Raúl Barboza llega a la región: «Siempre fui un buscador de sonidos»

Radicado en Francia desde hace 36 años, Raúl Barboza está en la Argentina para una serie de shows, entre ellos, los que ofrecerá en la región desde el jueves próximo. En un cálido diálogo con Diario RÍO NEGRO, habló de su amor por el chamamé, de su partida a Europa y del objetivo que siempre persiguió: ser un músico libre.

Martes de este enero. Afuero todo parece a punto de estallar. Variables económicas que nadie entiende y de las que todos hablan. Y la vida, así indexada se hace cada día más insoportable. El calor no quiere ser menos y, como todo, también sube y ahoga. El mundo luce felizmente desquiciado. Sin embargo, allí mismo, ocurre el milagro: un remanso. Es la voz de Raúl Barboza.
Calmo, afable, sonriente, ese hombre que, con casi 50 años, decidió irse a Francia para ser libre y tocar el chamamé sin fronteras, el músico que hizo de ese chamamé un patrimonio de la humanidad cuando aquí, en su país, a nadie le interesaba; él, Raúl Barboza, el músico que supo que el chamamé también es un modo posible de tocar jazz, atiende el teléfono y dice: “Hay días que son tranquilos y otros que no lo son tanto”.


Instalado en su departamento en la Ciudad de Buenos Aires, como cada vez que regresa a la Argentina, Barboza, que vive en París desde 1987, atendió a Diario RÍO NEGRO por teléfono y mantuvo un extenso y muy cálido diálogo que recorrió su vida, sus sentimientos y su música. El próximo jueves llegará a Roca para dar comienzo una gira que también incluirá presentaciones en Neuquén, San Martín de los Andes y Bariloche (ver abajo), en el marco de su espectáculo “Chamamé sin Fronteras”.


“Hay días que son tranquilos y otros que no lo son tanto. Hay que viajar muchos kilómetros, ¿no? Y eso, hace algunos años atrás, para mí era un momento super agradable. Lo sigue siendo, solo que yo ya tengo 85 años (risas) Tengo que absorber el golpe y saber que necesito descansar más, dormir más, porque si no mi cuerpo no me aguanta. Salí de Francia, pasé por Brasil, hice tres vuelos, más un kilometraje de Buenos Aires a Corrientes. En tres días hice casi 2500 kilómetros y llega un momento que eso provoca una cierta intranquilidad. No creo que vaya a enfermar por eso, pero cuando uno sube al escenario tiene que estar con las antenas bien puestas. Yo soy un improvisador, no toco siempre el mismo tema, tenemos una forma de actuar con mis compañeros de estar pendientes uno del otro para poder en ese momento, es una interpretación diferente a la anterior y diferente a la que vendrá”, cuenta el artista que, en 2000, el gobierno francés de Jacques Chirac lo declaró Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres (Caballero de la Orden de las Artes y las Letras) y, aun así su voz, litoraleña y amigable, no deja ver ni un poquito todos estos años parisinos.

La historia de «Chamamé sin fronteras»


¿Por qué chamamé sin fronteras? “Es muy sencillo”, dice. “Yo no me fui para ver cómo era en otro lado, no, yo me tuve que ir porque yo, acá en Argentina, puedo decirlo sin rencores, no era llamado a tocar en los bailes, que eran los únicos lugares donde se tocaba chamamé cuando yo tenía 20, 25 años. El que me ayudó mucho fue el maestro Ariel Ramírez, fue gracias a él que yo entré a tocar chamamé en los teatros. No había músicos chamameceros, fui yo el primero. O el único que encontraron, tal vez. A mí me decían algunos hombres mayores que yo no tacaba el verdadero chamamé, y yo les preguntaba cuál era el verdadero chamamé y no me sabían explicar. Me decían ‘el que toca Tarragó’. Me llamaron de la compañía para decirme que yo no vendía discos y me ofrecieron que formara grupos para tocar tanguitos de los años 30, unas cumbias y un trio de chamamé con un cantorcito que cantara más o menos. ‘Raulito, te vas a llenar de guita’, me decían. Pero yo no podía aceptar eso porque yo no trabajo ‘para ganar guita’, yo trabajo para que el dinero que llegue a mi bolsillo sea el resultado de mi trabajo y no porque yo hice algo para llenarme de guita. Yo hago lo que a mí me parece que está bien hacer. Entonces le digo, me voy a ir a Brasil y me respondieron ‘Raulito –a mí me llamaban así- vos poder ir a donde quieras, tocar lo que quieras inclusive las cosas que ya están grabadas en la compañía, lo que no podés usar es tu nombre y lo que no podés sacar en esos discos es tu foto porque eso aún pertenece a la compañía por contrato. Yo me fui igual a Brasil, me fui con Bartolomé Palermo, un guitarrista maravilloso con el que toqué diez años. Llegamos y pensamos en qué nombre ponerle a la cosa, ya que no podía decir Raúl Barboza. Entonces, decidimos que la música era una música sin frontera y yo no era Raúl Barboza, sino un músico errante y entonces armamos el dúo Los Caminantes. Yo tocaba con las ideas de Cocomarola, con las ideas de Ernesto Montiel, de Isaco Abitbol, pero nunca los imité”.


«Obstinado (ensayo a dúo», el último single editado por Raúl Barboza, junto a Daniel Díaz


Cuando tomó la decisión de irse de la Argentina, Raúl Barboza era un músico de casi 50 años con más de 30 discos grabados, entre propios y colaboraciones; había hecho giras por el mundo y recibido diversos premios y reconocimientos. Pero sabía, porque se lo habían hecho saber, que el chamamé no tenía su lugar ni su reconocimiento y, a mediados de 1987, se fue a París junto a su esposa. Y allí, en la capital francesa, el mundo supo de esa maravillosa música del litoral, a veces alegre, a veces melancólica, la abrazó y la convirtió en música del mundo. Pero para ello hubo que recorrer un largo camino. Ese que a veces hay que recorrer para lograr estar debajo del árbol que uno quiere estar, dirá Barboza.

Raúl Barboza y la carta de Astor Piazzolla


“Yo no entusiasmé a ninguna discográfica (risas) Yo trabajé porque me ayudó Ariel (Ramírez). Pero yo vi que mi música no era apreciada y entonces me vi en la obligación de irme. ‘Nos vamos, que te parece si nos vamos’, le dije a mi esposa. Yo sabía que a Estados Unidos no quería ir, entonces miramos a Europa y elegimos París. A Paris llegó Gardel, ahí estudio Piazzolla, por ahí pasó Mercedes Sosa, pero nunca pasó el chamamé, ¿por qué no vamos ahí? Y fuimos con una platita muy justa. Yo no hablaba francés, tenía unos pesos que me habían quedado de mi última gira con Horacio Salgán de tango y chamamé por Japón, cada uno con sus músicos. Astor Piazzolla se enteró que estaba allí y escribió una carta de presentación. A partir de ahí todo cambió. Yo fui a tocar y a hacer escuchar chamamé a los franceses. Fui para que el chamamé sea conocido y fue así que por primera vez escucharon la palabra chamamé en Europa y por primera vez escucharon la música de chamamé en Europa”.


En aquella carta, decía Astor: “Yo sería incapaz de tocar un chamamé. Porque para tocarlo, hay que nacer en esa región. Cocomarola, Abitbol, Montiel. Y ahora, Raúl Barboza, que tiene toda mi consideración”. El autor de “Adiós Nonino”, carta de presentación mediante, lo recomendó para que tocara en el Trottoirs de Buenos Aires, un reducto tanguero de París que había sido apadrinado por Julio Cortázar.
¿Qué del chamamé llamó la atención de los europeos? “El sonido”, no duda en responder. “Era algo que les llamó la atención, además yo manejaba la mano izquierda porque yo lo había escuchado a un músico en Argentina que tocaba el acordeón a piano y me enloqueció y me puse a estudiar la mano izquierda. Yo toco el bandoneón con la mano izquierda, pero costó años. Yo ya tenía más de 40 años cuando empecé a tocar con la mano izquierda. La usaba como ellos no la usan y se encontraron con ese sonido nuevo que era el chamamé”.


Y con el chamamé convertido en música del mundo, Barboza comenzó a tocar con músicos del mundo. Fue invitado a festivales de jazz como lo s de Montreaux y Montreal. En este último, Barboza se sorprendió de tal invitación y dijo “muchachos, yo no toco música de jazz. No hago ese repartió”. Vos crees que no tocás jazz, le respondieron. Pero sos uno de los nuestros, vos sos un improvisador, cambiás de tonalidad, hacés ritmos sincopados porque de repente cambias de tono… estás improvisando. Vos sos un musico de jazz que toca chamamé.
Barboza grabó en Argentina unos 40 discos y otros 18 en Francia. Pero no es todo: editó discos en Brasil, Japón, Alemania, España y Holanda. “Mi trabajo es el de ir y tocar completamente libre, estoy completamente liberado de todo”, sostiene. “No es fácil, soy un musico que está liberado a suerte y es lo que yo decidí ser y porque mi esposa me acompaña”.
A pesar de sus años en Francia de las múltiples experiencias con músicos de diversos géneros y orígenes, Barboza sostiene que su música no cambió demasiado: “Yo siempre fui un buscador de sonidos, como el que busca una palabra que no conoce y va al diccionario. Y esa palabra trae miles de ideas. Yo no estoy tocando muy diferente a como tocaba cuando tenía 30 o 40, yo tenía 50 años cuando me fui de acá, no tenía 20. Cuando me fui ya tenía un estilo de música hecho y cuando me fui encontré allá con mucha gente, músicos clásicos que venían a verme porque yo toco un instrumento diferente, hay sonidos que son diferentes y yo nunca cambié mi ruta, yo creo que hubiera tocado igual si no me hubiese ido. Lo que ocurre es que yo me sentí completamente libre, liberado de que alguien me diga ‘eso no es el verdadero chamamé’”.


«Chamamé sin fronteras»: las fechas de Raúl Barboza

Jueves 1 de febrero, en Casa de la Cultura (9 de Julio 1043, Roca).
Viernes 2 de febrero, en Teatro Desafíos (Brentana 46, Neuquén).
Domingo 3 de febrero, en Espacio Trama (Gral. Roca 310, San Martín de los Andes).
Lunes 4 de febrero, en Camping Musical (Vivaldi 1000, Llao Llao, Bariloche).

Entradas en venta en boleterías de las salas y por sistema a través de entradauno.com.


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