círculos de gente que piensa lo mismo que yo», puntualizó la médica.

Resaltó que esto afecta aún más en la infancia y adolescencia cuando «uno es mucho más sensible porque se va determinando». «Muchas veces, uno ve dificultades en la conducta, baja tolerancia a la espera, poco deseo de hacer lo que el otro demanda, menor rendimiento escolar, aburrimiento sin un estímulo permanente. Los chicos sienten que necesitan el celular y si no lo tienen, se sienten ansiosos, angustiados«, describió.

Apego

Oyuela comparó la forma en que uno está conectado al celular con «las teorías de apego entre padres e hijos en la psicología». «Cuando uno se desconecta del celular, en la mayoría de los casos, se produce una ansidedad abismal. Según muchos registros, la gente dice que llevaba el celular a todos lados -pese a estar apagado- porque los hacía sentir a salvo. Si uno lo deja en su casa y sale a hacer trámites, aparece como una especie de angustia ante la separación, igual que le pasa a un niño cuando va al jardín», comentó la psicóloga.

En sus experimentos de desconexión se manifestaron los mismos síntomas tanto en adultos como adolescentes. El problema, advirtió la especialista, es que son diferentes etapas de desarrollo madurativo emocional: «La adolescencia es una etapa vulnerable en la que uno no tiene herramientas para hacerle frente a la vida. Por eso, urgentemente hay que debatir la edad conveniente para acceder a un celular inteligente. Si el tabaco o el alcohol son objetos de consumo masivo y tienen un etiquetado que advierte sobre las consecuencias de uso, ¿por qué el celular que es protagonista de esta época no lo tiene?«.

Planteó la naturalización de un hábito en niños y adolescentes que «genera consecuencias muy graves en la salud mental«. En este sentido, la Unesco ya advirtió que el uso del celular en las escuelas afecta el aprendizaje y la vinculación. Por eso, ya hay países que implementaron estas políticas ante la provblemática.

«Urge plantear alternativas más creativas, sanas y responsables antes de la entrega del primer celular. Hasta los 14 años, un niño no debería tener un celular. Está la opción de los teléfonos que usábamos antes sin internet ni redes sociales donde la persona simplemente se comunica. Hay compañías que ya sacaron celulares modernos de ese tipo y ya están en el mercado«.


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