Bramadores y rugientes: vientos de verdad son los del Fin del Mundo

A fines de este mes se celebra en Argentina el Día del Navegante. Nos anticipamos a la fecha profundizando en uno de los principales temores para los tripulantes que llegan al implacable nexo con la Antártida.

La espera para pagar en la caja de un supermercado también puede ser el momento para encontrar un tema, una pista que nos lleve a conocer más de esas maravillas que sólo tiene el extremo sur de la Patagonia y su conexión con la Antártida. Una caja de fósforos, entre sus demás compañeras, hablaba de “viento” en el dorso, junto al estante de encendedores y tabletas de chicles, invitando a aprender algo, con nombres dignos de aventura. Así cualquier vecino podía enterarse quiénes eran “Los 60 Bramadores” y “Los 40 Rugientes”, fenómenos que enfrenta el ámbito de la navegación y que desafiaron a tantos barcos y sus tripulantes a lo largo de la historia entre Argentina, Chile y Nueva Zelanda.

Algunos sitios especializados incluyen además a los “50 Aullantes”, como si con los anteriores no fuera suficiente para tanto clima amenazante. Con ese panorama, se entiende por qué la exploración del continente blanco ha sido algo tan complejo desde los primeros barcos que pasaron por esas aguas: sólo algunos podían llegar.

“Por debajo de los 50º de latitud sur, y colindando con las costas de la Antártida, encontramos el viento más fuerte: Los 60 bramadores”, decía el texto impreso en el cartón de las cerillas, que hacía docencia a quien quisiera leerlo. “Tan sólo los barcos que van de expedición al Polo Sur navegan por estos mares. Aquí se producen corrientes de aire que pueden mantenerse por largos períodos con una intensidad de más de 50 nudos (casi 93 km/hr) y olas que han llegado a alcanzar los 15 metros de altura. Todo esto convierte a los 60 bramadores en un auténtico peligro para la navegación, más aún si tenemos en cuenta la gran cantidad de icebergs que flotan en estas aguas próximas a la Antártida”, agregaba. Queda tan lejos de nuestro circuito cotidiano en el norte patagónico, que ni siquiera somos conscientes de lo que ocurre más al sur, el sur del sur, en el estrecho de Drake, “una de las rutas de navegación más desafiantes del mundo”, según la web de Turismo de Ushuaia. Para los que se animen, indican allí que “a partir de octubre comienza la temporada antártica, que se extiende hasta el mes de marzo”. El viaje hasta la zona de soberanía argentina dura entre 10 y 12 días, dependiendo de la embarcación y (obviamente) el estado del tiempo.

Del otro lado de las tempestades, las bases argentinas se animan a seguir explorando. Foto: Gobierno Nacional.

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Quienes conocen de vientos así, explican que el número y nombre de los bravos protagonistas de esta nota responde a los grados de latitud en los que se registran y el tipo de “sonido” que propagan al chocar con lo que aparece a su paso. A modo de ejemplo, el sitio “The Weather Channel” explicó que “los rugientes 40 son célebres por haber impulsado el comercio con las indias y Australia entre los siglos XVI y XIX y deben su apodo al sonido bronco y al paralelo donde comienzan, el paralelo 40”. A modo de advertencia, graficaron que si «debajo de los 40 grados sur no hay ley y debajo de los 50 grados sur no hay Dios, entonces debajo de los 60, al agua la agita el diablo”. Para ubicarse en el mapa, un informe del periodista Federico Bianchini, para diario Clarín, ubicó el impacto de los “40” al sur de Oceanía y al de los “50”, al sur de Argentina, Chile y Nueva Zelanda.

Finalmente, entre algunos de los exponentes que sintieron su fuerza, los archivos destacan a Fernando de Magallanes, que lideró una expedición al servicio del rey de España, Carlos I, para descubrir una ruta que llevara a un archipiélago indonesio sin pasar por aguas portuguesas, en 1520. Gracias a su labor, se lograron definir los límites del continente americano. Algunos siglos después, el prócer regional, Luis Piedrabuena invirtió su experiencia protegiendo la soberanía argentina y ayudando a los náufragos que sucumbían ante el ímpetu del mal clima sureño. Y más cerca en el tiempo estuvo el recordado porteño, Vito Dumas, que completó una travesía solitaria mundial, en la década del ‘40. En función de esa demostración de coraje y destreza, el día de su nacimiento, el 26 de diciembre del 1900, se celebra en nuestro país el Día del Navegante. La cronología del singular viaje quedó narrada y detallada en el libro “Los Cuarenta Bramadores”, uno de los cuatro que escribió Dumas.

Vito Dumas, el navegante porteño que nació el 26 de diciembre del 1900.

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