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No hay harina sin molino y en El Cholar funcionó el primero de Neuquén

Desde 1908, una sencilla construcción de adobe se convirtió en eslabón fundamental para conseguir el ingrediente por excelencia en la mesa de los primeros pobladores. Hoy resiste el paso del tiempo en manos de la familia original y recibiendo turistas. ¡No te pierdas las fotos históricas!

El departamento de Ñorquín, en el interior de Neuquén, guarda el primer molino que funcionó en la provincia. El Cholar es la localidad que cobija este trabajo casi artesanal, vigente hace 115 años, aunque hay quienes dicen que tiene más trayectoria todavía. Se estableció incluso antes de la fecha tomada como referencia para la fundación del pueblo, uno de los más antiguos, surgido del decreto del presidente José Figueroa Alcorta firmado el 9 de mayo de 1910, por el cual se entregaron las primeras 100 hectáreas. Eran tiempos donde no había otra manera de conseguir una materia prima tan necesaria para la alimentación local, por eso su valor y reconocimiento.

El dato que lo vuelve único quedó registrado en el libro “Aromas, sabores y saberes vivenciales del Norte Neuquino”, editado por el equipo de investigadoras del grupo “Promotores Culturales”, pero varios han sido los que profundizaron en este punto de la región, para destacar su trabajo incansable, perdido allá en los orígenes de la actividad vinculada al trigo y la trilla, que celebra en febrero su fiesta provincial.

El propietario y constructor fue José Gregorio Giménez, junto a su esposa Claudina Castillo, y “el nombre San Francisco se debe a unos curas que lo bautizaron así”, contaron las docentes a cargo de la revisión. Dina, nieta de ese pionero, seguía a cargo del lugar a pesar de tener más de 90 años, junto a su cuñada Delfina San Martín.

Foto: Gentileza Martín Muñoz.

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Bajo el techo de carrizo, rodeados por paredes de adobe, con puertas y ventanas de álamo, lenga y ñire, se trabajaba de día y de noche moliendo granos para sacar harina, tipo integral, más oscura que la refinada que conocemos hoy. Desde siempre funcionó gracias al impulso del arroyo local, que pasa por debajo del suelo de la casita, haciendo girar las paletas de madera, que a su vez mueven el eje entre dos piedras redondas de 150 kilos cada una, trabajadas artesanalmente y colocadas una encima de otra. Por medio de la fricción lograban moler el trigo, el maíz y hasta el café.

La gente y los comerciantes de la zona traían su cosecha en mulas o carros y regresaban días después a buscar el resultado, que se acumulaba en bolsas y se acarreaba al hombro. El censo de 1927 llegó a contabilizar 14 establecimientos similares a este, según compartió desde Huinganco, el investigador Isidro Belver.

Delfina y Dina, cuñadas y equipo a cargo del molino – Foto: Neuquén Turismo.

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La labor de San Francisco también abastecía a las tropas de mulas que pasaban por allí luego de atravesar El Pichachén, provenientes de Chile y camino a Chos Malal, quienes a cambio dejaban una parte del producto como forma de pago, llamada ‘cuartilla’ o ‘maquila’.

Sin embargo, “cuando empezó a llegar la harina ‘blanca’, de a poco también empezaron a disminuir las siembras de trigo y a la larga a desaparecer los molinos”, explicó Belver. En El Cholar, este espacio sigue activo como museo, y cada tanto, procesa trigo de la zona para revivir la tradición de la harina «negra», «de piedra» o «en rama» como le decían.

En 2008, la Subsecretaría de Cultura de la provincia lo designó como Lugar de Interés Histórico, Arquitectónico y Cultural, por lo que pasó a integrar el conjunto de atractivos turísticos que ayudan a transmitir la esencia de las tradiciones locales. «Su permanencia en el tiempo y su funcionalidad tiene que ser una invitación para volver a aprovechar la tierra, a cultivar… la necesidad y los problemas económicos que nos atraviesan, también invitan a eso… creo hay que volver a este trabajo, a labrar, a cosechar y a consumir productos muchos más sanos», opinó la cantora regional Silvia Canale, intendenta electa en El Cholar. Anticipó que entre sus objetivos está la puesta en valor de este lugar.

En diálogo con Diario Río NEGRO, también valoró el rol de la familia Giménez, que «sostuvo en todo este tiempo no sólo la estructura, sino también el recibimiento a todas las personas que se han allegado a lo largo de los años hasta allí, para conocer la historia y seguirla transmitiendo, con su lenguaje sencillo pero con todo ese amor y entrega».

Las paletas de madera que giran con el paso del arroyo – Foto: Gentileza Martín Muñoz.

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Foto: Gentileza Daniel Menéndez en Facebook.

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Foto: Gentileza Martín Muñoz.



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