El Pincha fue el mejor de todos, lo dio vuelta y es tetracampeón
En un Mineirão infernal sacó pecho, se levantó y se llevó el partido ante Cruzeiro La Gata Fernández y Boselli fueron los goleadores. Verón, la gran figura de la final
Las lágrimas de Juan Sebastián Verón, la emoción de Alejandro Sabella, la entereza de Mauro Boselli, la garra y el corazón de un Estudiante que fue de punto a Belo Horizonte y se trajo el premio mayor, metió un pleno gigantesco y se quedó con su cuarto título continental en un Mineirão enmudecido, estupefacto. El Pincha no sólo se quedó con la corona a domicilio, sino que además dio vuelta el resultado, lo levantó, empequeñeció a Cruzeiro y gritó campeón.
A esta altura los elogios quedarán cortos para un equipo de gigantes, un equipo de hombres.
Estudiantes tenía un plan y lo ejecutó a la perfección. Sabía que en una cancha de 110×75 debía achicar los espacios, juntar las líneas y hacerse bien compacto.
La voz de mando siempre fue de JS Verón, y la Bruja fue figura. La lucha se planteó en la mitad de la cancha y por ese motivo, al menos en los primeros 45 minutos, Mariano Andújar no tuvo mayores preocupaciones.
La primera clara fue para el Pincha, con un pelotazo largo que Gastón Fernández aguantó con maestría, se le cedió a Leandro Boselli, pero éste la pifió.
Desde ahí creció Cruzeiro, lejos del jogo bonito pero a fuerza de centro y empuje. Lo perdió de cabeza Wellignton Paulista a los 22, el mismo delantero perdió con Cellay y Andújar casi adentro del área chica, y sobre los 27 Kléber le ganó por única vez a Cellay y Desábato, con muchas dudas en la etapa inicial, llegó al cierre antes que Wagner.
Promediando los 30 llegaron las peleas y desde ahí Verón se hizo dueño de los hilos del partido. Sobre los 32 Boselli se durmió casi mano a mano con el arquero Fabio y posibilitó la salvada providencial de Magrão.
La segunda parte comenzó como una pesadilla y terminó como el mejor de los sueños.
Sin brillantez, pero con empuje, el local fue un poco más en los primeros 10 del complemento y por eso halló la apertura del marcador, aunque con algo de suerte, porque el disparo de Henrique rebotó en el «Chavo» Desábato y descolocó a Andújar.
Pero lejos de bajonearse, Verón, Braña, Enzo Pérez y los demás sacaron pecho, se plantaron en el Mineirão como 11 gladiadores y se llevaron por delante a un equipo que presenció azorado la resurrección.
El 1-1 fue obra de la Gata, uno de los mejores de la cancha, después de un centro de Cellay tras un gran pase de Verón.
Desde ahí el Pincha fue puro coraje y corazón, se plantó en terreno ajeno, apeló a la mística y le dio vuelta el partido a un equipo al que apoyaban (y presionaba) nada menos que 64 mil personas. El 2-1 cayó desde las alturas con un córner teledirigido de Verón que cabeceó al gol Boselli, el máximo artillero de la copa.
Desde ahí Estudiantes manejó las acciones con sapiencia y sabiduría, mantuvo el balón lejos de las barbas de Andújar y, por sobre todas las cosas, borró de la cancha a los jugadores más peligrosos de Cruzeiro.
A todos los hinchas Pinchas el corazón les quedó en la boca a 4 minutos del final, cuando a la salida de un córner el recién ingresado Thiago Riveiro transformó su botín en un arma de fuego e impactó el balón en el travesaño. Y qué decir de la situación que tuvo el mismo jugador dos minutos más tarde, y la que perdió Thiago Heleno… Pero nada había que hacer, porque rey de América hay uno solo.
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