Murió Guillermo Pereyra, un caudillo político y sindical inclasificable
Un caudillo que representó mucho de lo que es Neuquén: una tierra de venidos y quedados como fue Pereyra, quien llegó de muy joven desde Mendoza y encontró en la actividad petrolera una oportunidad de crecer.
Guillermo Pereyra murió en Neuquén capital a poco menos de un mes de cumplir sus 81 años. Pero fue hace nada que había encarado su retiro, al traspasar la administración de la mutual y obra social del sindicato de Petroleros Privados. Fueron los últimos cargos que ejerció, tras una vida dedicada al gremio y a la actividad política con el Movimiento Popular Neuquino.
La trayectoria de Guillermo Pereyra fue tan extensa como pragmática y explosiva. Fue adversario de casi todos y también aliado de los mismos. Su relevancia en la escena política de Neuquén fue transversal a todas las décadas, desde el recupero de la democracia, y conforme creció su influencia como líder sindical de la principal actividad económica de la provincia.
Pereyra apoyó a Felipe Sapag, a Jorge Sobisch, a Jorge Sapag y a Omar Gutiérrez. También los enfrentó. Se paró en la vereda opuesta de Rolando Figueroa durante la campaña, pero luego mostró cercanía.
Disparó sin culpa acusaciones de «traidor» siempre que sintió que hizo falta, jugó una campaña sucia contra la entonces vicegobernadora Ana Pechen cuando le disputó las PASO del 2013, acusó a un directivo de YPF de tener «inclinaciones nazi». Como senador nacional, aportó un voto clave para legalizar el derecho al aborto para las mujeres argentinas. No se privó de nada.
Trabajó para la campaña de Sergio Massa, antes había acompañado al gobierno de Mauricio Macri y firmado la polémica «adenda» del convenio colectivo de trabajo para potenciar el desarrollo de Vaca Muerta.
Del inicio de la actividad en la formación no convencional de gas y petróleo también había sido opositor. «Sospecho que puede haber Banelco», llegó a sembrar dudas sobre los diputados de Neuquén cuando se trató el acuerdo YPF-Chevron para explotar Loma Campana.
Pereyra solía hablar de sí mismo en tercera persona, por su apellido o por el sobrenombre por el cual casi todos lo conocían, «El caballo». Hijo de un peón rural, pasó de changarín en una empresa petrolera en los 70 a dirigente sindical de anillo de oro y oficina omnipresente con vista a la ciudad. Empresario con palco en la cancha de River.
Un caudillo que representó mucho de lo que es Neuquén: una tierra de venidos y quedados como fue Pereyra, quien llegó de muy joven desde Mendoza y encontró en la actividad petrolera una oportunidad de crecer.
Como dirigente sindical y también como empresario de la industria. Pereyra supo construir un entramado de firmas asociadas a la actividad. Diario RÍO NEGRO publicó investigaciones que motivaron actuaciones penales, de las que resultó sobreseído.
Su muerte hoy le valió reconocimientos de todo el espectro político y gremial por su contribución al movimiento obrero organizado y los derechos de los trabajadores del petróleo, uno de los sectores mejor pagos del país.
«No soy historiador, ni escritor, solo soy un trabajador con un secundario nocturno hecho de adulto», se autodescribió en su libro «Coraje, historia del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa».
En ese texto, que Pereyra quiso dejar como legado, dijo que la huella humana «verdaderamente perdurable» es la de «abrazar una causa justa como verdadera razón de vida». «Luchar arduamente por los derechos de los que con su esfuerzo diario, no solo mantienen a su familia, sino que contribuyen activa y silenciosamente al crecimiento de su entorno cercano, al de su lugar de residencia y al de su país; es decir, luchar por los sagrados e innegables derechos de los trabajadores».
Comentarios