Gran Hermano: tres meses y medio al margen de la realidad del país

Como en 2001, cuando se emitió la primera versión de Gran Hermano, Telefé puso en marcha el programa en el que más de veinte personas conviven ante las cámaras, ajenos a la coyuntura.

Al grito eufórico y machacón de “Divertite y rompela toda”, los nuevos habitantes de la casa de Gran Hermano (GH) ingresaron al mega estudio de televisión que desde el lunes es su nuevo hogar. Ocurre otra vez, como hace 22 años, cuando GH fue una revolución polémica en el mundo, cuando ser visto era toda una osadía, y no la rutina de las redes y selfies que es hoy.


Desde el lunes, y hasta el 27 de marzo, se supone que quienes vayan superando los obstáculos y las nominaciones, se mantendrán aislados de lo que ocurra afuera. Un plan que teniendo en cuenta los anuncios del nuevo presidente, Javier Milei (crisis, catástrofe inflacionaria, ajuste), quizás sea una opción saludable, una especie de “despiértame cuando pase el temblor”. Como sea, los más de veinte integrantes de la casa (veinte entraron el lunes y dos más entrarán hoy) sueñan con salir de ahí con más dinero que con el que ingresaron. El premio mayor de la nueva edición ronda los 50 millones de pesos y una casa prefrabicada para los tres finalistas. Otra vez, quizás sea un buen plan.


Aunque la fórmula es prácticamente la misma que la inauguró en el país Soledad Silveyra, allá por 2001 (con su crisis afuera también), “Gran hermano” sigue siendo un tanque que da buenos resultados en el rating. La noche inaugural de su onceava edición, la del lunes, dio picos de más de veinte puntos de rating, algo que en esta época de vacas flacas para la tevé abierta, es un enorme resultado. Ahora con Santiago del Moro como el conductor, la casa “más famosa” y televisada del país (con 60 cámaras para tomar todos los ángulos) sigue apostando a cierta diversidad y a supuestas polémicas.


Ahí están, para todos los gustos, los nuevos participantes del reality en el que el objetivo es eliminar a otros para quedarse por un premio mientras son observados por televidentes/vouyeurs. La meta de los participantes, al menos por lo que dijeron a la hora de presentarse ante del Moro y antes de ingresar, están más relacionadas con la fama que con lo económico, esa sobrevida que da realtiy a los que pasan por la casa y que luego se transforman en panelistas, actores, modelos o vedettes.


Ahí están entonces, Manzana, un influencer que es furor en tik tok y cantante de cumbia RKT (ya acusado de “transfóbico”); Zoe, una veinteañera de Recoleta que dice que la confunden con Barbie; un joven de Chivilcoy que trabaja en los campos familiares desde que dejó la escuela; una “sommelier”, personal wine shopper e instructora de taekwondo de sesenta años que “quiere estar en calle Corrientes” (“No soy la típica abuelita. Soy una diva anónima, y soy una borracha conocida porque tengo título”, dijo ella) ; un asesor financiero en “busca un cambio radical”; una jugadora de fútbol, de Salta, que tiene nueve hermanos; una integrante uruguaya que dice tener el don de hablar con el más allá; un viedmense, que “sabe hablar chino” (algo que se subrayó como si fuera un poder sobrehumano), un joven misionero, una doble de riesgo, una médica pediatra “botinera” que dice haber salido con un campeón del mundo; un azafato; un peluquero y cantante pop casado con un militar, y una policía de zona norte con aspiraciones de ser modelo, entre otros.


Esa es la diversidad, entendida en el casting de Gran Hermano como muchos cuerpos largamente trabajados en el gimnasio, una modelo “curvy”, una mujer de sesenta, y representantes del interior. Una reducción estilizada y televisable de perfiles que, con el correr de los días y las horas en pantalla comenzaremos a llamar por sus nombres de pila.


Vivir en un set



Desde el lunes, entonces, a las medidas económicas de la realidad, se las podrá contrarrestar con ese planeta ajeno a todo, de heladeras llenas y césped siempre verde. Ese espíritu de “The Truman Show”, la película en la que Truman no sabía que vivía en una escenografía y en la que era observado por millones de televidentes, se mantendrá ahora como ocurrió en otras oportunidades. Originalmente, es un formato holandés basado en el “Hermano mayor” omnipresente de la novela de George Orwell “1984” y fue replicado en más de 70 países.


Ahora, en el Gran Hermano que llegó ahora al prime time de Telefe con emisiones diarias, el participante que deje la casa mantendrá una charla íntima con Santiago del Moro y el equipo de analistas; los martes llegará la prueba del líder; los miércoles será noche de nominaciones; los jueves será el día del desafío semanal, y los viernes los participantes disfrutarán de una fiesta temática. Cada domingo a las 22, en tanto, se celebrará la gala de eliminación. Además, luego de cada edición, de domingo a jueves a la medianoche, llegará DirecTV– DGO: Espiando La Casa.

Además, Sol Pérez, Gastón Trezeguet, Laura Ubfal, Ceferino Reato, Eliana Guercio, Julieta Poggio, Marisa Brel, Costa y Pilar Smith serán los panelistas que analicen lo que pasa en la casa.


Cuando todo comenzó, en 2001, cuando se emitió el “revolucionario” programa por primera vez, Marcelo Tinelli conducía VideoMatch también Telefé, e hizo la primera versión de “Gran Cuñado”, cuyo ganador fue Carlos “Chacho” Álvarez (José Carlos “Yayo” Guridi) y en segundo lugar quedó Fernando de la Rúa (Freddy Villarreal). Este segmento generó más de una polémica, sobre todo por el personaje del presidente de la Rúa, que más tarde llegó a acusar a Marcelo Tinelli y a su programa de haber ayudado a la caída de su gobierno.


Algunas cosas cambiaron desde entonces. Este año, Marcelo Tinelli conduce, enfrente de “Gran Hermano”, “Bailando por un sueño”, desde la pantalla de América. El lunes sintió la competencia: midió magros 4,9 puntos.
Esta temporada, no hay parodia política. Pero las propuestas televisivas no variaron tanto en más de veinte años.


Mientras tanto, a las dosis frenéticas y habituales de política, economía, anuncios de nuevas medidas de gobierno, deportes y realidad en general, se le suma esta semana la posibilidad de espiar a ese grupo de personas aislado de la coyuntura, ajeno a todos los vaivenes. Como dijo Santiago del Moro “Gran Hermano no es solo un programa de TV sino también un fenómeno social y cultural”.


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