Le ley de dislexia no se cumple y las obras sociales exigen certificado de discapacidad
Hoy es el día internacional de este trastorno del aprendizaje. Se estima que entre un 10 y 20% de los niños lo padecen, pero muchas veces la detección es tardía.
Los especialistas estiman que, por cada aula, hay entre un 10 y un 20% de niños disléxicos. La prevalencia de esta condición es altísima y pese a que existe una ley nacional que garantiza el derecho a la educación de esta población, abundan los diagnósticos tardíos. Además, muchas obras sociales y prepagas exigen un certificado de discapacidad para garantizar la atención de los terapeutas.
La dislexia es un trastorno del neurodesarrollo. Una dificultad específica del aprendizaje. «Es una dificultad para leer de manera fluida. Puede haber una lectura imprecisa que impacta en la comprensión de lo que se lee», definió la licenciada y profesora en Psicopedagogía, Valeria Badolato.
«No corresponde el pedido de certificado de discapacidad simplemente porque la dislexia no es una discapacidad. Lamentablemente a muchas familias no les queda otro recurso e intentan sacarlo, sin éxito, porque no te lo dan. Suelen otorgar el certificado a chicos que, además de dislexia, pueden tener otra condición, como déficit de atención», explicó la profesional que hizo una especialización en Neurodesarrollo.
La ley aprobada en 2016 garantiza el abordaje integral e interdiscipliario para eliminar cualquier barrera al aprendizaje. Estipula que los niños deben acceder a «adecuaciones no significativas». «El niño con dislexia debe recibir apoyo a nivel metodológico y de evaluación. Pero son adecuaciones mínimas. No se trata de adecuar el contenido curricular porque ese niño no tiene una discapacidad intelectual», aclaró Badolato.
La intervención del docente debe consistir en anticipar o reducir los textos, reducir la cantidad de actividades, no exponerlos a leer en voz alta frente a otros, otorgarles más tiempo para leer y responder. Además, se les permite no copiar todo del pizarrón como así también la respuesta oral, se complementan las evaluaciones escritas con otras orales y se facilitan los apoyos visuales.
«Hablamos de una enseñanza multisensorial. No solo desde la escritura con lápiz y papel o la oralidad sino para permitir otras estrategias de aprendizaje y enseñanza (además de permitir el uso de la calculadora, la tabla pitagórica o dispositivos electrónicos», sostuvo Badolato.
Diagnóstico temprano
Tiempo atrás, la dislexia se diagnosticaba en el transcurso de la escuela primaria cuando el niño no lograba aprender a leer o escribir. Los tiempos han cambiado y hoy, se pone el acento en una intervención oportuna. Para eso, hay indicadores a los que docentes y padres deben estar atentos.
La ley hace hincapié en la necesidad de una detección temprana del trastorno. Los psicopedagogos advierten que no hay que esperar el fracaso.
Por eso, las obras sociales deben garantizar la atención de psicopegadogas. Pero además, estos niños suelen requerir de fonoaudiología -porque la dislexia se asocia al trastorno fonológico- o bien de terapia ocupacional por la disgrafía.
Por otro lado, el maestro no puede identificar algo que no conoce. Por eso, la capacitación docente es importante en el diagnóstico temprano a fin de promover el abordaje pedagógico en los diferentes niveles.
«Las obras sociales y prepagas deben asegurar el acceso al diagnóstico y el abordaje terapéutico; mientras que la escuela debe garantizar la pesquisa, es decir la detección temprana de indicadores para la derivación», subrayó Badolato.
Más allá de la ley, la profesional advirtió que, en el último tiempo en Bariloche, la demanda de psicopedagogos excede la oferta de profesionales. En su caso, tiene una lista de espera para realizar evaluaciones. La situación no es nueva y se remonta antes de la pandemia.
«Entendiendo que hay una demanda a la que no podemos responder, pedimos a los docentes que no esperen el diagnóstico para intervenir. Hay varios cuadernillos del Ministerio de Educación sobre la eliminación de las barreras al aprendizaje de niños con DEA», subrayó.
¿Cómo identificar a la dislexia?
Cuando la maestra jardinera empieza a detectar algunas dificultades, debe informar a la familia sobre la situación para que consulte.
Los indicadores pueden ser variados. Por lo general, los primeros signos aparecen en el jardín de infantes, con niños que padecen un trastorno de lenguaje severo. O hablantes tardíos. También llaman la atención las dificultades fonológicas, para nombrar objetos cotidianos o reconocer colores. Otros niños de 5 o 6 años presentan una débil conciencia fonológica, dificultad para reconocer rimas, sílabas o, no tienen interés para leer o escribir.
«Estos desafíos suelen ser esperables al comienzo de la alfabetización pero si después de intervenir sistemáticamente el niño continúa mostrando dificultades, hay que ver. Hay chicos que no aprenden a leer y escribir o tienen muchas dificultades. Eso al maestro le empieza a hacer ruido», indicó.
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