La caja de Pandora en la Argentina
“No puede venir un gobierno peor que el que se está yendo” muestra que hay una gran esperanza positiva en el nuevo gobierno que entra. Ahora ese esperanza está depositada en el Presidente electo, que asumirá dentro de 8 días: Javier Milei.
Daniel Molina
Uno de los mitos griegos más conocidos es el de Pandora. Ella es la primera mujer y fue creada por los dioses como un castigo para la humanidad. Prometeo había robado el fuego del carro de Apolo para regalárselo a los hombres. Como castigo por esa acción Zeus decidió crear la mujer y dársela en matrimonio al hermano de Prometeo. Esa primera mujer era Pandora, cuyo rasgo más significativo era la curiosidad. Pandora vino al mundo portando una caja que debía cuidar pero jamás abrir. Obviamente, la curiosa Pandora abrió la caja apenas pudo y dejó escapar todo lo que estaba encerrado en ella: todos los males del mundo. Males que desde entonces atormentan la vida de los humanos. Pandora cerró la caja apenas se dio cuenta, pero solo quedaba la esperanza.
Desde entonces, filósofos y poetas han contado de distinta forma este mito y lo han interpretado. Aun hoy es ambigua la lectura de la esperanza, que para muchos es un proceso de fe y ánimo optimista basado en la expectativa de resultados favorables relacionados con eventos o circunstancias de la propia vida o del mundo. Pero para otros pensadores, la esperanza también es un mal porque predispone al que la posee a tener un ánimo abierto a lo que deparará el futuro y lo cierto es que la posibilidad de que surja algo bueno es muy rara, más si todo el proceso es negativo en sí mismo.
Los argentinos estamos ahora en el momento de la esperanza, como sucede con cada cambio de gobierno. He cumplido esta semana 70 años y he visto varios de estos cambios, desde un gobierno constitucional a otro (como nos viene sucediendo positivamente en los últimos 40 años), pero también de un gobierno constitucional a otro que asume por golpe de Estado y también (como sucedió cuando terminó la Dictadura comenzada en 1976, con las elecciones en las que triunfó Raúl Alfonsín) de un gobierno de facto, inconstitucional, a otro republicano y democrático.
En todos los casos -incluso cuando se producían golpes de Estado- la mayoría de la población tenía siempre la esperanza de que las cosas materiales (es decir, la economía de las familias, las posibilidades de cada hogar y de cada individuo) sean mejores que las que se habían vivido durante el gobierno que se iba. Ya no se suele decir porque la realidad lo ha desmentido tantas veces que muchos ya lo aprendieron, pero también era común escuchar: “no puede venir un gobierno peor que este que se va”. Por ejemplo, yo lo escuché cuando Videla derrocó a Isabel Perón, cuando Alfonsín asumió luego de años de Dictadura, cuando se fue Alfonsín en medio de la hiperinflación, cuando Menem concluyó sus 10 años de gobierno, cuando De la Rúa renunció en medio de la crisis y las muertes de fines de 2001. Y en muchos otros momentos.
“No puede venir un gobierno peor que el que se está yendo” muestra que hay una gran esperanza positiva en el nuevo gobierno que entra. Ahora ese esperanza está depositada en el Presidente electo, que asumirá dentro de 8 días: Javier Milei. La esperanza que la mayoría de los argentinos tiene depositada en que el nuevo gobierno va a poder ¡por fin! gobernar de tal manera que el gran drama de la inflación pasará a ser un recuerdo del pasado. Esa fue la expectativa que llevó a Carlos Menem a la Casa Rosada. Y luego de 24 meses de hiperinflación y dramas de todo tipo (incluyendo una gran confiscación llamada Plan Bonex) finalmente la inflación fue domada durante una década por el Plan de Convertibilidad. Ahí comenzó otro problema: no había inflación, pero tampoco había trabajo.
Lograr superar todos los problemas es algo que desde 1810 ningún gobierno argentino ha logrado aunque muchos fueron eficientes ayudando a crear y distribuir riqueza, pero siempre teniendo alguna piedra en el zapato. Cuando no era la inflación descontrolada que carcomía los ingresos populares directamente no había ingresos porque no había trabajo. Cuando ambos problemas no existían, la corrupción generalizada, la censura, la represión y la persecución política hacían ingrata la vida de las mayorías.
La perfección no es un rasgo humano, pero los humanos no nos conformamos con menos. Al gobierno que se va siempre le cargamos todos los defectos y al gobierno que comienza le damos cheques en blanco y le toleramos cosas que es muy difícil que aceptemos tan solo un año más tarde o en otras situaciones. Estamos en el interregno de la esperanza. Hoy, a una semana del nuevo gobierno, esperamos que todo sea positivo y que nos vaya bien. Ya la realidad se encargará de bajarnos a tierra. Pero hoy no toleramos a nadie que nos dé malos augurios o que critique medidas que todavía no se implementaron. ¡Queremos soñar que esta vez, esta vez sí, vamos a ser felices y nos va a ir muy bien!
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