Internet y redes sociales: ¿cómo llegamos hasta acá?
El miércoles 17 de mayo fue el Día del Internet. Como un pequeño homenaje, hicimos un pequeño recorrido por las grandes obras de sociólogos, antropólogos y filósofos que se dedicaron a pensarlo, desde su nacimiento hasta su aparición en la vida cotidiana de la mayor parte de las personas.
Los comienzos de internet fueron en Estados Unidos a partir del fantasma de un ataque nuclear. Más específicamente, según el glosario de términos relacionados con la Web, estamos hablando de La ARPAnet (advanced research projects agency network) o Red de Agencias de Proyectos de Investigación Avanzada en español. Se trataba de una red de computadoras construida en 1969 como un medio resistente para enviar datos militares y conectar a los principales grupos de investigación desde Estados Unidos. En ese año, Joseph Licklider, uno de los más importantes informáticos estadounidenses, ya advertía que “dentro de unos años, los hombres podrán comunicarse con más eficacia a través de una máquina que cara a cara. Es una afirmación bastante sorprendente, pero es nuestra conclusión”.
¿Por qué nos cuesta tanto “soltar”?
El Dr. en Ciencias Sociales Mariano Zukerfeld, en Todo lo que usted siempre quiso saber sobre internet pero nunca se atrevió a googlear, comenta: “la idea de una red de comunicaciones en la que no hubiera un centro único, en donde se verificara un grado mayor de horizontalización y en el que la información tuviera la posibilidad de recorrer caminos alternativos parecía atractiva”. El grupo que comandaba la red era absolutamente informal, no había pertenencias y exclusiones delimitadas ni jerarquías que regularan el acceso. Producido en el ámbito de las universidades, reinaba la idea de que el conocimiento debía ser abierto, universal y no estar regido por las leyes de la propiedad.
El año de lanzamiento de internet, ARPANET se dividió en dos redes: MILNET (de uso militar) y el resto bajo control de la NSF (National Science Foundation), llamada NET, íntegramente académica. Aunque el núcleo duro de internet hubiera dejado de estar en manos de los militares, se mantenía bajo la órbita estatal, pero la NSF comenzó a tercerizar la operación en actores privados (IBM y MCI). Ese proceso de privatizaciones dio origen a lo que luego serían los Internet Service Providers: empresas que ofrecen el servicio de conexión a otras empresas y a los usuarios particulares.
El primer caso de un proveedor de Internet for profit fue en 1990, tal como se cuenta en el trabajo de Zukerfeld. La World Wide Web (www, html), creada por Brenners Lee, se desarrolló en 1991 y funciona sobre internet (los IP y TCP) y se manifiesta con Mosaic en 1993, lanzamiento del primer navegador tal y como lo conocemos hoy. En 1995 surgieron Amazon y Ebay, y con ellas se hace realidad la idea de comprar y vender bienes a través de una computadora, pero todavía no había ningún negocio en el ámbito de las redes sociales.
Internet: los datos en la era de la comunicación
Haciendo un salto bastante largo en el tiempo, vemos que Licklider tenía algo de razón: la comunicación se convirtió en uno de los ejes centrales de nuestra era. Tan profunda fue esta transformación que, tal como comentan en la película The great hack (El gran hackeo), disponible Netflix, la atención se ha transformado en un commodity y los datos han sobrepasado al petróleo en valor. El valor de nuestra atención y nuestros datos, tal como explica Shoshana Zuboff en su libro La era del capitalismo de la vigilancia, ya no se trata sólo de conocernos, ni se trata de anticipar nuestros comportamientos futuros, sino que se trata de generarlos. Hay un mercado de comportamientos futuros, que son los que se venden. Esta idea está muy bien explicada por Esteban Magnani en su conversatorio El impacto de los algoritmos en la vida cotidiana, disponible en Youtube.
La idea de los datos como una de las materias primas más importantes a nivel mundial hoy es el hilo conductor para el popular libro de Caja Negra Capitalismo de Plataformas, por Nick Srnicek. El autor insiste en la importancia de que la materia prima (datos) necesita ser refinada (analizada, trabajada) pasando por algún proceso como lo es el trabajo calificado de un científico de datos (o el trabajo automatizado de los algoritmos). El valor del espacio publicitario para los anunciantes radica precisamente en el análisis de los datos y no en los datos en sí mismos, ya que es esto lo que promete conectarlos con consumidores potenciales o votantes potenciales.
Internet: el lento y firme camino de las redes sociales
En cuanto a la historia de redes sociales, han corrido ríos de tinta. Hoy queremos destacar tres textos importantes para entenderla.
En el análisis de Søren Mørk Petersen , investigador y doctorado por la Universidad de Conpenhague, que se titula Contenido generado por perdedores, aparece con mucha claridad cómo nos enganchamos y atamos a las redes: en ellas, según dice el autor dinamarqués, la identidad se construye a partir de tres cosas: el contenido subido, los comentarios y la lista de contactos y amigos. “Para mantener esta identidad, necesitas constantemente actualizar tu sitio con contenido, ser un miembro activo de la comunidad haciendo comentarios y agregando nuevos amigos y contactos”. De esta forma, los usuarios le dedican mucho tiempo y, sumado al uso para relacionarnos con otras nuestros conocidos y amigos, crea un fuerte vínculo con el sitio.
La autora José Van Dijk hace una interesantísima reflexión sobre la historia de Facebook en La cultura de la conectividad: una historia crítica de las redes sociales. Muy seguido olvidamos que esta red, pionera para tantas otras, empezó a funcionar sólo dentro del campus de Harvard, de manera que compartir algo significaba compartirlo con determinados amigos y estudiantes. En el año 2005, se incorporaron otros usuarios y pequeños anuncios. Luego de una controversia sobre cómo llegaban estos anuncios y cómo se distribuía la información de los usuarios, los creadores de esta plataforma empezaron a trabajar para que la palabra “compartir” no se asociara sólo con un sentido limitado (de compartir entre un usuario y otro), sino con un significado más amplio: el de compartir con terceros, con el resto del mundo. Este último debía (y vemos que así fue) convertirse en un significado común y comúnmente aceptado.
Se desarrollaron millones de aplicaciones para conectar Facebook con otras plataformas, de modo que los significados contextuales de conexión y compartir pasaron de designar una interacción dentro de Facebook a una interacción con todas las formas de vida virtual fuera de su territorio. En el año 2010, se introdujeron Open Graph y el botón “me gusta”. El primero consistía en que sitios web externos accedían a la información que la red social recolectaba con el propósito de crear experiencias personalizadas. El botón “me gusta”, por otro lado, expresa de manera instantánea la aprobación de una idea o elemento específico y lo comparte en el acto. La parte visible de esta interfaz llama la atención sobre la interacción entre los usuarios, dando a entender que se mantiene en el primer sentido de compartir. Sin embargo, los algoritmos y protocolos invisibles ejecutan tareas relacionadas con el segundo sentido.La adopción del “me gusta”, tal como se ve hasta el día de hoy, fue masiva: en tres meses, 350 mil sitios lo incorporaron, haciendo del comercio de datos personales una práctica aceptada en el universo online.
Lo último que le llama la atención a Van Dijk sobre esta breve, pero intensa historia, es que los usuarios empezaron a desarrollar habilidades y técnicas de manejo de públicos decidiendo si compartían información sólo con amigos, un público más amplio o con el mundo en general (algo que hoy se ve aumentado por las típicas listas de mejores amigos).
El último libro que hoy te recomendamos para pensar en nuestra relación con las redes, ahora sí, made in Argentina, es el de La intimidad como espectáculo, de Paula Sibilia. Ella abre su reflexión con el caso de la tapa de la revista Time en el año 2006 que eligió poner un espejo como “personalidad del año”, para implicar que eras vos, que era yo, que éramos todos nosotros. Esta elección, contó la autora, se debía al aumento inaudito de contenido producido por los usuarios, porque había llegado “la hora de los amateurs”, porque estábamos transformando la era de la información los individuos comunes, los usuarios de plataformas. A partir de este puntapié, se analizan las claves con las que se presenta la exhibición de la intimidad en la escena contemporánea y los diversos modos que asume el yo de quienes deciden abandonar el anonimato para lanzarse al dominio del espacio público a través de blogs, fotologs, webcams y sitios como YouTube y Facebook.
Con los enormes avances que hay cada día, como el surgimiento de chat GPT y el pasaje de los algoritmos a las Inteligencias Artificiales, hay muchísimas más cosas para pensar. Pero, ¡a no asustarse! Los pensadores, poco a poco, se van poniendo al día con las herramientas que hay que tener en cuenta para que la tecnología sea algo que aporte y no perjudique a la sociedad. Con todos estos escritores, celebramos (con un día de demora) el 17 de mayo, el Día de Internet.
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