Desertificación: más de 50 años de trabajo del Inta en la Patagonia
Las características áridas de la región, la historia de la ganadería ovina y el impacto de los fenómenos climáticos han establecido el abordaje de esta realidad como uno de los ejes de trabajo más importantes de la institución. Historia y porvenir de una tarea que deja huellas.
La desertificación, junto con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, se identificaron como los mayores desafíos para el desarrollo sostenible durante la Cumbre de la Tierra de Río de 1992.
Dos años después, en 1994, la Asamblea General de la ONU estableció la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación (CNULD-UNCCD), el único acuerdo internacional legal que vincula el medio ambiente y el desarrollo con la gestión sostenible de la tierra, y declaró el 17 de junio «Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.»
En 1996 Argentina aprobó esa convención y desde el 2016 cuenta con un Plan de Acción Nacional de Lucha contra la desertificación, la degradación de tierras y mitigación de la sequía con metas actualizadas al 2030.
Ya en la década del ´60 el INTA comenzó con los trabajos de caracterización y estudios del pastizal natural, los procesos de degradación del suelo y tareas de recuperación. Así, se firmó un convenio con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para el mejoramiento de la actividad.
Juan María Escobar, Ingeniero Agrónomo jubilado del INTA Chubut, trabajó en el desarrollo de sistemas de evaluación de pastizales en la zona y es referente en el tema. “En un principio se puso el foco en la producción ovina, pensando fundamentalmente en aspectos productivos” señala y agrega: “luego se comenzó a trabajar sobre la remediación de áreas con grandes procesos erosivos como los médanos de la zona continental de la región, y se desarrollaron técnicas para fijar esos sitios con grandes procesos de erosión eólica.”
El Elymus spp. fue la especie elegida para restaurar los ambientes donde se formaban los médanos. La fijación permite que las especies nativas vuelvan a instaurarse y se estabiliza el espacio.
Referentes y pioneros
José María Castro fue uno de los pioneros del INTA en realizar esta tarea con la que recorría cientos de kilómetros con un tractor, arado de surco profundo, y sembradora en condiciones climáticas muy adversas.
Alberto Soriano fue otro referente en el tema, que realizó sus trabajos junto a investigadores de la UBA, principalmente, en el Campo Experimental del INTA en Río Mayo.
A mediados de la década del ´70 en Bariloche se comenzaron a dictar los primeros cursos de manejo de pastizales a cargo de Juan Anchorena.
Luego, en la década del ´80 se comienzan a utilizar métodos de evaluación de pastizales adaptados a las características locales en Santa Cruz, Chubut y Bariloche.
El trabajo en los mallines fue fundamental para asegurar el desarrollo productivo de la región. Escobar detalla: “abordar estos terrenos más húmedos, separarlos de los cuadros áridos y delinear la tarea de acuerdo al potencial de cada espacio fue clave.
Eso generó que en muchos establecimientos se produjeran cambios importantes en el manejo. Antes, el acceso a los mallines estaba determinado por los animales, y eso generaba una sobrecarga, entonces empezamos a reducir ese caudal y a recuperar las condiciones naturales de los terrenos”.
El INTA empieza a unificar todas estas experiencias con el proyecto PRECODEPA (Prevención y Control de la Desertificación en Patagonia) en 1989, aportando capacitación y equipamiento.
A partir del año 1991 se comenzó a trabajar en el empleo de imágenes satelitales para diagnosticar tanto el deterioro de los recursos naturales, como de las potencialidades de las diferentes áreas naturales de la Patagonia.
Esto se realizó especialmente mediante el convenio de INTA con la GTZ, organismo del Ministerio de la Cooperación de Alemania que comenzó en la década del ´90.
Así se instalaron tres importantes laboratorios de teledetección en Bariloche, Trelew y Río Gallegos, lo que permite hasta hoy tener un mapa actualizado del estado de erosión y de desertificación de toda la Patagonia, con un sistema de información geográfica experimental de cuatro millones de hectáreas distribuidas en las cinco provincias.
Actualmente se cuenta también con el sistema MARAS (Monitoreo Ambiental de Regiones Áridas y Semiáridas), con más de 350 monitores instalados en la región, donde se chequea el estado y la tendencia a largo plazo de los pastizales naturales.
La mirada social y lo que viene
Celso Giraudo, Ingeniero Agrónomo jubilado de INTA Bariloche destaca lo importante que fue promover mejoras en la calidad de vida de productores en la Patagonia. “Siempre se pensó, además de lo meramente tecnológico, en un enfoque sobre las condiciones de vida. Así aportamos a mejorar la provisión de agua, instalamos los primeros paneles solares para que pobladores pudieran tener energía en sus casas, sectorización de espacios de producción con los alambrados eléctricos. La idea siempre fue mejorar la producción, pero también aportar a que la gente se quede en los campos y mejorar sus condiciones de vida” resume.
«Aportamos a mejorar la provisión de agua. La idea siempre fue mejorar la producción. Pero también aportar a que la gente se quede en los campos y mejorar sus condiciones de vida”
Celso Giraudo, Ingeniero Agrónomo jubilado de INTA Bariloche
Por su parte, Nicolás Ciano, actualmente Director del Centro Regional Patagonia Sur de INTA comenzó su actividad en la institución a inicios de los 90, trabajando en la restauración de áreas degradadas por actividades petroleras que después se adaptaron a otros terrenos.
“La intersiembra de mallines y la implantación de arbustos fueron ejes fuertes del trabajo. Y la viverización de especies nativas fue fundamental para generar procesos definitivos de restauración de los ambientes” detalla. Y agrega: “El INTA tiene una frondosa historia de trabajo sobre desertificación que abarca a toda la región, y ha sido pionera en el tema.”
Hoy el trabajo iniciado hace décadas por el INTA se enfrenta al desafío de incorporar en la producción nuevas demandas y visiones de la sociedad y el consumidor de carne y fibras naturales (lana y mohair). Es necesario sumar al cuidado del ambiente (el agua, el suelo la flora y la fauna) otros nuevos valores como el bienestar de los animales en producción, la responsabilidad social, la visión integral de “una salud”, etc.; que hagan posible una “producción ganadera ética y sostenible”.
“Hay un nuevo paradigma que tiene que ver con la trazabilidad de los procesos y la certificación ambiental».
Nicolás Ciano, director del Centro Regional Patagonia Sur de INTA
Así, los nuevos escenarios económicos empiezan a marcar algunas condiciones que refuerzan la mirada sobre la producción sostenible. Al respecto Ciano expresa: “hay un nuevo paradigma que tiene que ver con la trazabilidad de los procesos y la certificación ambiental. Eso nos lleva a pensar que nuestros establecimientos ganaderos tienen que producir de una manera sustentable, que genere renta para el productor y que se adapte a las normas de las empresas, y hay que hacerlo realidad. El trabajo de MARAS es una herramienta muy valiosa para dar cuenta de las condiciones de producción.”
Y agrega: “La ganadería en Patagonia tiene historia y se hacen las cosas bien. Y qué mejor que poder medirlo, monitorearlo y mostrarlo para ganar nuevos mercados cuidando el ambiente que es la casa de todos.”
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