Crece el etiquetado frontal pero la venta de productos excedidos no baja

En los supermercados de la región, las papas fritas, mayonesas y gaseosas se venden en igual volumen. Cuáles son los riesgos para la salud.

En los supermercados y almacenes de la región se multiplican los alimentos y bebidas con octógonos negros al frente de los envases, pero no se verifica una baja de consumo pese a los alertas sobre el contenido en exceso de azúcares, grasas saturadas, grasas totales, calorías y sodio.

Los vendedores señalan que las mayonesas, papas fritas y la gaseosa marca líder no perdieron volumen de venta, pese a que llevan puestas varias etiquetas. Estiman que un 20% del total de productos que se exhiben ya llevan la advertencia.

Las explicaciones sobre el comportamiento de los consumidores son variadas. Cambian según el lado del mostrador desde el que se mide. O del ángulo más amplio desde el que se analiza el resultado de la aplicación de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable sancionada en octubre del 2021, como es el caso de los médicos y nutricionistas. Ellos dicen que esta primera etapa de aplicación quizás no mostrará cambios de conducta, pero sí ayudará a concientizar sobre qué estamos comiendo. (Ver recuadro)

“Con la malaria que hay y la inflación, la gente se preocupa primero por el bolsillo y no le da bola a esos cartelitos”, sostuvo el encargado de una sucursal roquense de la Cooperativa Obrera.


Los saludables son más caros


Explicó que el cambio en el consumo, cuando aparece, es porque están resignando calidad. “Cuando dejan de consumir un producto en particular es porque no les alcanza la plata. No por los octógonos. Por más que haya productos saludables, ricos y atractivos, de nada sirve su presencia en góndola si son caros”, insistió.

En igual sentido declaró un encargado del área de ventas de un local de La Anónima. Dijo como ejemplo que les costó instalar en primer lugar a los chorizos de propia marca. Pero cuando se logró el objetivo, les colocaron las etiquetas por grasas saturadas y exceso de sodio. “Pensé que iba a caer la venta, pero no afectó en nada, los llevan igual”, sostuvo.

Ileana García, una maestra roquense, madre de dos adolescentes, suele hacer las compras en un almacén del barrio Stefenelli. Dijo que imaginaba que las galletitas de chocolate rellenas que estaba comprando deberían tener algún octógono pero que desconocía por completo que un rótulo similar deberían llevar los cereales de colores que cargó en el canasto del local. “Para mí eran re sanos”, se río ante la consulta de este diario.

La ley de Etiquetado Frontal se aplica con un sistema de placas de advertencias nutricionales para informar de manera rápida y fácil cuando los productos tienen cantidades excesivas de nutrientes relacionados con enfermedades no transmisibles.

El 41% de los chicos y adolescentes argentinos de entre 5 y 17 años presentan exceso de peso.

De acuerdo a la Organización Panamericana para la Salud, en Argentina, 140.000 muertes por año son ocasionadas por hipertensión, hiperglucemia, sobrepeso u obesidad, tres factores de riesgo asociados al consumo excesivo de azúcares, grasas y sodio. En particular, la obesidad y el sobrepeso son los problemas más graves de malnutrición en el país: afectan a 7 de cada 10 personas adultas.

La nutricionista Gabriela Di Leandro consideró que la aplicación de la norma no producirá cambios inmediatos pero va a ayudar a generar consciencia, a que la gente se pregunte qué está comiendo y qué impacto tendrá el contenido de los productos en su salud. (Ver recuadro)

Algunas conductas llamativas se observan entre las góndolas. Las fuentes de los supermercados consultadas por Río Negro indicaron que cuando las compras se hacen en familia, los hijos son los que obligan a sus padres a dejar el producto si tiene las etiquetas.


La voz del almacenero y algunas conductas extrañas


“La gente se sorprende cuando ve las etiquetas. Leen las advertencias pero igual se terminan llevando el producto. Sí se nota que lo hacen en menos cantidad, pero tiene mucho que ver la inflación. Recortan y se achican. (Cristian, almacenero del barrio San Cayetano, Roca)

Cristian ve la cara de sorpresa de sus clientes cuando se dan cuenta
de las etiquetas. «Se sorprenden, pero se lo llevan igual».

“Antes compraba seis paquetes de galletitas de chocolate (NdeR: altas en calorías, grasas saturadas y azúcares) para tener en la alacena, darle a los chicos y usarlas en las tortas. Con esto de los rótulos ahora compro sólo un par. Me pasa también con el queso de rallar. No consumo más el de los paquetitos cerrados. Lo compro por horma en la fiambrería. Con el tema harinas me pasé a la integral y a la avena para hacer con ellas galletitas o budines. Igual creo va a ser muy díficil sacar del todo algunos productos de nuestra dieta. Cuando un pan dulce tenga los octógonos. (Marcela Rossetti, docente, General Roca)

“Tenemos un hijo con discapacidad, con una afección neurológica. Y los médicos nos dicen que debe tener una alimentación buena y especial. Entonces la hacemos y ya estamos adecuados. Desde el 2012 que en casa no se come azúcar, mínima sal, nada de gaseosas y jugos naturales. Todo este cambio implica más costos y desgaste. La iniciativa oficial está buena, pero con esta inflación pocos son los que pueden”. (Ricardo Aguirre, comisionista, General Roca)


Conductas extrañas y consumo engañoso en los jóvenes


“Hay conductas nuevas que surgen, raras y está bueno resaltarlas. Veo que mi hijo adolescente y sus amigos se autoengañan. Cuando se juntan a ver un partido en casa, pasan por el supermercado y buscan el paquete de papas fritas que todavía no tenga el rótulo. Dicen que los pone nerviosos comprar las que tengan el octógono negro. En mi caso particular, tengo una alimentación vegana. Con el rotulado empecé a advertir lo de las grasas saturadas y dejé de consumir los productos que lo advierten. Lo mismo con los yogures bajos en grasas pero que son altos en azúcares. Gracias a los rotulados me enteré que hay muchos productos que te dicen sin azúcar, pero en la letra chica advierten que está agregada. Es decir, ya tienen fructuosa u otra cantidad de azúcares y lo que hacen es no agregarle más. (Sonia Constantini, médica cardióloga, General Roca)

“Estamos al tanto del etiquetado. En casa seguimos consumiendo algunas galletitas dulces que tienen los octógonos y por ahí alguna gaseosa. Pero es una vez cada tanto. No cambiamos de la marca que nos gusta pero nos estamos cuidando más”. (María Emilia Aveleira, estudiante, General Roca)


«El etiquetado nos obliga a plantearnos qué estamos comiendo y para qué»


“El etiquetado frontal nos obliga a plantearnos qué estamos comiendo, para qué lo estamos haciendo y si eso va a tener un impacto en nuestra salud. Creo que a muchas personas que ven los cuatro octógonos en los paquetes de alimentos se les abre la cabeza”.

Así respondió la nutricionista roquense Gabriela Di Leandro ante la consulta de Río Negro sobre el comportamiento que observa en sus pacientes y en los consumidores en general respecto a la aplicación de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable.

Consideró que la medida está impactando favorablemente en la población, pero que eso no significa que estén dejando de comprar los productos que tienen las advertencias. “Quizás ahora los consumen menos, pero van tomando consciencia de cómo afectan. Lo veo en mi consultorio. Mis pacientes me mandan fotitos de los productos y me preguntan: ¿es verdad esto? Y yo les digo que sí.

La nutricionista consideró que los consumidores «van tomando consciencia» de
como afectan algunos productos.

De todas maneras, la profesional lamenta que “no exista” un registro estadístico donde se pueda verificar fehacientemente si hay un cambio de conducta en la población.

“Sí estoy observado muchas reacciones. Personas que dejan de consumir un alimento o bebida gaseosa porque ven el rótulo de exceso de azúcar. Pasa con las aguas tónicas. Notan que por detrás del gusto amargo se impone con fuerza lo dulce en exceso”.

De acuerdo al testimonio que brindó la nutricionista, sus pacientes se sorprenden por haber consumido algo que siempre creyeron que era saludable pero ahora descubren que estaba excedido en sodio, azúcares o en grasas saturadas.

También señaló para aclarar que “hay personas que no están preparadas para dejar de consumir algo que les gusta mucho, en especial los mayores de 50 años. Por más advertencias que les pongas, ellos comen por placer, va ser más duro que cambien”.

Al mencionar a a los condicionantes que impiden mejorar las conductas alimenticias, dijo que se trata de un conjunto de variantes. “Lo preaprendido, la educación de cada persona y su nivel socioeconómico”.

Di Leandro trata de educar con la interpretación de la letra chica que traen los envases de cada producto. Pide a los consumidores que presten atención a a la lista de ingredientes, no tanto a su valor nutricional.


El caso chileno: se disparó el precio de los saludables


Chile fue el primero en la región que desarrolló este tipo de etiquetado y lo estableció de forma obligatoria en 2016.

Los investigadores Nano Barahona, Cristobal y Sebastián Otero midieron su impacto con un estudio. Se centraron en un producto particular (que no son las galletitas dulces): los cereales.

Estos son los resultados que arrojo el trabajo:

Conclusión 1: los consumidores subestimamos el contenido calórico (y en algunos casos de azúcar) de los productos. Si tenemos esos errores, es posible que cuando nos avisen (con la etiqueta), cambiemos nuestro comportamiento.


– Conclusión 2: cuando se introdujeron las etiquetas, los consumidores reaccionaron inmediatamente, consumiendo mucho menos productos no saludables (especialmente aquellos que pensaban que eran saludables).

Conclusión 3: cuando se introdujeron las etiquetas, los productores reaccionaron, redujeron el contenido calórico de sus productos para que queden justo por debajo del umbral para recibir etiquetas. Las calorías promedio por producto bajaron.


Conclusión 4: cuando se introdujeron las etiquetas, los precios de los productos más saludables se volvieron relativamente más caros.


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