A 25 años del regreso de la democracia

BUENOS AIRES (DyN).- «El pueblo, unido, jamás será vencido», coreaba ese día la multitud en la Plaza de Mayo, que empujaba así las penumbras que se habían instalado durante siete años. Ese día era el 10 de diciembre de 1983, cuando el radical Raúl Alfonsín asumía la Presidencia tras siete años de dictadura militar. Hoy cumplen 25 años desde ese hecho.

«Se van, se van, para nunca más volver», era el otro cántico henchido de optimismo que brotaba de la multitud, para aventar definitivamente la posibilidad de una vuelta de lo que se acababa de ir. Atrás quedaba la agitada campaña electoral y ahora ese hombre oriundo de Chascomús, ya presidente, saludaba en ese día soleado, en que el pico de gloria política lo acariciaba y a su vez le daba la bienvenida a la dolorosa realidad del país. Luego de la fiesta, habrán de sobrevenir los problemas. El mismo Alfonsín lo había avizorado. Un dirigente contó que Alfonsín dijo ante la avalancha de votos bonaerenses en los comicios de octubre de ese año: «La pucha, es para ir poniéndose serios».

El día de las elecciones esperó los resultados en una quinta de Boulogne, frente a la fábrica de tanques de guerra TAMSE. Alfonsín -recordó ese allegado- seguía por las radios porteñas el escrutinio. «No cantemos victoria», respondía a los ansiosos que lo rodeaban y que a cada rato le decían «ganamos, ganamos». Se iba haciendo realidad lo soñado: ganarle al peronismo en elecciones libres y sin proscripciones.

Juan Manuel Casella, entonces diputado, recordó las horas posteriores a la asunción. «Había en debate dos proyectos muy importantes: la reforma sindical y el anuncio del juicio a los miembros de las juntas, para lo que se reforma el Código de Justicia militar para juzgarlos en tribunales civiles».

Los primeros días en la Casa Rosada eran tensos, allí todavía trabajaban empleados designados por la dictadura. Alfonsín, contó otro testigo, estaba en su despacho con unos colaboradores elaborando el anuncio y afinando los detalles del decreto por el cual se abre el camino para juzgar a las juntas de la dictadura. Estaban en eso, cuando irrumpe en el despacho, sin pedir permiso, un hombre de uniforme militar (un teniente coronel). Alfonsín se sobresalta y casi a los gritos le pregunta: «¿Quién es usted y qué hace aquí?». «Soy su edecán de turno, señor presidente, y estoy a sus órdenes», respondió, mientras hacía el saludo.

Casella, por su parte, también contó que por esos días se debatía la creación de la Conadep, discusión en la que participa. Estaban los que querían una comisión parlamentaria y quienes reclamaban un cuerpo de trabajo dependiente del Poder Ejecutivo. Triunfó ésta última opción.

En el ámbito económico, Alfonsín quería eludir al FMI porque le imponía recetas recesivas. Su plan era buscar apoyo de los líderes socialdemócratas de Europa, para no tener que someterse al Fondo. Su primer viaje a Europa fue a España, donde fue recibido con honores y fue saludado por el pueblo español. A pesar de ello, hubo una frustración. El ´socialista´ Felipe González casi lo conminó a pasar por el FMI antes de buscar cualquier otro acuerdo.

Fuera de lo previsto, González, sin piedad, tomó el micrófono e hizo público su «consejo» de que la Argentina iniciase conversaciones con el FMI. La cara de Alfonsín expresaba bronca y fastidio, recordó un testigo.

Luego Alfonsín fue a París, a ver a François Mitterrand (otro socialista) y más tarde a Alemania. Todos le dijeron lo mismo que González. Efectivamente, luego de la alegría había que ponerse «serios», porque tras el almíbar del triunfo y los cánticos a favor llegaría la dura realidad de lo cotidiano: los forcejeos con los propios y con el peronismo, con los grupos económicos y la inflación, con los «carapintadas», el FMI y los socialdemócratas europeos. Todavía faltaba mucho para la híper y la entrega anticipada del poder. Pero aquel 10 de diciembre de 1983 la historia argentina presenciaba una de esas bisagras que marcaron su recorrido.