Feria del Libro: sin Milei, pero con su fantasma presente
Con bastante gente por el feriado del Día del Trabajador, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires era hoy un hervidero a raíz de una noticia: Milei no vendrá finalmente a presentar su libro. Sin embargo, su presencia se nota en carteles, bolsas, pegatinas.
Afuera, Buenos Aires luce desierta, como cualquier feriado gris. Adentro, en el predio de la Rural, donde se realiza la 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, no tanto. Hay familias, hay grupos de jóvenes, hay parejas, hay cientos de fanáticos de Gabriel Rolón esperando desde hace horas que el autor les firme un libro. Aún así, adentro, no hay muchas ventas (30% menos según los primeros y rápidos cálculos de los expositores), hay espacios vacíos y hay, por sobre todas las cosas, imágenes que marcan que esta feria aparenta ser la más política de los últimos tiempos.
Por ejemplo, esto: si no fuera el 2024 que es, hoy, la Feria seguramente recordaría al escritor neoyorquino Paul Auster, muerto en la noche del martes por las complicaciones de un cáncer de pulmón, por encima de cualquier otro tema. Pero en el stand de Anagrama, la editorial que lo publica en el país, apenas están algunos de sus libros exhibidos sin nada que les de mayor relevancia que a los de Hernán Díaz, Leila Guerriero, o Mariana Enríquez, otros escritores de la casa. No hay un cartel que lo recuerde. No hay nada.
En cambio, lo que ocurre es esto: en los pasillos, entre los libreros y exhibidores, entre los visitantes, de lo que se habla es de que Javier Milei finalmente desistió de venir el domingo 12 de mayo a presentar su libro, «Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica» (Planeta), junto al diputado José Luis Espert. Lo celebran. «Una buena», dicen, y comparten la sonrisa con los escasos compradores que llegan hasta las cajas de los stands. «Era una provocación», dice una mujer, en otro stand. «Qué alegría», dicen otro más. «Qué alivio», suspira la mayoría.
La ahora suspendida presencia del presidente el próximo domingo le estaba ganando en dimensión a la propia Feria, a los libros, a la cultura. La relación del gobierno de Javier Milei y la Feria del Libro de Buenos Aires nació averiada. Mucho antes de que se monten los stands, el gobierno nacional ya había dicho que este año, por primera vez en la historia de la Feria, no tendría stand en el evento más importante de la cultura porque, dijeron, el costo del alquiler y mantenimiento del stand en el Pabellón Azul –donde las áreas de Cultura, Educación y Ciencia y Tecnología compartían espacio– ascendía a trescientos millones de pesos. El vocero del gobierno, Manuel Adorni, aseguró que ese dinero se destinó al programa de compra de libros a mitad de precio de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip).
El tironeo siguió en la inauguración, el pasado jueves, cuando el titular de la Fundación del Libro, Alejandro Vaccaro, dijo: «Luego de despreciarla, no se sonroja y pide participar». Esta semana hubo tres acercamientos con Presidencia para organizar la presentación del libro en el predio que no pertenece a la Feria sino a la Rural, pero que era el que quería usar Milei. Y entonces, a la mañana, el presidente les dijo a Luis Majul y Esteban Trebucq en el programa radial El Observador, que cancelaría la presentación porque los encargados oficiales del acto habían advertido “hostilidad” hacia el primer mandatario. La relación, evidentemente, sigue averiada.
Puede que Milei no venga, pero su fantasma recorre los pasillos de la Feria. No lo nombran, no hace falta. En los stands, además de las clásicas novedades, hay carteles, bolsas, pegatinas que aluden a las medidas del gobierno o a las frases más famosas del presidente.
En el stand de Big Sur, por ejemplo, se venden con éxito bolsas de tela con la inscripción «Las fuerzas del Libro» a 9 mil pesos, una clara respuesta a las fuerzas del cielo, que tanto invoca el presidente. En el stand de la editorial Planeta dice, en letras enormes: Creemos en los libros; en el stand que reúne a las editoriales independientes Milena Caserola, y Tinta limón, Muchas Nueces, Heckht, y otras veinte editoriales independientes más, abrieron El Ministerio del Libro, una chanza que se viralizó y que muchos dieron por cierta porque reproduce la estética libertaria.
El lugar, comandado por el editor Matías Reck, monta cada viernes un micrófono abierto en el que la gente se acerca a dar sus propuestas para el Ministerio del Libro, y en el que sobre todo se oyen voces contrarias al gobierno. Otros van dejando post it que ilustran el ánimo de los que visitan la Feria: «Lee, no seas Libertario», «Fuera Milei», «Defendamos la educación, sin educación no hay futuro», «Caputo el que lee», etc. Las bolsitas del ministerio también se venden como pan caliente, a 5.000 pesos.
En el Stand 823, Laura Forni, editora, librera, a cargo del stand colectivo Click Federal, y secretaria de la Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI), explicó que la «primera semana fue muy compleja en ventas. La gente está interesada en los libros pero cuando les decís el precio, se queda pensando, no compra. De todos modos, para nosotros es importante, aun en este contexto tan duro y sobre todo después de un día como el martes, en el que se aprobó la Ley de Bases, que este sea un punto de encuentro, de sostenernos en lo colectivo».
En el patio central de la Rural, que conecta los distintos pabellones, hay puestos de comida y de café. También hay radios que transmiten desde ahí sus programas. Hay una Mafalda enorme, que reúne a muchos fanáticos que se sacan fotos junto a la inolvidable y siempre vigente creación de Quino. Del otro lado, vacía y con su enorme cartel «Cultivar el suelo, servir a la patria», está la pista central de la Rural, la que iba a usar Milei el domingo 12 de mayo, y la que por ahora seguirá así, vacía.
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