Feria del Libro: escritura, lecturas, periodismo, y la tiranía de los clics en la mirada de Leila Guerriero

La periodista y escritora Leila Guerriero fue la encargada de abrir el tradicional ciclo de Diálogos con Escritores y escritoras de la Argentina. Fue una clase de lectura y periodismo.

La apertura del ciclo «Diálogos con Escritoras y Escritores de Argentina», un clásico de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, tuvo este año a la periodista y escritora Leila Guerriero como protagonista. Fue una charla guiada por la periodista cultural Verónica Abdala, que intentó desenrollar no sólo la vida de una de las más brillantes periodistas de no ficción del país, si no también su modo de trabajar, sus lecturas, la importancia de esas lecturas para convertirse en periodista o escritora, y su mirada sobre el periodismo de hoy.

Puesta a definir un punto de partida para iniciar un texto, Guerriero eligió la mirada. «Para mí, para explicarlo claramente, es el lugar donde ponés la cámara. El lugar donde vas a poner tu punto de vista y ojalá no sea siempre en el mismo lugar. Creo que la mirada es como los abdominales, un músculo que se entrena”, dijo.

Recordó entonces que ese músculo lo viene entrenando «desde 1992 o 1993», cuando ingresó a la Redacción de «Página/30″, la revista mensual de Página/12». Ella, que no estudió periodismo, contó: “Me hice periodista en las redacciones, cosa que ya lamentablemente parece muy poco probable”. De aquellos días recordó a sus editores que, para escribir su primera nota sobre el caos de tránsito en la ciudad, le recomendaron que lea novela «Crash», del inglés J. G. Ballard. “No me sirvió de nada para la nota, porque es la historia de unas gentes a las que les gusta chocar, pero ese editor me abrió un mundo que me decía que tenía que mirar más allá de lo evidente”, dijo.

La mirada, el entrenamiento de ese músculo esencial, incluye en su caso alejarse de los lugares convencionales y comunes. “Todos miramos a la víctima como si fuera una especie de pobre ser, sufriente, sin matices, y a todos los millonarios como si fueran lacra. A mí me gusta buscar la complejidad, evitar la candidez; eso es fundamental para producir textos que reflejen un espectro completo de matices y temperaturas, explorando zonas incómodas pero esenciales para el entendimiento humano. El principal motor de aquel tiempo era evitar la candidez, no ir a la realidad mirando cosas obvias. Eso lleva tiempo”, dijo.

De aquellos años a hoy, su mirada se fue equipando, como le gusta decir: “Aunque fuera una persona que leía mucho y había ido mucho al cine, mi mirada se fue equipando de a poco. Fue fundamental para mi, enviciarme desde el comienzo, con el tiempo. Empecé a percibir muy tempranamente que el tiempo, enganchado en el texto, era fundamental. No sólo que hubiera tiempo para reportear y escribir, sino que el tiempo se sintiera en el texto, que el texto tenga días, noches, tenga escenas acá y otras más allá. Y eso tiene que ver con que a mi me gusta leer así. Me gustan los textos que se toman el trabajo de describir, de abrir escenas, de crear climas«, contó.

La nave madre del texto

“Cuando uno trabaja en este tipo de textos, el reporteo es la nave madre. Todo sale de ahí: si no hay reporteo, no tenés absolutamente nada. Por supuesto que hay que ir con una mirada propia. Reportear es correr un velo muy pesado, que cada vez se descorre más y uno ve mejor. Entonces, si querés resolver eso a los manotazos y correr el velo muy rápido, lo que producís es un cascote, no un texto. Uno se demora mucho tiempo en ver. Y entonces, aplicás el método de la persistencia, la resistencia, la insistencia. Eso se va refinando con los años”, dijo.

En los últimos 30 años, Guerriero publicó crónicas y perfiles en los diarios y revistas más importantes del mundo, además de publicar libros que son material de estudio de periodistas en las universidades y escuelas de periodismo: «Los suicidas del fin del mundo», «Frutos extraños», «Zona de obras», «La otra guerra», «Una historia sencilla», «Opus Gelber. Retrato de un pianista» y la más reciente «La llamada», editado por Anagrama.

“Lo que hago es un género, pero ese género no es mejor que los otros. No creo que la crónica sea superadora de la noticia o de la columna o de la corresponsalía de guerra. Son géneros muy distintos. Uno no le puede pedir a un colega que hace noticias, que se tome tres meses para contar algo. Lo que yo hago es producto de una inhabilidad también. Puedo tener cierta habilidad a lo mejor con la mirada, el trabajo con el lenguaje, la capacidad de conectar dos cosas que aparecen desconectadas, la posibilidad de entrar a los textos de una manera que no sea predecible; no darle al lector una cosa atada con moño; perturbar, incomodar, producir más la pregunta que la respuesta. Pero soy una absoluta inútil si tengo que hacer todo eso rápido. Si todos los periodistas fueran como yo, los diarios cerrarían en dos días porque soy torpe para eso, soy torpe para escribir rápido. Encontrar la voz es una cosa muy trabajosa”.

-¿Qué convierte a una crónica en una pieza literaria?

-Primero, que no tenga fecha de vencimiento. Para que eso ocurra, el tema tiene que estar muy bien reporteado, muy bien escrito, y tiene que tener una singularidad que trasciende la época en que fue escrito, como «Hiroshima», de John Hersey, u «Operación Masacre», de Rodolfo Walsh, que son textos que trascienden la temporalidad. Lo otro es que, como una gran novela o cuento, lo pueda leer un lector mexicano, un lector estadounidense, uno argentino, un español, etc, sin necesidad de que cada dos renglones tenga que buscar el contexto en otro lado. Un periodista narrativo sólido seguramente escribirá sobre la historia que está escribiendo, pero además habrá allí algo universal tan grande que hará que ese texto tenga mucha vigencia en el tiempo.

Durante la charla, Guerriero se refirió también a los últimos años y la actualidad del oficio. «Cuando trabajaba en el diario La Nación se hablaba mucho de «Periodismo ciudadano”. Odiaba esa idea. Un colega siempre decía que el periodismo ciudadano es como la medicina ciudadana: uno no anda por la calle con un tramontina pidiéndole a cualquier persona que te opere la vesícula. Yo creo que no todo el mundo puede ser periodista. Me parece que ha sido un disparo en el pie la idea de esta cosa participativa. Cuando uno escribe, debe escribir para un lector más inteligente que uno. Y así como yo no haría un puente porque no soy ingeniera civil, permítannos a los periodistas hacer lo que sabemos hacer que es chequear información, buscar fuentes de información distintas, equilibrar las fuentes».

El periodismo ciudadano es como la medicina ciudadana: uno no anda por la calle con un tramontina pidiéndole a cualquier persona que te opere la vesícula.

Leila Guerriero

-Es probable que las redes nos hayan puesto en un brete a los periodistas…, apuntó Abdala
-Yo creo que son los propios medios los que se han puesto en un brete. Dentro de esos medios, lo que yo veo es padecimiento en muchos colegas. Hay padecimiento que tiene que ver con que están completamente precarizados desde el punto de vista de los pagos y porque están completamente tiranizados por el click. Entiendo que incluso hay medios de comunicación que les pagan más dinero a quienes consiguen más clics, lo cual incide en la calidad de la escritura. Hay que titular de determinada forma, y para procurar que la gente se quede en la página todo lo posible, la información está como en el último párrafo asi el lector se queda más tiempo. Todas esas son perversiones que atentan contra el periodismo.

Como cierre, invitada por Abdala, leyó parte de «Arbitraria», que está incluído en el libro «Zona de obras» y que tiene algo que podría llamarse consejos (aunque ella no quiera darlos) para periodistas: “Cuando pregunten, cuando entrevisten, cuando escriban: prodíguense. Después, desaparezcan. Acepten trabajos que estén seguros de no poder hacer, y háganlos bien. Escriban sobre lo que les interesa, escriban sobre lo que ignoran, escriban sobre lo que jamás escribirían. No se quejen. Contemplen la música de las estrellas y de los carteles de neón. Conozcan esta línea de Marosa di Giorgio, uruguaya: «Los jazmines eran grandes y brillantes como hechos con huevos y con lágrimas». Vivan en una ciudad enorme. No se lastimen. Tengan algo para decir. Tengan algo para decir. Tengan algo para decir”.

Si querés ver la charla entera, esta es la transmisión:


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