La felicidad no es ciencia ficción
Ray Bradbury, autor de "Crónicas marcianas", publicó un libro de 37 ensayos "informales" y muy personales sobre la escritura, la vida, París, el universo y el futuro.
Buenos Aires (Télam).- En el libro «Bradbury habla», el autor de «Crónicas marcianas» y «Fahrenheit 541» se sumerge en su propio universo para contarle al lector acerca de la escritura, de la ficción y de la vida, entre otros tópicos a los que imprime su sello personal con el que ha cautivado a millones de personas en todo el mundo.
«En mis últimos años, todas las mañanas frente al espejo, me encontraba con una persona feliz devolviéndome la mirada. Cada tanto me pregunto por qué soy tan feliz. La respuesta es que todos los días de mi vida trabajé sólo para mí mismo y por la alegría que surge del acto de escribir y crear. La imagen de mi espejo no es optimista, sino el resultado de un comportamiento óptimo», escribe en el prólogo.
El libro está dividido en 37 ensayos sobre temas diversos, algunos fueron publicados y otros quedaron archivados entre sus papeles. Hay un capítulo dedicado a su amada ciudad de París y otro sobre Los Ángeles, donde vive. Bajo el título «París, siempre destruida, siempre triunfante» el escritor se extiende sobre «la irónica diferencia entre la auténticamente estética y hermosa Francia y sus fracasos políticos a lo largo de doscientos años». Y rescata a su ciudad, Los Ángeles, en la que «uno encuentra la deliciosa libertad, especialmente de convertirse en la clase de escritor en que quiere convertirse».
Atravesando las anécdotas se suceden sus reflexiones acerca de la escritura como cuando compara el abordaje de la misma con «un viaje a ciegas, corriendo a toda velocidad, anotando las ideas mientras van apareciendo». Bradbury relata cómo la historia de sus libros es de lo más extraña ya que sus cuentos, ensayos y poemas «de pronto crecen y se ponen altos y fuertes».
«´Crónicas marcianas´, por ejemplo, nació en 1944 como una colección de cuentos, y en el camino acabó por civilizar a un planeta entero. Algo parecido sucedió con ´Sombras verdes, ballena blanca´. Mi vida en Irlanda, vertida en poemas y escenas teatrales, acabó por convertirse en una novela acerca de John Huston y Moby Dick».
En el capítulo «Remembranzas de un pasado de libros», el escritor se pregunta: «Y de los libros perdidos en el bosque de los Bibliófilos ¿cuáles serían los más fáciles de recordar? Los grandes libros, no: son demasiado complejos, cada uno a su manera. Pero James Bond, fácilmente recordado, podría ser liberado una vez más, sacudido por el tiempo, pero no revuelto». Y prosigue: «La mayoría de las narraciones de misterio permanecerían intactas, al igual que los grandes poemas. Pensemos en ´Las doradas manzanas del sol´ de Yeats o en ´La playa de Dover´, o en los cuartetos de Emily Dickinson, o en los poemas de la nieve de Robert Frost. Estos, siguiendo con la tradición de los antiguos contadores de cuentos, cruzarían el tiempo para llegar rebosantes de frescura y novedad».
También, agrega, «sería difícil imaginar ´El mago de Oz´ y ´Alicia en el país de las maravillas´ desfiguradas por una memoria inepta. Y las grandes obras de teatro, ´Hamlet´, ´El rey Lear´, ´Otelo´ y ´Ricardo III´, tal vez llegarían un tanto encogidas, pero ese lenguaje increíble resonaría por siglos y siglos».
Sin soslayar el tema de la ciencia ficción, que se cuela en estos «ensayos informales» como los bautiza, Bradbury manifiesta su interés permanente por el universo y considera que se trata de un milagro. «Hemos nacido aquí para atestiguarlo y celebrarlo». «El Cosmos se acrecienta a través de nosotros. Las cosas muertas del tiempo planetario se despiertan a la vida porque así lo decimos. Nosotros, pobres lombrices insignificantes, hemos soñado con un capullo de metal, vidrio y fuego, y hemos brotado de él como vulgares polillas, y luego como bellas mariposas, para cruzar el espacio y anular el Tiempo», escribe en el capítulo «Marte: muy cerca de la caverna, muy lejos de las estrellas».
«Quien sea amigo de los trenes es mi amigo», un ensayo escrito en 1968, describe la sensación de sus viajes a lo ancho de los Estados Unidos, «yendo en tren uno construye los caminos, hace crecer las granjas, cultiva los campos (…) hace retroceder la noche, enciende lámparas en cabañas solitarias, y de pronto amontona ciudades enteras, pequeñas y grandes…».
El futuro es el asunto omnisciente que se hace sentir en el libro, recién publicado por Suma de Letras: «Los problemas a los que se enfrentaron los hombres primitivos debían ser resueltos. Ellos soñaron con respuestas a las atroces preguntas; ésa es la esencia de la ficción que deviene ciencia». «Una vez que un sueño vívido se había vuelto realidad dentro de sus cabezas, ellos eran capaces de llevarlo a la acción. De modo que las criaturas de los viejos tiempos planearon para mañana y mañana y mañana (…) Lo que es verdad sobre ellos es verdad sobre nosotros», afirma.
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