Sobre la hora, afloró la naturaleza histórica del FMI
Cuando el entendimiento parecía sellado, el Fondo se puso inflexible y exigió una devaluación. Las consecuencias inflacionarias y el rol de la oposición. Finalmente se supo que Argentina recibirá u$s 7.000 millones en agosto.
Cuenta una vieja fábula que un día el escorpión le pidió a la rana que lo cargara sobre su lomo para poder cruzar el río. La rana sorprendida indagó al escorpión y le dijo: “¿Cómo sé que no me picarás?” El escorpión intentó llevar seguridad a la rana y respondió: “no te picaré porque si lo hiciera ambos nos ahogaríamos”. La rana entendió que el argumento era razonable y aceptó el pedido del escorpión.
Emprendieron la travesía y cuando estaban a la mitad del río, el escorpión picó a la rana. Mientras ambos se ahogaban, la rana le preguntó al escorpión “¿por qué me picaste?”. El escorpión solo se limitó a responder: “lo siento, está en mi naturaleza”.
La historia es elocuente. Hay cosas que rara vez sean distintas. Finales que difícilmente puedan modificarse, aún a pesar del voluntarismo que puedan expresar los protagonistas.
La secuencia del acuerdo que acaba de firmar Argentina con el Fondo Monetario Internacional, es un claro ejemplo al respecto. Algunos detalles que rodearon las horas previas al anuncio oficial llaman la atención, al igual que el frenético desenlace que incluyó una batería de medidas tomadas a contra reloj.
La información que fue llegando a cuentagotas, permite intuir que lo que se jugaba en la mesa de negociación iba mucho más allá del desembolso necesario para afrontar el vencimiento por u$s 3.300 millones que Argentina debe cancelar mañana.
Lo cierto es que como pocas veces desde 2019, el organismo se mostró rígido e inflexible para con Argentina en cuanto a las condicionalidades y la sensación que flota en el aire es que el Fondo le torció el brazo al gobierno.
Mas por menos
Hasta hace dos semanas lo que primaba en los pasillos del Ministerio de Economía era el optimismo. Las charlas con los equipos técnicos del FMI se presumían “cerradas”. El lunes 17 de julio, una comitiva encabezada por el vice ministro Gabriel Rubinstein partió a Washington para abrochar la letra chica del acuerdo, y la agenda señalaba que el propio Sergio Massa viajaría a los EEUU ese jueves, para la rúbrica y la foto oficial.
Desde el mes de abril cuando se suspendió el acuerdo vigente, la principal discusión en las mesas técnicas entre los funcionarios argentinos y los del Fondo, era la meta fiscal hacia el cierre de 2023. El organismo pretendía que se profundice el ajuste hasta un déficit primario equivalente al 1,5% del PBI. Economía en cambio, buscaba sostener la pauta del 1,9% que figuraba en el acuerdo original.
Todo cambió desde el miércoles, y mientras la comitiva argentina ya estaba en suelo norteamericano. El directorio del Fondo publicó su periódico ‘External Sector Report’ (ESR), y dedicó un apartado entero a criticar duramente la coyuntura económica argentina.
Allí los directores señalaron sin eufemismos que “un régimen cambiario simplificado sigue siendo esencial para moderar el crecimiento de la demanda interna, reforzar la balanza comercial, reconstituir las reservas internacionales, y recuperar el acceso a los mercados”.
El tono de las definición tomó por sorpresa al gobierno, cuando el acuerdo se anunciaba inminente. Desde ese momento cambió por completo el tenor de la discusión, y también las condiciones. El Fondo empezó a exigir lisa y llanamente una devaluación previo a la firma.
La idea de eliminar el cepo a dos semanas de las PASO y en un contexto de alta inflación, resultaba a todas luces inverosímil e inaplicable dado el nivel de reservas y las implicancias inflacionarias.
La posición del gobierno, y en especial la de Sergio Massa, se presentó abruptamente estrecha.
Al igual que hace cuatro años, el Fondo termina siendo determinante en la previa de las elecciones PASO, rumbo a las presidenciales de octubre.
Entre gallos y medianoche el equipo económico se vio obligado a fabricar una contraoferta que incluyera “tipo de cambio oficial” como parte del combo y permitiera así destrabar una negociación que ya parecía terminada, y mutó adversa en un puñado de horas.
La salida a la que se apostó fue por demás desprolija. Se apeló a una suba de impuestos para “devaluar sin devaluar” suponiendo un “todos ganan” en que el Fondo obtenía la devaluación que reclamaba y el gobierno podía anunciar la medida pretendiendo “no haber cedido” ante el FMI.
Pero la distancia entre el discurso y la realidad suele ser enorme (y tirana). Lo único que logró Massa con la mini devaluación del fin de semana pasado, fue un tweet conjunto desde las cuentas oficiales del Ministerio de Economía de la Nación y del Fondo Monetario anunciando el entendimiento.
El acuerdo propiamente dicho, y los detalles respecto al monto y los plazos de los desembolsos, se conocieron recién el viernes.
La desprolijidad en la comunicación, producto de la alta tensión en la que se negoció durante la última semana, no hizo más que incrementar la incertidumbre en los mercados.
Con el nuevo dólar ahorro cercano a los $500, el dólar blue no tardó en reaccionar y colocarse cerca de $550. Con el paralelo subiendo 10% y una larga lista de insumos y servicios importados más caros luego del incremento del “impuesto país”, empezó a verificarse el traslado a precios.
Aún sin siquiera conocer la letra chica del acuerdo, las listas de precios en rubros como ferretería, bebidas e industria del software ya registraban incrementos superiores al 15% a media semana.
“Blindaje es lo que hizo De la Rúa. No vamos a repetir eso ¿Cómo terminó De la Rúa después del blindaje?”
Horacio Rodríguez Larreta a Patricia Bullrich
Como atenuante, la cercanía de las PASO pareciera garantizarle una minúscula ventana de tranquilidad a Massa. Haber asegurado los desembolsos hasta fin de año, de los cuales u$s 7.000 millones llegarían en agosto es apenas un poco de aire para la gestión.
Sin embargo sera muy distinto en septiembre, cuando el registro de inflación de cuenta del impacto de la devaluación en los precios, justo en la víspera de la partida electoral de octubre.
Que las hay, las hay…
“El presidente Macri me preguntó en 2019 que opinaba del programa con el FMI, y le dije que con ese programa perdía las elecciones”. El relato en primera persona pertenece al reconocido economista y ex presidente del Banco Nación entre 2016 y 2017, Carlos Melconián. A fines de 2022 y ante un nutrido grupo de empresarios, contó que el ex presidente retrucó: “Pero no, si me están dando la plata para ganar las elecciones”. No más preguntas señor juez…
Desde su fundación en 1947, el Fondo Monetario Internacional se ha dedicado a asistir financieramente a países en crisis de balanza de pagos, y ha utilizado luego esa deuda como llave para intervenir en cuestiones de política interna y para imponer sistemáticamente la misma agenda programática. A saber: ajuste fiscal, devaluación, restricción monetaria, y reformas “estructurales” (laboral, previsional, reducción del Estado).
El acuerdo con Argentina en 2018/19, no fue la excepción. En aquella oportunidad, el Fondo financió la aventura reeleccionista de Macri. No hace falta recordar el final de la historia.
Lo cierto es que hasta el día de hoy y tras 76 años de historia, no existe registro alguno de un solo programa financiero del FMI que haya contribuido a mejorar la coyuntura económica de los países que recibieron su asistencia.
El organismo decidió endurecerse con Argentina en las horas previas a la firma del acuerdo, exigiendo una devaluación del dólar oficial.
No obstante, por distintos motivos el programa de 2019 reviste características particulares. Sigue siendo el crédito más abultado que el FMI haya dado jamás a un país, los desembolsos se dieron en un periodo muy corto de tiempo y pasando por alto los sucesivos incumplimientos en las metas acordadas, e incluso se violó el propio estatuto del organismo al permitir que los desembolsos se utilicen para la intervención en el mercado cambiario, financiando la fuga de capitales.
Tal vez sea allí donde hay que hurgar para encontrar las razones por las cuales el organismo se había mostrado hasta ahora llamativamente amigable. La ausencia de reformas estructurales como parte de las exigencias en la negociación de 2021/22 encabezada por el ex ministro Martín Guzmán, daban cuenta de un Fondo “culposo” que se sabía en gran parte responsable del desaguisado.
¿Qué es lo que cambió de repente y transformó una negociación que parecía cerrada en buenos términos, en una exigencia devaluatoria indeclinable previo a la firma?
“Las brujas no existen, pero que las hay las hay” suelen decir nuestras abuelas. Casualmente y al igual que hace cuatro años, el organismo termina siendo determinante en la previa de las elecciones PASO, rumbo a las presidenciales de octubre.
Asoma detrás del telón
“Les voy a contar una intimidad: un funcionario del Fondo en un zoom de la mañana me contaba que hubo economistas de la oposición que en los últimos días se comunicaron y les decían ‘no les den nada’, ‘pídanle todo’, ‘exíjanles al máximo’, ‘esto tiene que estallar’”. Así refirió Sergio Massa hace poco más de tres semanas al contacto entre la oposición y el Fondo en los días previos a la firma del acuerdo.
No hubo nombres propios, pero desde el entorno del ministro dejaron trascender los apodos de los economistas señalados: ‘gomina’, ‘tinturita’ y ‘caspa’.
“Hubo economistas de la oposición que le pidieron al FMI ‘exíjanles al máximo’, ‘esto tiene que estallar’”.
Sergio Massa – Ministro de Economía
De inmediato, uno de los referentes económicos de la oposición recogió el guante y se dio por aludido. “Obviamente el Fondo Monetario ve que hay una bomba que le va a explotar a todos los argentinos, con pérdida de reservas, emisión de pesos” señaló Luciano Laspina, el armador de los equipos económicos de Patricia Bullrich, durante una entrevista en LN+.
Los bien pensados tal vez prefieran creer en las casualidades. Fácticamente, resulta que tras el pedido de la oposición, el directorio del organismo se endureció y puso al oficialismo contra la espada de la devaluación y la pared del vencimiento de mañana.
Otra “fortuita coincidencia” tuvo lugar la última semana. El escenario fue la 135° Exposición Rural que se lleva a cabo en Palermo. Por allí desfilaron los cuatro presidenciables más competitivos a fin de explicar sus planes de cara a 2024/27.
Cuando fue el turno de Patricia Bullrich, la candidata le anticipó a los más altos representantes del campo que “eliminará el cepo cambiario lo más rápido posible” y sin dar detalles, indicó que para ello ya cuenta con un aporte de capital desde el exterior. Horas más tarde, al ser indagada con insistencia en el estudio de LN+ respecto al origen de los fondos, tuvo que reconocer que “buscará un blindaje” con el FMI.
El anuncio le valió un acalorado intercambio discursivo. El propio Horacio Rodríguez Larreta aprovechó y disparó: “Blindaje es lo que hizo De la Rúa. No vamos a repetir eso ¿Cómo terminó De la Rúa después del blindaje?”.
La respuesta al Jefe de Gobierno de CABA fue furiosa. El diputado bulrrichista Fernando Iglesias retrucó: “Peor que a De La Rúa le fue a Favaloro”, aludiendo a la responsabilidad de Larreta como interventor del PAMI en la época en que Favaloro se quitó la vida luego de reclamar la deuda del organismo. El posterior pedido de disculpas no logró ocultar la efervescencia interna que atraviesa Juntos por el Cambio.
Pero lo que en realidad quedó en evidencia en medio de las chicanas a cielo abierto que se propina a sí misma la oposición, es que efectivamente existe diálogo entre el Fondo y quienes buscan desbancar al oficialismo de la Casa Rosada. Y que llamativamente el organismo parece haber oído el consejo de ‘gomina’, ‘tinturita’ y ‘caspa’, endureciéndose al extremo.
Dato
- u$s 7.000
- Son los millones que recibirá Argentina desde el Fondo en agosto.
Cualquier hijo de vecino en Argentina podía anticipar que azuzar el tipo de cambio oficial en la recta final de la carrera electoral significaría echar nafta al fuego de la inflación. El interrogante es por lo tanto si los técnicos del fondo no conocían de las posibles consecuencias en el actual escenario de incertidumbre electoral, o si por el contrario decidieron exigir una devaluación aún a sabiendas de las disruptivas secuelas en materia de precios. En pocas palabras, la pregunta es si en el Fondo pecaron de inútiles o de perversos.
Restan apenas quince días para una elección crucial en el futuro de la nación, y detrás del telón asoma una vez más la sombra del FMI intentando influir en cuestiones de política interna. Es innecesario pedirle explicaciones al organismo, las decisiones de los últimos días “están en su naturaleza”.
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