Crimen de Báez Sosa: la incertidumbre que aterroriza a Máximo Thomsen

Tras la sentencia, su vínculo de amistad con los otros rugbiers condenados se habría "quebrado". Hoy trascendió que las autoridades penitenciarias se encuentran en alerta por posibles atentados contra su vida.

Máximo Thomsen fue uno de los cinco rugbiers condenados el lunes a prisión perpetua por el asesinato de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell. Y curiosamente fue el único que no soportó la tensión vivida durante la lectura del fallo, lo que le provocó un desmayo por el cual debió ser retirado de la sala.

La imagen derrumbada del joven 23 años, apodado “Machu”, fue la antítesis del carácter que supo demostrar el 18 de enero de 2020, cuando después de pegarle al estudiante de Derecho caminó erguido hasta su casa para quitarse la camisa, colocarse una remera y dirigirse hasta un McDonalds para comer una hamburguesa.

En aquella oportunidad su rostro, registrado por una de las cámaras de seguridad, se exhibió tranquilo y sonriente. La pose de alguien que repetía allí orgulloso una misma dinámica: golpear hasta el cansancio.

Pero en las últimas semanas, la impronta del joven zarateño cambió. Y hasta hubo repercusiones en el vínculo que mantiene con algunos de sus amigos. Según comentaron algunos allegados, «algo se rompió».

Es que salieron a la luz las diferencias que Thomsen tiene con los otros cuatro rugbiers condenados a perpetua y las internas, detectadas previo a la sentencia, se agravaron tras el fallo e incluyen pases de factura y reproches.

Por este motivo, Thomsen podría ir a una cárcel distinta a lo de los otros rugbiers. Esta situación, incierta hasta el momento, lo inquieta y aterroriza. A tal punto que antes de conocer la sentencia pidió una consulta con una psicóloga en Melchor Romero.

Quién es Máximo Thomsen


Antes del crimen, el joven estudiaba Educación Física y realizaba algunas “changas” para mantenerse en su natal Zárate. Desde colocar alambrados en casas de algunos vecinos hasta trabajar como patovica en un local bailable en el centro de la localidad.

A la par jugaba rugby, práctica que ejerció durante toda su infancia y adolescencia. Primero lo hizo en el Arsenal Zárate, hasta que en 2017 decidió probar suerte en el Club Atlético de San Isidro (CASI).

Aunque eran muchas las horas de práctica compartidas, desde el equipo aseguraron que el joven nunca se “integró”. Según se consignó en diferentes crónicas, sus compañeros lo describían como alguien “bastante callado”. Tras su detención en enero de 2020, la Comisión Directiva decidió expulsarlo del club.


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