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Hortencia, los cuentos y los versos que inmortalizaron el origen de Cervantes

Escritora y bien plantada, gracias a sus libros y poemas seleccionados se pueden conocer sus experiencias y el origen de esa localidad del Alto Valle. Hoy un Jardín de Infantes local le sigue rindiendo homenaje.

“Eso lo copiaste, eso no lo has hecho tú”, le gritaba su maestra en Paraná, delante de sus compañeros de escuela. Cómo hacerle entender a la estricta docente de otro tiempo que esta niña de ojos verdes – grises sentía a alguien “adentro suyo”, que le dictaba lo que tenía que plasmar en el papel. A pesar de la incredulidad, la estudiante insistió y mal no le fue: varios libros y premios a nivel nacional llegaron después, reconociendo el talento que había nacido con ella y que creció luego, a kilómetros de su ciudad natal, en el Alto Valle de Río Negro.

Las anécdotas pertenecen a Hortencia Gregoria Zamboni, escritora de cuentos y poesías que trascendieron el tiempo y que la ubican entre los destacados del norte de la Patagonia. Las contó ella misma siendo ya muy mayor, dos años antes de partir en 1999, ante el equipo que redactaba la revista de la CAIC (Cámara de Agricultura, Industria y Comercio roquense). Había llegado a los 90 años con sus recuerdos intactos.

Hoy, mientras sus restos descansan en el Cementerio Parque de Ruta 6, son sus obras las que siguen hablando por ella, como si hubiera pasado una vida preparando una herencia con su propia historia, para que la encontrara quien sintiera la curiosidad, un siglo después. “Ecos de mi Valle”, “Escribir es vivir”, “Completando un sueño” y “Como si hubiera sucedido ayer” son los libros que dejó, además de formar parte de publicaciones colectivas con trabajos seleccionados por el Centro de Escritores de Neuquén y el Fondo Editorial Rionegrino. Relatos de pioneros como tantos que llegaron a la región, pero con una forma de narrar estupenda, minuciosa y descriptiva.

“Todo era una extraña e inquietante novedad: el tren, el paisaje, la gente que nos rodeaba, desconocida y diferente. Mientras duró la luz del día, miré incansable, por la ventanilla”, contó sobre el viaje en el Zapalero, junto a sus padres Manuel y Dominga y sus cinco hermanos, rumbo al sur del Colorado, allá por septiembre de 1921. Continuaba la aventura después de llegar a Buenos Aires en barco desde el litoral y con esa misma actitud, se dedicó a contemplar paisajes, objetos, sucesos aquí en la zona, hasta que justamente el fundador de RIO NEGRO, Fernando Rajneri, empezó a publicar sus escritos y a alentarla, honrando su nombre sin usar seudónimos, estrategia que a veces se aplicaba con las escritoras mujeres.

En homenaje bautizaron con su nombre al Jardín N° 57 de Cervantes.

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Con el tiempo, para su inspiración se sumarían su esposo Giustino Pecini, su hijo Roberto, sus nietos, su nuera Mónica, sus amigos del Valle y los que encontró en sus viajes por el mundo. En íntimo diálogo interno, pedía en un poema que la dejaran sola cuando la vieran pensativa: “no te acerques, no me hables/ no rompas el encanto incomparable (…) de soñar despierta como siempre lo hago/ cuando mi alma dice el cantar que encierra/ y se eleva muy alto y se va de esta tierra/ al país del ensueño donde habita ese mago”, señalaba, como volviendo a recordar a ese ser que le susurraba desde adentro, en los años de escuela primaria.

Una foto de julio de 1932, en el semanario que publicaba este medio, la mostró a los 25 años, como ganadora de un certamen de belleza en el que eligieron a “Miss Roca”, en una década donde no abundaba el uso de imágenes en el impreso. Ya después, sería su pluma la que fue ganando notoriedad, como una actividad constante, que mantuvo incluso casada (algo tampoco habitual para el contexto social) y que disfrutaron hasta sus descendientes, en las cartas que les escribía y hasta en las tarjetas que elaboraba por cada acontecimiento importante de la familia. Lo hacía con la misma letra distinguida de la muchacha de “buena posición” entrerriana, que acá aprendió a juntar leña y a ayudar en las tareas de chacra, antes de que se fundara Cervantes. A falta de colegio secundario, fueron sus mayores los que se encargaron de ayudarla a sumar conocimiento, en las noches del hogar.

“La recuerdo como una mujer activa, muy bien plantada, buena mamá”,

dijo su hijo Roberto en diálogo con RÍO NEGRO.

Es el mismo que creció en la bodega que Giustino abrió ya en Roca con el tiempo, en la esquina de Mendoza y Alsina. Laura Marcoccia, profesora que aportó junto a Publifadecs para la tercera edición del libro “Como si hubiera sucedido ayer…” (2022), la describió como una dama “vigente”, “de personalidad fuerte, decidida y audaz”, que al leerla, “la retuvo en el asombro hasta las últimas páginas”, por la fortaleza que transmite en sus líneas para describir lo vivido, difícil y sacrificado, sin perder la calidez, la contención y el amor hacia los suyos. Agradecida, valoró el aporte costumbrista que de allí se desprende, para reconstruir la historia cervantina.

A pesar de la mudanza de Hortencia hacia Roca, el apellido Zamboni no se iría del pueblo que los vió resurgir, después de dejar todo en Paraná. Porque gracias a la donación de tierra para la construcción de la Escuela Monotécnica N°73 y el Jardín de Infantes N°57, hace unos años, el nombre de esta poeta y sus hermanos se volvió homenaje, en reconocimiento a todo lo que hicieron para el desarrollo del lugar. “No temáis a los fracasos, esta es tierra de sol y nieve. Nadie vence sin lucha/ si a luchar se atreve”, le dedicó nuestra protagonista entre versos.


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