Feria del Libro: expectativa y cautela en un año complejo para la industria editorial
El jueves comienza la 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que permanecerá abierta hasta el 15 de mayo. Brújula pero también termostato de una industria en estado crítico.
La Feria Internacional de Libro de Buenos Aires que comienza mañana, aunque quede a más de mil kilómetros de donde vivimos, es siempre faro, pero también un termostato de lo que ocurre en la industria editorial. Es la vidriera donde se lucen los escritores consagrados, donde se presentan las grandes novedades editoriales del año, donde crecen los nuevos escritores, donde encontrar libros difíciles, pero también donde reencontrarse con un placer cada vez más complejo, más privativo.
El libro, eso que en definitiva celebra esta feria y todas las demás, está problemas. No porque se repita eso de que cada vez se lee menos (cosa que puede desmentirse rápidamente por la cantidad de jóvenes que promocionan la lectura), sino por el precio del papel. Hoy, el precio promedio de una novela es de 6.000 pesos, una cifra que creció a la par de una inflación que el año pasado, para los libros, llegó al 150%. La semana próxima es probable que ese promedio sea aún más alto.
Hablar de promedios, se sabe, puede resultar poco representativo. Porque aunque hay algunos libros por debajo de esa cifra, las novedades o aquellos que figuran entre los más comentados, cuestan bastante más. Por ejemplo, “El hechizo del agua”, la novela best-seller de Florencia Bonelli, hace un año costaba 2.900 pesos y hoy, 8.200; “Nuestra parte de noche”, de la aclamada Mariana Enríquez, hace un año costaba 4.150 y hoy 9.850 pesos; “Violeta”, el último libro de la escritora chilena Isabel Allende cuesta 8.399 pesos;“El tiempo de las moscas”, de Claudia Piñeiro, hoy cuesta 6.799,00 pesos; y uno de los considerados como lectura del año por Barack Obama, Fortuna, del argentino Hernán Díaz que vendrá a la Feria a presentarlo, 6.950 pesos.
Leer se ha vuelto un lujo y un privilegio, como tantas cosas en el país.
En enero de este año, la Cámara Argentina del Libro habló de esta crisis. En un comunicado aseguró que el “desabastecimiento y faltantes de papel lleva a los editores a aceptar cualquier precio para producir”; subrayó que los aumentos están “muy por sobre la inflación” y aseguró que esta situación “provoca una pérdida de rentabilidad de la industria editorial a manos de los grupos concentrados que producen papel en la Argentina”, lo que genera un mercado “cada vez más empobrecido en cuanto a la bibliodiversidad”.
Eso que dice la Cámara del Libro es que los libros son cada vez más caros y que hay menos variedad. Que sólo las editoriales más grandes pueden darse algunos lujos y que las más pequeñas, las que buscan entre autores nuevos o que rescatan tesoros perdidos de otros países y de otros tiempos tendrán delante de si una misión imposible, un camino muy angosto. En definitiva, que hay libros que nunca leeremos y lugares a los que nunca llegarán.
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Uno de los motivos del disparado aumento del papel es, por un lado, que la producción nacional no alcanza para todas las editoriales, y se supo además que tras la pandemia se priorizó la producción de cartón para paquetería, que fue un sector que creció durante esos días de encierro y que se mantiene activo.
Mañana, la Feria volverá a abrir sus puertas con la expectativa de volver a marcar un récord como el del año pasado, cuando pasaron por ahí más de un millón trescientas mil personas. Hay expectativa y cautela, mientras ese invitado no deseado -el dólar disparado- sobrevuela ese foro público que es la Feria.
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