Por qué las líderes comunitarias son un actor clave para promover los derechos del grupo étnico más perseguido del mundo

Cientos de miles de rohinyás, una comunidad musulmana, debieron irse de Birmania por la persecución que sufría en ese país. Se instalaron en campos de refugiados en países como Bangladesh e India. En Nueva Delhi, el trabajo de las mujeres en coordinación con agencias de ayuda humanitaria resulta efectivo para mejorar la inclusión escolar de las niñas rohinyás, combatir el matrimonio infantil y mejorar las condiciones de salud.

“Cuando una joven cumple 13 o 14 años sus familias dejan de mandarla al colegio y la dejan hacer tareas domésticas”, cuenta Minara, de 30 años. Nació en la ciudad de Buthidaung, en el estado de Rakáin, en Birmania. Es viuda, tiene cuatro hijos y vive en India desde 2012. Es una de las tres líderes comunitarias rohinyá elegida por los habitantes del campo de refugiados de Kalindi Kunj, en Nueva Delhi, India. Su trabajo está orientado a combatir una problemática específica: la falta de escolarización que provoca, a su vez, desafíos para la inclusión social de su comunidad.

Minara dice que, muchas veces, las agencias que buscan ayudar a su comunidad no dimensionan cuáles son los problemas que se viven dentro de los campamentos de refugiados. Imagen: gentileza de Geetanjali Krishna.

Los rohinyás son un grupo étnico, en su mayoría compuesto por personas musulmanas, que según la ONU constituyen la minoría más perseguida del planeta. Se trata de personas que han habitado por siglos Birmania, especialmente el estado de Rakáin, pero que no son reconocidas por el Gobierno de ese país, cuya constitución les niega la ciudadanía y los ha privado de derechos durante décadas.

La persecución contra los rohinyás se hizo más conocida luego de que en agosto de 2017 una operación del Ejército birmano asesinara a 25.000 personas rohinyás y forzara el desplazamiento de más de 700.000 personas de este grupo hacia otras naciones (principalmente Bangladesh), bajo la condición de refugiadas. 

Se estima que hay 40.000 rohinyás en India, y que se encuentran sobre todo en ciudades como Jammu, Hyderabad, Nuh y Nueva Delhi. A pesar de que en Birmania sus derechos no eran reconocidos y de que eran víctimas de persecución y violencia, la vida de los rohinyás no es sencilla en otros países. En India cuentan con dificultades para acceder a trabajos y a documentación, y la gran mayoría vive en precarios campamentos de refugiados. Y muchas veces también son víctimas de discriminación. En estos asentamientos, las condiciones distan de ser ideales, con poco acceso a salud y mucha inseguridad. Muchos rohinyás han sido deportados de vuelta a Birmania.

En este contexto, es difícil saber a ciencia cierta cuántos refugiados rohinyás viven en India. “Muchos son desalojados de los campamentos, y muy frecuentemente se reportan incendios ahí”, cuenta Geetanjali Krishna, periodista de Nueva Delhi que cubre actividades en campamentos de refugiados rohinyá. Hay sospechas de que algunos de esos incendios hayan sido provocados intencionalmente.

Lideresas locales

Distintas organizaciones trabajan en el terreno para ayudar a la inclusión social y a la promoción de derechos humanos entre refugiados rohinyás, como ACNUR, la agencia de la ONU para refugiados, o ROHRIngy, una ONG que opera en Nueva Delhi. El caso de Minara refleja cómo cuando estas organizaciones trabajan con lideresas comunitarias, y son ellas quienes impulsan el cambio, se logran resultados.

“Cada campamento tiene líderes que siguen su agenda independiente. Pero las agencias de ayuda humanitaria organizan talleres en los cuales estos líderes pueden capacitarse para luego ayudar a su comunidad”, explica Geetanjali.

En Kalindi Kunj viven 240 personas y hay 14 jóvenes en edad escolar de más de 12 años. Todas ellas comenzaron a asistir a la escuela gracias al trabajo de concientización que hizo Minara.

Mizan es otra joven rohinyá del campamento de Kalindi Kunj. Ella promueve en su comunidad que los niños y niñas completen la escolaridad y cuenten con documentos. Imagen: gentileza de Geetanjali Krishna.

Se trata de un cambio cultural enorme para una comunidad patriarcal en la cual la mujer suele ser relegada. “Cuando las familias entendieron que las mujeres pueden estudiar y trabajar, fue como ‘abrir los ojos’”, señala Minara. Dice que toma un gran trabajo convencer a las familias de cuán importante para el futuro de las mujeres es que asistan a la escuela.

Minara también concientiza a las familias sobre los peligros del matrimonio de niñas menores de edad, una práctica aún arraigada en su comunidad. Como resultado de su tarea, no se han registrado casamientos de niñas menores de edad del campamento en los últimos cinco años.

Ella considera clave la presencia de lideresas comunitarias para atender problemas urgentes. “Las agencias y ONG nos brindan capacitaciones para compartir conocimientos con la comunidad, pero si ocurre un incidente, ellas o autoridades como la policía tardan en llegar”, señala. En esa línea, destaca cuán importante ha sido para la comunidad haber creado un comité de seguridad del campo (integrado por ella y otras mujeres y hombres del campamento), que se encarga de recorrer cada noche el campo. Allí hubo dos grandes incendios, en 2018 y en 2022, a raíz de los cuales se estableció este comité.

“Hay una sensación mayor de seguridad desde que personas patrullan las calles del campamento por las noches. Antes los residentes estaban preocupados por la posibilidad de que parte del campamento se incendiara por la noche”, dice Geetanjali.

Jóvenes rohinyás toman clases en un campamento de refugiados del distrito de Mewat, en el estado de Haryana. Se estima que en India hay 40.000 personas rohinyás regugiadas. Imagen: gentileza de Geetanjali Krishna.

“Toda mi vida he visto proyectos de ayuda humanitaria en campos de refugiados que son buenos pero están pensados y ejecutados principalmente por extranjeros. Por eso muchos de ellos no tienen éxito”, cuenta Mizan. Ella tiene 21 y va al 10° grado de escolaridad en India. Vive en Kalind Kunj, emigró a India en 2014. Durante la pandemia motivó a otras niñas del campamento para que asistieran a clases online, y también busca concientizar a las familias sobre la importancia de la escolarización y de tramitar documentos para acceder a derechos. Su objetivo una vez que termine la escuela es estudiar para ser trabajadora social. “¿Quién puede entender mejor los problemas de los refugiados que los propios refugiados? ¿Por qué no podemos ser nuestros propios líderes?”, se pregunta en una de las ediciones de la newsletter Rohingya Stories, escrita por Geetanjali.

“En algunas áreas, las agencias que brindan asistencia son de mucha ayuda, por ejemplo, para explicarlas leyes locales. Pero en otros casos es definitivamente un problema que las personas vengan a ayudar desde afuera sin entender nuestras condiciones o nuestros problemas”, destaca Minara. Agrega que como lideresa comunitaria disfruta del trabajo cooperativo con agencias.

En la newsletter Rohingya Stories, la autora lista algunos de los beneficios que palpó cuando los proyectos de inclusión y derechos humanos fueron liderados por la propia comunidad de personas refugiadas. Ella dice que las lideresas refugiadas:

  • Identifican mejor los aspectos dolorosos para su comunidad.
  • Son buenos puentes entre las agencias y su comunidad.
  • Desarrollan soluciones efectivas y culturalmente apropiadas para sus comunidades.
  • Cuentan las historias en sus propias palabras.

El rol de las mujeres

Hafsa vive en otro campo de Nueva Delhi, llamado Shaheen Bagh. Tiene 22 años y tres hijos. A partir de la capacitación de ACNUR, ella recorre el campamento y aconseja a las mujeres de cada familia sobre el cuidado de su salud, la importancia de cumplir con los esquemas de vacunación de los niños y de dejar atrás la vergüenza y consultar a los doctores. En ocasiones, como habla fluidamente el hindi (el idioma más popular de esa zona de India) acompaña a pacientes mujeres a sus chequeos de rutina y oficia de traductora.

Por su parte, Minara siente que su entendimiento de los problemas de mujeres y niños es mayor que el de los varones. Y que por eso es importante la tarea que realiza como mediadora de conflictos domésticos en su comunidad.

“Las mujeres brindan un beneficio adicional: donde sea que ellas toman el liderazgo, se logra avanzar”, dice Geetanjali. Y cuenta: “Antes de conocer a Minara conocí a líderes comunitarios varones y tenían un sentido diferente de la comunidad. Las mujeres rohingyá son de las más oprimidas, tienen muy poco acceso a la educación y oportunidades laborales, por lo que es importante que ellas lideren su comunidad. Ellas pueden pelear por su agenda mejor que cualquier varón”.

La periodista india también destaca que la tarea de las lideresas comunitarias “tiene un gran costo personal”, porque, mientras tratan de concientizar sobre sus derechos, conviven en una comunidad aún machista. Y señala otro detalle: por sus raíces islámicas, las mujeres rohinyá están más dispuestas a hablar con otras mujeres que con varones.

Tasminda Johar tiene 26 años. Es una joven que vive en Nueva Delhi y es la primera mujer rohinyá graduada de la escuela en India. Imagen: gentileza de Geetanjali Krishna.

India no es el único lugar donde las mujeres juegan un papel relevante dentro de comunidades de personas refugiadas. De hecho, en Bangladesh, el país asiático a donde han emigrado la mayoría los rohinyás, se ha estudiado mucho la importancia de contar con líderes comunitarias mujeres.

Por ejemplo, un informe de la Organización Internacional de Migraciones de 2019 publica una lista de 10 puntos que los hombres rohinyás valoran del rol de las mujeres. Entre ellos, señalan que “tienen buenas habilidades de liderazgo y la capacidad de manejar distintas demandas de la comunidad”.También en 2019, la Comisión de Mujeres Refugiadas (WRC, por sus siglas en inglés) publicó un estudio en el cual señala que promover liderazgos femeninos entre comunidades de personas rohinyás refugiadas en Bangladesh “proporciona modelos prometedores para un cambio transformador”.

Esta historia fue publicada originalmente en RED/ACCIÓN, y es republicada dentro del Programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.


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