Cumplieron el sueño de conocer el Salto del Agrio y descubrieron estos lugares maravillosos
Silvia y Alicia son de Buenos Aires y llegaron a descubrir los misterios de Neuquén. Docentes y jubiladas, son amigas hace 50 años. Esta es la segunda parte de un viaje que comenzó en en norte neuquino y a cada kilómetro se puso más interesante.
Silvia Bejar y Alicia Rodríguez son dos viajeras que eligen la Patagonia para celebrar sus 50 años de amistad de la mejor manera: de viaje. Silvia es oriunda de Hurlingham y su amiga Alicia de Haedo zona oeste del Gran Buenos Aires. En el verano llegaron por primera vez al norte neuquino para descubrir sus misterios, pero había un lugar al que soñaban conocer: el gran Salto del Agrio en Caviahue. En esta segunda parte del viaje, los paisajes del volcán Copahue, Villa Pehuenia, Aluminé y Mari Menuco no las defraudaron y así lo cuenta Silvia.
Fuimos a Caviahue, el clima era especial y la ciudad preciosa para caminar. Llegamos a la Cascada Escondida de fácil acceso ya que el camino era llano, entre pehuenes, carteles explicativos y muy bien señalizado a 2 kilómetros de la ciudad. A la mañana temprano salimos hacia nuestro objetivo: El Salto del Agrio.
Fue mi lugar soñado, miles de veces vi caer ese Salto en videos y en ese momento de tanta emoción no pude contener las lágrimas. Había poca gente, pudimos disfrutarlo desde todos los ángulos. Estuvimos como dos horas. No podíamos dejar de mirar, grabar y sacar fotos.
Tenía mi propio video y el Salto del Agrio en mis retinas y mi corazón. El sonido claro del agua al caer, retumba aún en mis oídos. Nadie hablaba, solo admirábamos. El camino estaba en buenas condiciones aunque había algunos metros no tan buenos.
De ahí, fuimos a Copahue. El olor nos ahuyentó, vimos las piletas termales pero entre el olor y el color no nos invitó a sumergirnos. Cruzando el pueblo a 200 metros había «lenguas de hielo» que se transformaron en túneles por el deshielo: una imagen mágica. Nos sacamos un montón de fotos en ese fenómeno increíble. Parecía que llovía por el derretimiento y a su vez invitaba peligrosamente a entrar en esos túneles que dejaban ver la salida.
Impresionantemente bello
También subimos al Cerro de la Cruz desde donde se dejaba ver el Volcán Copahue: ¡Es imponente! Ahí conocimos a Máximo, un lugareño que se acercó a conversar y nos regaló lo que parecía una suculenta pero en realidad es una plantita con propiedades curativas.
Las Cascadas, son una mas bonita que la otra. El color del agua era blanquecino. Como no pudimos meternos al agua del lago Caviahue, fuimos al Arroyo Dulce: hermosísimo serpentea con poca profundidad y algo de sombra ahí nomás al costado de la calle principal.
También fuimos al Puente de Piedra, admirable obra de la naturaleza. Nos indicaron que estaba «ahí nomás, por la ruta». El GPS nos decía: «has llegado», pero había una araucaria solitaria. Nadie nos contó que había que rodear el final del lago y trepar caminando 1500 metros sobre el acantilado de enfrente. Cuando descubrimos el camino fue hermoso ver desde la altura el pueblo, el lago y el Puente de Piedra. Por el hueco se deja ver el verde turquesa del lago.
En una parrilla comimos un muy rico chivito. Tuvimos que reservar con anticipación. Estaba muy rico. De allí nos fuimos a Villa Pehuenia por Pino Hachado.
Por Villa Pehuenia y Aluminé
El camino era muy bueno a pesar de ser ripio. El paisaje indescriptible. Pasa de montañas con vegetación patagónica a verdes de distintos tonos, el río siempre acompaña y también los bosques de pehuenes. Una belleza tal que una quiere parar a cada rato a sacar fotos.
Llegamos a Pehuenia y nos recibió el lago Aluminé. Visitamos el volcán Batea Mahuida. Cuando llegamos a la base no podíamos creer la belleza, del cráter del volcán a la laguna con los tonos azul/verde que marcan la profundidad. Emprendimos la subida con no mucha esperanza de llegar a la cima pero lo conseguimos. Desde arriba vimos lagos, volcanes y también el pueblo chileno de Iclama.
Estuvimos en La Angustura, la unión de los lagos Aluminé y Moquehue, el agua cristalina que invitaba a entrar y no salir más, por el sol radiante y la temperatura agradable del agua.
Estuvimos en la playa frente a la escuela hogar Evangélica. Era solo para nosotras y dos familias. Playa de arena gruesa, transparente cálida, solitaria con hermosas vistas y sombra.
Cenamos Cordero a la olla: espectacular, delicioso, abundante. Fuimos a la reserva Mapuche Puel y visitamos las 5 lagunas. Descansamos en la ultima laguna con el agua exquisita y mucha sombra, ideal para pasar el día. Hay una casita donde venden tortas fritas y pan casero.
El camino desde Pehuenia hasta Aluminé faldeando el rio por territorio Mapuche es increíble. Fuimos a comer truchas al criadero. Precios accesibles y la trucha a la naranja espectacular. Salimos temprano hacia San Martín de los Andes.
Hubo un corte de ruta que no superó los 30 minutos. Visitamos el lago Lolog un sábado con mucha gente y el domingo mas placentero con menos concurrencia. En San Martín viven mis sobrinos Ema y Paola con Ami y Luci sus hermosas hijas. Ellos nos enseñaron a navegar en kayak, una hermosa experiencia.
Conocimos Meliquina, con su frescura y transparencia y también fuimos a los Pozones de Caleufu y a la Casa de Piedra. Una crítica: si no es por el boca a boca no sabíamos que podíamos visitar tan hermosos lugares.
Emprendimos el regreso con los ojos llenos del color de los lagos
En Centenario nos esperaba mi amigo Ramón, que nos hospedó en su casa. Nos llevó a recorrer de día y de noche su lugar. Vimos el atardecer en la confluencia del Río Limay y Neuquén que se convierte en Río Negro. Fuimos al lago Mari Menuco, una tarde noche maravillosa y vimos el atardecer.
Nos metimos al agua divina a las 21, asadito a la orilla del lago, cielo con millones de estrellas y la luna roja. Más no se podía pedir. Volveremos.
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