Javier Milei y la incertidumbre
El sacudón electoral puede ser una oportunidad para repensar la vida política, nuestro entorno económico y el contorno republicano.
Política, económica como ecológicamente, deberemos aprender a convivir con la incertidumbre, cuando existimos en una época cambiante, donde los valores o creencias -aún líquidos o ambiguos-, hacen a la confusa interactividad humana y digital actual.
Vivimos tiempos de incertidumbre, de retos desconocidos, inescrutables, inesperados e impensables hasta ahora.
La incertidumbre de vivir en ascuas permanentes, se ha convertido en una realidad intangible e inquietante, intolerable para una aceptable cotidianeidad.
Hay palabras que son molestas, y ésta es una de ellas, sobre todo si la comparamos con “certidumbre” que alude a una convicción o convencimiento. La incertidumbre es un concepto que se define en negativo, se construye con un incómodo “in” como otras palabras afines: in-quietud, in-seguridad, in-decisión; luego una sílaba que nos decanta hacia la duda.
Y si la duda disfruta de desprestigio y tiene mala prensa; seguramente es porque la certeza alivia o resigna.
Para Zygmunt Bauman, la incertidumbre es el hábitat natural de la vida humana, aunque la esperanza de escapar de ella es el motor de las actividades humanas. Rehuir la incertidumbre es un ingrediente fundamental, o al menos la asunción tácita, de cualquier imagen formada por la felicidad o el bienestar duradero. Por eso parece que una comodidad auténtica, adecuada y total, pareciera quedarse constantemente a una cierta distancia de nosotros: como un horizonte que, como todos los horizontes, desaparece cada vez que intentamos acercarnos al mismo. En palabras de Eduardo Galeano, “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”
Ahora bien, ante semejante emergente político u outsider como Milei, a pesar de todo lo malo política y económicamente ya conocido; sin perder de vista nuestro horizonte y con las prudentes reservas del caso, ¿acaso no podríamos cavilar sobre alguna perspectiva optimista?
En efecto, tal incertidumbre Milei puede ser una oportunidad para repensar nuestra vida política, nuestro entorno económico y hasta nuestro contorno republicano en vísperas del 40° aniversario de nuestra Democracia. Contundentemente, nos sugiere repensar, “darnos cuenta”, despertar, “pausar” para reorientarnos, para recalcular como sonora e insistentemente señalan los GPS´ en los vehículos modernos. Nada de automatismos; las costumbres y rutinas no funcionan. La sola emocionalidad, tampoco. Se impone la reflexión, más cuando somos como huérfanos de la misma.
Elogiar la incertidumbre es elogiar la complejidad. Esto significa posicionarse en un mundo difícil, enrevesado, enfermo, contradictorio y problemático. En vez de querer reducir la realidad a fórmulas, eslóganes o recetas, nos hace conscientes de que vivimos momentos, imprevistos y situaciones que no tienen salidas prefabricadas ni recetas probadas conocidas; que nos encontramos expuestos a toda intemperie pero que no hay que dramatizar, sino aceptarla y convivir con ella, precisamente como el primer paso para superarla.
Esta actitud no nos da seguridad, pero nos permite asumir sin más quejas ni victimizaciones, las vicisitudes que van llegando. Sin escándalo, sin más corrupción; con firmeza, prudencia e hidalguía.
A propósito, ¿acaso no somos demasiado indulgentes con la abundancia de “yerros” de politólogos, encuestadores y meteorólogos, quienes no solamente equivocan sus pronósticos, sino temeraria y descaradamente después, intentan explicar desaciertos y desatinos?
También una instintiva incertidumbre, nos alerta de las posturas reduccionistas, simplistas, políticamente precocidas o importadas que aceptamos sin reflexión ni “bendito riesgo” de refutación o propósito de reforma y hasta de transformación pro humana de las mismas.
Basado en más que dudas, ya desilusionados y escépticos, con justa causa, desconfiamos de supuestas capacidades de raciocinio y clarividencia de nuestra tradicional estirpe política, cuando y cada vez que sus promesas, resultaron ilusorias, carísimas o denigrantes.
Finalmente adviértase que hasta la única certeza conocida: “la propia muerte personal”, es, en sí misma, su ínsita incertidumbre.
* Experto en Cooperativismo de la CoNEAU
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