Un largo y difícil embarazo
Martín Corbelli, de 31 años, junto a algunos vecinos jóvenes, relataron cómo se sobrelleva la vida en ese lugar. «Hace un año que vivimos acá. No saben las ratas, los alacranes, las víboras que hemos encontrado adentro de la casilla», empieza relatando el muchacho que vive junto a su esposa Mariela Deluchi y sus tres chicos, Santiago de 6 años, Lautaro de 4 y Morena de 3 meses.
Mariela sobrellevó todo su embarazo en «la Toma».
«Varias veces me tuvieron que evacuar. Como Martín trabajaba en el campo y venía cada 15 días yo estaba sola. Un día, cuando la bebé era recién nacida el viento empezó a levantar las chapas y entraba tierra a la casilla. Tuve que pedir auxilio, vino mi vecina Mónica a ayudarme y me fui a dormir a la casa de ella», recuerda ahora sonriente después de semejante trance.
Secuelas por el frío
Martín cuenta: «Morena tiene unos problemitas respiratorios, por el frío y la humedad que pasó la madre en el embarazo».
«Un día llovió tanto que tuve que dormir en el suelo mojado», lo interrumpe su esposa. El humo de una vela derretida y vuelta a solidificar innumerables veces se impregna en la pequeña habitación donde al caer la noche duermen Lautaro y la bebé. Santiago está con hambre y aguarda la comida, calentándose los pies junto al fuego que hizo su padre afuera. Distintos humos que se mezclan en una noche que, por suerte, presenta un cielo explotado de estrellas y sin viento.
Aseguran que sintieron discriminación cuando quisieron anotar a Santi en la escuela, desprecio cuando la municipalidad amenazó con sacarles el terreno y pasarle la topadora, impotencia ante la lluvia y el viento que se cuela por las hendijas y agradecimiento ante las muestras de solidaridad de muchos militantes sociales o vecinos comunes que se acercan a dar una mano.
«Herminia, la mujer del hielo, es una masa. Cada vez que hace calor viene con su auto, para frente a cada casa y toca bocina para que salgamos a buscar un botella con hielo. Una por familia, nos dice», le reconoce Martín con gratitud. Como al Padre Luis que tanta veces colaboró y con el que emprenderán proyectos productivos, o al panadero del barrio lindero que les provee de pan a cambio de un corte de pasto o una limpieza del patio.
Martín Corbelli, de 31 años, junto a algunos vecinos jóvenes, relataron cómo se sobrelleva la vida en ese lugar. "Hace un año que vivimos acá. No saben las ratas, los alacranes, las víboras que hemos encontrado adentro de la casilla", empieza relatando el muchacho que vive junto a su esposa Mariela Deluchi y sus tres chicos, Santiago de 6 años, Lautaro de 4 y Morena de 3 meses.
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