Con el campo en las retinas: los dibujos que enaltecen la vida de los puesteros en Neuquén 

Esquivo de las fotos, Carlos usa sus ojos para guardar todo lo que ve en cada viaje al interior neuquino. Convertidos en dibujos, esos recuerdos se imprimieron en libro hace unos años y ahora el artista va por más. ¡Imperdibles las fotos!

Tiene su atelier en pleno centro de Cutral Co, en el hogar donde vive con su compañera, Susana Domínguez, también artista y docente. Pero no espera a que la inspiración le golpee la puerta, sino que sale a buscarla. De espíritu inquieto a pesar de sus casi 80 años, Carlos “Beto” Dupont es quien se propuso ilustrar la vida en los puestos (“no ranchos”, aclaró) del Neuquén profundo, con el sencillo pero noble fin de reivindicarlos. Y se apasionó tanto que buscó cómplices para que no fueran solo un montón de dibujos sueltos, convenciendo al historiador y amigo, Isidro Belver, para que con sus textos terminara de unir aquella obra viajera, nacida de la dedicación y la paciencia. Así nació el libro “Puestos Neuquinos, en tinta y pluma”, reuniendo 18 de esos trabajos, junto a un glosario de vocabulario gauchesco nativo.

Todo ese proceso dio fruto en 2021, con la presentación del resultado final, pero había comenzado mucho antes. Y siguió hasta este 2024, no solamente circulando entre escuelas y parajes a donde siguen llevando ejemplares de regalo, sino también en la esencia del nuevo material que están preparando para una muestra que ojalá salga a la luz después de septiembre. Los caminos de la veranada serán el eje en esta nueva etapa, anticiparon.

“Hemos tenido muy buenas repercusiones y cada vez que volvemos a tener un tiempo libre, salimos en auto para seguir recorriendo”, contó Carlos en diálogo con RÍO NEGRO. Tanto para él, como para su esposa Susana, la alegría más grande es cuando llegan a una casa que ya visitaron antes, donde dejaron un cuadro de regalo y que al volver, se encuentre colgado en la pared principal. “Si difundimos bien y avisamos con tiempo, ellos también nos acompañan en las muestras”, afirmó Dupont, orgulloso de sus paisanos que tanto le enseñan.

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«Nos juntamos a musiquear», con el recuerdo de las cuecas prohibidas que sonaron en Ahilinco. 

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De su tablero y lápiz salieron hace tiempo los bosquejos de la vida cotidiana en el Cajón del Atreuco, Pichi Neuquén o Ahilinco, entre otros tantos paraísos remotos de la Patagonia norte. No son retratos exactos del momento en el que visitaron esos lugares, sino más bien reconstrucciones después de pasar allí un rato, sin apuro, con tiempo para observar y no sólo de mirar al pasar, como haría un turista en excursión.

La magia se completa después, de regreso en el hogar, cuando pasa en limpio y repasa, sumando los detalles que guardó en su rutina. Los aportes y sugerencias de Susana, su colega que se sienta a pulir sus propios trabajos en la otra punta del atelier, ayudan a mejorar y perfeccionar. “Las fotos no me ayudan mucho, el asunto es parar, charlar con ellos y observar, todo es muy personal”, explicó Carlos, dejando en claro que ellos buscan la experiencia. La época más linda es entre diciembre, enero y febrero, camino a Moquehue, recomendaron, por ser uno de sus destinos más visitados.

Enamorado de su profesión, el experimentado profesor que pasó por las bellas artes y también por la escuela técnica, confiesa que aún hoy, a pesar de la edad, puede extenderse hasta siete y ocho horas dibujando, incluso hasta la medianoche. 

Belver se le parece en esa vocación tenaz por pasar tardes enteras haciendo lo que le gusta, quizás por eso se entendieron y se volvieron más amigos que antes, ayudados por las redes sociales, para achicar la distancia entre la comarca petrolera donde vive Dupont y el bello Huinganco, dónde eligió anclar Isidro. Desde allí charló con este medio para contar sobre su llegada al proyecto, aunque asegura que todo el mérito es del dibujante.

Y como escribir no le cuesta, compartió algo de lo que hilvanó pensando en esta idea que reivindica al poblador de esa tierra, que tantas veces recorrió: Todo está como era siempre, las bardas con los chivos, el viento en el puesto y el perro que pregunta. Un criollo neuquino de los tantos «neuquenizados por el viento», junto a cantores, payadores, observadores y preguntadores, se refieren a estos paisajes como «la soledad del puesto»… Pero soledad no es estar desprovisto de vida. Y acá está la vida que rebosa, retratada por la imaginación del que traza líneas y puntos precisos y del que las interpreta, a gusto”. Quien acepte la invitación, siéntase bienvenido a conocerlos más de cerca, frente a la plaza principal en Cutral Có o por Facebook, donde Belver vive haciendo de las suyas.

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