La primera escuela para madres, padres y cuidadores del país trabaja para eliminar el maltrato infantil
Bajo la premisa de que lo que se descuida en los primeros tres años de vida no se recupera, la Fundación Dignamente acompaña a niños de contextos vulnerables y educa a quienes están a su cargo en las provincias de Santiago del Estero y Córdoba. Unas 150 familias de estos lugares aprenden sobre relaciones interpersonales, principios de salud, herramientas para jugar y conceptos de economía, entre otros.
“La educación para nosotros es todo”, dice Natalí, mamá de Aitana. Junto a Pedro, el papá, van a la Fundación Dignamente desde antes que naciera su hija. Hoy siguen recibiendo educación para conseguir mejores herramientas y transformar la realidad de su familia. Los conocimientos de los adultos responsables y el entorno en el que las infancias crecen son factores cruciales para su desarrollo saludable. Por eso, Dignamente trabaja desde hace seis años para que cada familia pueda dar una crianza sana a sus hijos, y lo hace en zonas y entornos de pobreza, maltrato, negligencia, malnutrición y/o adicciones. En todos los casos, el objetivo es erradicar el maltrato infantil con la educación como herramienta para cuidar este periodo crítico del desarrollo. Según la Encuesta Nacional de Niñas, Niños y Adolescentes 2019-2020 de Unicef, 6 de cada 10 niños y niñas en la Argentina sufren maltrato físico o psicológico de parte de sus padres, madres o cuidadores.
La fundación asiste a casi 150 familias entre las localidades de Quimilí, Weisburd y Campo Gallo (Santiago del Estero) y en Río Cuarto (Córdoba). Hoy tiene a 50 profesionales entre educadores y equipos de psicólogos y a 90 voluntarios .
Los desafíos de las familias tienen muchas aristas. Una de ellas es la forma de vincularse. “Ante el maltrato que reciben tantos niños por parte de sus padres, madres o cuidadores, este modelo a través de la educación permite generar nuevos hábitos en los adultos en el trato hacia sus peques”. Quien habla es Heriberto ‘Beto’ Roccia, director general de Dignamente. Junto con su mujer Soledad ‘Sol’ Scheurer (directora estratégica), cofundaron este proyecto hace seis años.
El punto de partida
Sol y Beto estaban de novios. Por aquel entonces habían terminado sus carreras universitarias de ingeniera agrónoma y administración de empresas respectivamente. En 2015 se fueron a hacer una experiencia de voluntariado al norte del país, donde acompañaban a algunas familias en contextos vulnerables. Entre ellas la de Marta, de la localidad de Weisburd. Se sentía muy sola y se fue abriendo a ellos. Su realidad los conmovió profundamente: en su casa reinaba la violencia, el alcoholismo, la negligencia, el maltrato, la malnutrición y el abuso. Los niños se veían tristes y la pareja se dio cuenta de que no alcanzaba con acompañar y educar a los más chicos, sino que era necesario trabajar con todo el entorno familiar. Vieron con claridad que a esos padres les hacían falta herramientas para educar a sus hijos, entre los cuales estaba Santino, que tenía dos años y retraso madurativo. “La situación nos superó. Así que decidimos crear una organización que eduque a los padres para que las infancias que están en riesgo puedan salir de esa situación”, recuerda Roccia.
De entrada, soñaron con “un espacio para que Santi al menos pueda jugar un momento en el día y Marta pueda tener un espacio para desahogarse, contar lo que le pasa, se eduque y pueda ver que el mundo es mejor, que no tiene por qué estar viviendo esas situaciones todos los días”, cuentan los fundadores en el sitio web de la organización.
Empezaron a estudiar y encontraron evidencia sobre los efectos que tenía para el desarrollo de las infancias al convivir en ese contexto de violencia física y psicológica. También vieron que había miles de casos en el país.
El modelo educativo que diseñaron es la Escuela Dignamente; único en su tipo y con un formato muy sencillo. “Tenemos salas maternales en barrios en los que hay infancias en riesgo y la familia lleva a los niños y niñas menores de 3 años todos los días con la única condición de que ellos, ya sea mamá, papá o cuidadores, vayan una vez por semana a educarse”, explica Roccia.
Esa fue la manera que Dignamente encontró para que los cuidadores de esas infancias aprendieran habilidades básicas para minimizar el riesgo con el que conviven sus hijos/as y potencien su desarrollo.
“No damos nada material”, remarca Scheurer; y agrega: “las familias sumergidas en la pobreza, la mayoría de las veces ya reciben asistencia en dinero, alimentos, ropa y creemos que paralelamente hace falta algo más que es la educación; la familia a través de la educación aprende, descubre nuevas habilidades para mejorar sus vidas y la de sus hijos/as, descubren que pueden salir adelante; la Argentina necesita más educación para estas familias. Llevamos a la práctica concreta lo que la ciencia en pleno siglo XXI no deja dudas: la condición en la que se encuentran los adultos responsables de los niños y niñas y su entorno son determinantes para el desarrollo saludable de las infancias. Cuando las respuestas de los adultos ante situaciones adversas no son confiables, son inapropiadas o simplemente están ausentes, los circuitos cerebrales en el desarrollo se ven afectados y esto repercute en la forma en que los niños y niñas aprenden, resuelven problemas y se relacionan con los demás”, remarca.
En un entorno apacible y alegre, las familias se educan en habilidades básicas para la vida, como por ejemplo en el fortalecimiento del vínculo con los hijos e hijas, la mejora en las relaciones intrafamiliares, cómo potenciar el juego, la salud, el trabajo, la economía familiar y otros temas que mejoran el ambiente de sus relaciones dentro y fuera de casa.
“Los beneficios de estas capacitaciones impactan en varios aspectos. A nivel emocional, los adultos pueden gestionar mejor sus emociones para evitar golpes, aprenden a canalizar la energía negativa en otras acciones, como el salir a caminar un poco y volver más serenos.
La escucha atenta por parte de un profesional logra que puedan desahogarse, compartir lo que les duele, lo que no pueden hacer, se sienten acompañados en la tristeza, el desconsuelo, la soledad y ese sentirse acompañados evita futuros maltratos”, cuenta Roccia.
“En cuanto a lo comunicacional, las mamás y papás o cuidadores consiguen pedir las cosas con más claridad; una cosa a la vez, se logra una planificación de horarios para cada actividad, rutinas de alimentación e higiene. Por último, se logra mejorar el tiempo de calidad en el juego. Incorporan hábitos sencillos como la lectura de cuentos. La calidad en su manejo también se manifiesta cuando se deja el celular para interactuar uno a uno, con miradas y escucha atenta”, agrega.
La educación como camino
Uno de los desafíos actuales de la fundación es llevar el modelo de la escuela Dignamente a otros barrios de la Argentina. A pedido de otras personas, están haciendo los manuales de procedimiento para futuras aperturas. Como una en el Barrio San Francisco (Pilar, provincia de Buenos Aires), donde otra fundación replicará el modelo. “Creemos que la escuela Dignamente nos demuestra que cuando una familia entiende qué es el maltrato toma nuevos hábitos en su relación con sus hijos. Estamos convencidos de que podemos estar presentes en todo el país con este modelo”, dice Roccia.
La fundación fue reconocida y premiada en varias ocasiones. La más reciente: el Premio Abanderados a Roccia. El reconocimiento destaca a líderes de proyectos sociales que transforman realidades muy complejas y logran inspirar a otros a hacer lo mismo. “Ser abanderado es una gran palmada en la espalda de que vamos por buen camino”, cuenta. En caso de además resultar elegido como abanderado 2023 (se sabrá a fines de octubre), también recibiría un premio monetario.
A propósito del dinero para su tarea, el trabajo de Dignamente se financia a través de donaciones nacionales o internacionales de personas y empresas. Además, concretan proyectos mediante alianzas con empresas a quienes invitan a ser sus aliados en el cuidado de las infancias en riesgo.
“Si bien la historia (puntapié inicial del proyecto) es triste, ambos somos personas alegres, por lo que no habría dudas de cuál sería la cultura de Dignamente: el entusiasmo será nuestra bandera”, dicen los cofundadores.
A seis años del inicio de aquel momento, esta impronta, sumada a mucho trabajo sostenido en equipo, pareciera explicar el porqué de que este modelo educativo para proteger a las infancias vaya en camino a seguir replicándose a más puntos del país.
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