Cierta libertad, no avanza: los tropiezos conceptuales no forzados de Javier Milei

El presidente arremetió de forma personal contra la cantante Lali Espósito, llamó “delincuentes” a los diputados que no piensan como él, y confesó que desprecia al Estado. Empecinado en su batalla cultural personal, tropezó conceptualmente contra sus propios y radicales dogmas económicos.

El diálogo tuvo lugar a mediados de diciembre de 2019 en la Televisión Nacional de Chile (TVN), exactamente dos meses antes de la irrupción de la pandemia. En el ciclo de debate político “Vía Pública”, el periodista Matías Del Río entrevistaba en exclusiva a un desgreñado y díscolo economista argentino que por ese entonces recién asomaba en la arena política, Javier Milei.


– ¿A qué le llamas ‘país libre’?
– Lo estoy midiendo en términos de los índices de libertad económica.
– ¿Es la única que vale? ¿Hay otras libertades no? Nosotros por ejemplo vivimos aquí (en Chile) en los años ‘80 en un país con mucha libertad económica y cero libertad política.
– ¿Y en qué derivó después?
– En que hubo tres mil muertos por ejemplo. Hubo decenas de miles de exiliados por ejemplo…
Fue premonitorio. La entrevista anticipó cuatro años antes el significado exacto del eufemismo preferido del presidente Javier Milei.


El dantesco espectáculo que ofreció esta semana el presidente en su arremetida personal contra una artista, deja en claro que la libertad de pensar distinto no forma parte de la lista de libertades a las que aspira llevar a los argentinos.

El furibundo ataque de Milei a todo aquel que se atreva a pensar diferente, ya no es la mera opinión de un economista, sino la pronunciación de la propia investidura presidencial estableciendo caprichosos límites para cercenar la libertad de expresión.


La misma conclusión se desprende de las palabras del mandatario cuando sin prueba alguna etiquetó lisa y llanamente como “delincuentes” a los diputados que tienen una visión diferente a la suya respecto al destinos del Estado y del país, y en consecuencia rechazan el mega proyecto de ley que pretendió imponer bajo amenaza en el Congreso de la Nación.


La diatriba en la que el propio Milei se entrampó a sí mismo, desnuda el abandono del más puro discurso libertario y anarcocapitalista al que el presidente decía adherir. Esto es la “libertad” como un estadío ideal en el que se supone al individuo despojado de cualquier tipo de intervención y control que altere sus propias decisiones de vida, y tomando por sí mismo el control de sus recursos y su propiedad.

Blanco. Milei eligió a la cantante como destinataria de sus críticas a los gobernadores.


En ejercicio del Poder Ejecutivo y utilizando los resortes del Estado que desprecia y a la vez administra, ese mismo Javier Milei comienza a trazar los límites de la libertad individual que dice proteger.
Su furibundo ataque a todo aquel que se atreva a pensar diferente, ya no es la mera opinión de un economista, sino la pronunciación de la propia investidura presidencial estableciendo caprichosos límites para cercenar la libertad de expresión.


El periodista chileno tuvo en aquella oportunidad la lucidez para ponerlo en evidencia: la única libertad a la que refiere Milei cada vez que apela a su más célebre consigna, es lo que él imagina como “libertad económica”.


Tropiezos conceptuales no forzados


Los flashes y las redes sociales colocaron el foco durante los últimos días en la injusta, violenta y asimétrica escalada discursiva del presidente de la Nación contra Lali Espósito.
No obstante, hay un detalle que pasó desapercibido para la mayoría, y es la enorme cantidad de contradicciones en las que incurrió el mandatario.


En cada una de sus intervenciones públicas durante la última semana, el presidente Javier Milei ofreció fuertes definiciones, pero a la vez en cada una de ellas, tropezó involuntariamente con sus propios argumentos.


Cuando finalizaba su gira por el exterior y en una entrevista exclusiva para el programa Quarta Repubblica de la televisión italiana, Milei reconoció algo que muchos hemos señalado desde hace tiempo: “Siento un profundo desprecio por el Estado. Yo creo que el Estado es una asociación criminal”, expresó.
Una interpretación lineal inmediata implicaría que Milei se admite a sí mismo como el jefe de una organización criminal. Pocas veces visto.

“Siento un profundo desprecio por el Estado. Yo creo que el Estado es una asociación criminal”.

presidente Javier Milei, durante una entrevista en Italia


Una vez arribado al país, el presidente recibió en la Casa Rosada al canal LN+. El diálogo tomó ribetes bizarros. Los periodistas preguntaron por el conflicto con los gobernadores por el recorte a los fondos educativos, y el presidente respondió hablando de los recitales.


El intercambio en la entrevista es imperdible y transcurrió de la siguiente forma.
-¿Por qué la Nación tiene que estar financiando permanentemente? ¿Estamos en un país federal? El problema es de las provincias, si los docentes no reciben la plata es porque los gobernadores están gastando mal la plata (afirmó el presidente).
-Las provincias se quejan del Fondo de Incentivo Docente, que no será girado… (acotó el periodista Pablo Rossi)
-Que bajen los recitales. Cuando Córdoba hace el Cosquín Rock, que es privado, sucede que en subsidios le dan 1.000 millones de pesos… (el presidente).
-Exenciones impositivas… (corrigió Rossi).
-Por eso, subsidios… (afirmó el presidente).


Lo primero que queda en evidencia una vez más, es que el presidente desconoce que el Fondo de Incentivo Docente no es una dádiva que otorga el Poder Ejecutivo nacional a las provincias como premio por su “buen comportamiento fiscal”, sino una partida que fue establecida por la Ley 25.053 en el año 1998.


Pero lo más llamativo, es que mientras abusaba de su investidura para arremeter contra una artista que lo criticó y contra los gobernadores que le impidieron aprobar la Ley Ómnibus, Milei terminó tropezando conceptualmente contra sí mismo.


Al equiparar las exenciones impositivas con los subsidios, el presidente abre un debate al que decía no estar dispuesto. El de las millonarias transferencias indirectas a las grandes empresas mediante desgravaciones y exenciones impositivas, propiedad de los personajes más ricos del país.


Es verdaderamente difícil obtener un número acabado del monto exacto que el Estado Nacional destina a incentivar la actividad privada resignando el cobro de impuestos, o en palabras del presidente Javier Milei, subsidiando a las grandes empresas.

Al equiparar las exenciones impositivas con los subsidios, el presidente abre un debate al que decía no estar dispuesto. El de las millonarias transferencias indirectas a las grandes empresas mediante desgravaciones y exenciones impositivas.


Sin embargo un sencillo ejemplo sirve como botón de muestra. La empresa Mercado Libre del empresario argentino Marcos Galperín, que en repetidas ocasiones ha manifestado su simpatía por las ideas del presidente, acaba de presentar hace poco más de tres semanas su informe de balance anual ante la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) de los EEUU. De allí surge que a raíz del Régimen de Promoción de la Economía del Conocimiento (Ley 27.506), la empresa argentina recibió exenciones impositivas por más de u$s 140 millones. Las mismas son contabilizadas en el informe como parte de las utilidades de la compañía.


La lista de empresas que reciben millonarias exenciones y desgravaciones, y que según Milei estarían siendo “subsidiadas” por el Estado Nacional, podría continuar con IECSA de la familia Macri, Grupo Techint de la familia Rocca, IRSA de la familia Elztain, o Aeropuertos Argentina 2000, de la familia Eurnekian.


Un segundo tropiezo conceptual radica en el profundo desconocimiento que el presidente manifiesta respecto al resultado económico que generan los eventos populares masivos.


La “teoría del derrame” con la que el presidente se identifica ideológicamente, supone que procurar el crecimiento de la actividad empresaria privada, genera a largo plazo el encadenamiento productivo hacia adelante y hacia atrás de la actividad principal, y “derrama” recursos en forma de salarios, logística, distribución, alquileres, rentas, actividades económicas cruzadas y satélites.


En su crítica a los recitales realizados en las provincias, Milei omitió el enorme derrame de recursos que se genera alrededor de un evento cultural masivo.
Fue exactamente esa la respuesta que eligió el intendente de Neuquén cuando el presidente dio me gusta a un usuario de “X” que hablaba de los $1.300 millones que costaba la Fiesta de la Confluencia.
Mariano Gaido eligió posicionarse en el terreno conceptual del propio Milei, para responder con la “teoría del derrame”.

Según el mandatario comunal, la Fiesta de la Confluencia genera ingresos económicos por $25.000 millones en rubros como turismo, comercio, hotelería y gastronomía, todos del ámbito privado. Actividades que pagan impuestos, y lejos de generarle gasto al Estado, fortalecen los ingresos del fisco en sus tres niveles.


El tercer tropiezo de Milei llegó el pasado jueves durante una entrevista con radio La Red. Consultado por la situación crítica que atraviesan miles de familias que han visto desplomarse sus ingresos reales, el presidente afirmó: “Va a haber asistencia a la clase media, para que los chicos no pierdan el colegio. Cuando se te caen los ingresos y tenes que cambiar a los chicos de colegio, eso es traumatizante para los padres y también para los chicos. Vamos a ofrecer el financiamiento para que las familias puedan seguir enviando a los chicos a su colegio. Va a haber vouchers para comprar útiles, para poder darle contención a la clase media”.


El debate acerca de los vouchers educativos, consiste en un cambio conceptual respecto al financiamiento educativo. Los libertarios entienden que hay que eliminar las transferencias de fondos a las escuelas privadas y públicas de gestión privada, y que esos fondos deben otorgarse a las familias de los alumnos. En otras palabras, la idea es dejar de financiar la oferta educativa, para comenzar a financiar la demanda.


La idea resulta interesante si se la considera como cambio de paradigma estructural para el sistema educativo, con padres que tienen en sus manos un “voucher” que les sirve como moneda de cambio y les abre la oportunidad de llevar a sus hijos al colegio que deseen. El debate ocupó buena parte de la campaña electoral de 2023, y desde La Libertad Avanza decidieron diluir su importancia de cara al balotaje de noviembre.


El presidente trae el tema de regreso y obliga a reflexionar nuevamente sobre sus implicancias. Las preguntas abundan y las respuestas escasean. ¿Cuánto dinero representará el voucher? ¿Se actualizará su valor mes a mes por inflación? ¿Las escuelas públicas también recibirán el financiamiento mediante los vouchers? ¿Las escuelas privadas estarán obligadas a aceptar los alumnos a cambio del voucher únicamente o estarán habilitadas a cobrar una “diferencia” por sobre el valor del voucher?

El regreso de los vouchers al libreto oficial no se relaciona ya con “la libertad de los padres para elegir libremente el colegio de sus hijos”, sino con la necesidad de sostener el poder real de compra del salario que se derrumbó un 50% en apenas dos meses.


El tropiezo no obstante, emerge por el momento en que Milei decide echar mano de una de sus más célebres propuestas. El planteo no surge en esta ocasión como una política pública pensada estratégicamente para generar un cambio de paradigma en el sistema educativo. Se trata más bien de un paliativo que el gobierno se ve obligado a adoptar por el impacto de la liberación de precios, tarifas y tipo de cambio que el propio gobierno implementó.


Lo cierto es que si el vocuher se implementa para “dar contención a la clase media”, se parece mucho a un subsidio. No se relaciona ya con “la libertad de los padres para elegir libremente el colegio de sus hijos”, sino con la necesidad de sostener el poder real de compra del salario que se derrumbó un 50% en apenas dos meses.


Guardando las distancias y las posibles diferencias en los fundamentos de origen, el esquema de asistencia a la clase media mediante vouchers educativos, luce muy similar al sistema de contención a la clase baja con la Asignación Universal por Hijo o el Plan Potenciar Trabajo.
Resulta ser entonces que el problema de Milei con los subsidios, no eran los subsidios en sí, como herramienta. El problema parecieran ser en cambio, los destinatarios de los mismos.


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