Libros en problemas: entre la falta de papel y un aumento que supera a la inflación
La mayor preocupación es la falta de papel pero también el precio de este insumo que viene subiendo desde 2021 muy por encima de la inflación y este año la duplicó. Las editoriales reducen tiradas, publican menos novedades y aumentan sus colecciones de bolsillo para no perder lectores.
El viernes pasado, «En la sombra», el libro de memorias del príncipe Harry, se ubicó en el número 1 en ventas en todo el mundo: más de 3,2 millones de ejemplares. Para América latina se pusieron a la venta 100.000 ejemplares. En Argentina, el libro más vendido del momento, llegó ese mismo viernes. El precio: 8.599 pesos. En un año, el aumento de los precios de los libros en la Argentina estuvo muy por encima de la inflación: desde 150% en el papel obra, ahuesado y ecológico y llegan a un 300% en torno al papel ilustración. La Cámara Argentina del Libro advirtió sobre esa situación, y a través de un comunicado titulado «Preocupación por los costos del papel: peligra la industria editorial», denunció que la situación «provoca una pérdida de rentabilidad de la industria editorial a manos de los grupos concentrados que producen papel en la Argentina».
Los aumentos por encima de la inflación atraviesan la producción editorial en este 2023 y profundizan así una situación que ya preocupó el año pasado y que si bien coincide con la falta de este insumo básico en la industria a nivel internacional, se profundiza en Argentina donde dos empresas, Celulosa y Ledesma, lo concentran y monopolizan para su venta.
Editoras y editores de distintos sellos analizan la situación y cuentan cómo impacta este acceso desigual al papel en el día a día al momento de diagramar, proyectar y publicar libros cuando la materia prima está costando más que el trabajo sumado de autores, editores, diseñadores, imprentas y encuadernadores, ya que históricamente, esa participación estaba entre el 30 y el 35% y hoy representa el 50% del costo.
Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL), explica que si bien esta situación ya preocupaba en 2022 y motivó el Primer Congreso Nacional de Libreros y Editores en noviembre en Chaco, continúa y se acentúa este 2023: «Venimos con falta de papel y desabastecimiento, es un ciclo continuo no estanco. Hoy aparece papel pero como hay tanta demanda insatisfecha se acaba y de nuevo estamos dos meses sin papel».
Con la 47 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en el horizonte, cuyo arranque está previsto para el 27 de abril, esta demanda generó un alerta a través de un comunicado firmado por la CAL en el que advertían que no peligraba la realización de este evento pero sí la diversidad de libros que puedan editarse para ese momento. «Esto es un oligopolio donde dos empresas productoras, Ledesma y Celulosa, hacen lo que quieren y acompañados por cuatro o cinco importadoras de papel, aumentan por encima de la inflación y llegan hasta un 300% en papel ilustración», explica Gremmelspacher.
Vanina Colagiovanni, editora en Gog & Magog, estuvo en el congreso realizado en Chaco y coincide con que este panorama no es nuevo. «Se alertaba sobre el duopolio y las dos empresas argentinas productoras de papel, también sobre los faltantes y que las editoriales de grupos internacionales pueden comprar y acopiar papel porque a ellas sí les venden, lo que implica una competencia desleal», grafica.
La también autora de «Seamos felices acá» contextualiza esta escena en el plano internacional al explicar que se trata de algo que «sucede en todo el mundo, donde hay escasez de papel porque, debido a las compras on line, muchas papeleras destinan su producción al packaging, aunque en la Argentina se agrava por estas dos empresas que fijan un precio más alto que la inflación y además por momentos no venden». Y ejemplifica: «Acá había una papelera que antes producía papel y ahora solo produce cajas».
En Gog & Magog, dedicada a la poesía y el ensayo, esto influye en la impresión de menos ejemplares por título para las novedades de 2023 pero cuenta la editora que también impacta en el armado del catálogo, «porque al momento de seleccionar este año hay menos voces nuevas», a diferencia de la apuesta que el sello hizo el año pasado. «Lleva más tiempo que se conozcan nuevos autores, es un trabajo mucho más largo, hoy no puedo permitirme eso: tengo que editar libros y que vuelva rápidamente para volver a financiar los que siguen porque no cobramos a los autores, pagamos los derechos por sus porcentajes, pagamos traductores», argumenta.
Entre las estrategias del sello también nombra la decisión de imprimir los ejemplares del 2023 en diciembre y distribuirlos en febrero y marzo. «Son los dos libros más grandes en cantidad de páginas: uno es ‘Un país mental.150 poemas chinos contemporáneos’ y otro es la obra completa de la poeta peruana Blanca Varela, que es una coedición con Caleta Olivia. Pagamos los derechos de autor, que eran en dólares, de a dos», relata la autora y editora.
Sobre estrategias ante este panorama, la también editora y autora Soledad Urquía, impulsora y responsable junto a Santiago La Rosa del sello Chai, cita «las conversaciones permanentes con editoriales amigas para ver en qué están y pensar qué se hace en relación a esta situación. Si bien nadie sabe muy bien qué hacer, ese dialogo para nosotros está bueno».
En el caso de Chai, editorial fundada en 2019 en San Javier, Córdoba, y dedicada a la publicación de obras contemporáneas de narrativa en otros idiomas que son traducidas por Federico Falco, Laura Wittner, Ariel Magnus y Virginia Higa, entre otros, «hubo un momento en el que no había papel. Hoy no parece ser un problema en las cantidades que manejamos. Evaluamos a partir de un presupuesto», dice Urquía.
«El tema del papel no termina de acomodarse. En 2022 teníamos programado un libro muy largo, lo pasamos para este año y lo cambiamos por uno más corto. Son cambios pequeños. Espero que las editoriales más pequeñas puedan seguir editando, resulta difícil porque no hay mucha más certeza», expresa la autora de «La luz y la montaña».
Matías Reck, de Milena Caserola, precisa que en 2022 los aumentos del papel iban entre un 8 y un 15% cada 15 días, lo que generaba aumentos en el costo de los libros que eran mensuales pero cuenta que recién se trasladaban a la venta al público cada cuatro meses. «Estamos un poco entre resignados, acostumbrados», sintetiza.
«Nuestra modalidad es parecida a la de otras editoriales: no paramos de producir porque hacemos muchos títulos y tiradas cortas entonces siempre hay movimiento de ventas, presentaciones, preventas, ferias. Eso hizo que durante la pandemia sigamos vendiendo y durante la pospandemia volvimos a una cierta normalidad de presentaciones de libros y ferias, donde hacemos ventas directas, pero como sabemos que eso afecta a la cadena, entonces apostamos a la otra venta con distribuidora y librerías», detalla.
Más allá de las estrategias de cada sello, Gremmelspacher destaca que «el gran desafío es normalizar esta situación» y reflexiona: «Estamos analizando distintas posturas, una es una denuncia en Defensa de la Competencia debido a que es un oligopolio, está cartelizado el precio, el abastecimiento y tal vez ir en ese camino pueda ser una estrategia como para lograr que este mercado se normalice».
Para Reck, «quizás los sellos grandes tienen más lobby con imprentas, con papeleras, tal vez tengan el dinero para hacer compras anticipadas, en efectivo, y hacen compras más grandes con movimientos de dinero más grandes todavía. Si hay editoriales chicas que pretenden competir con las grandes con estructuras muy pequeñas no es ese el camino sino tomar decisiones propias, racionales de forma colectiva».
En ese sentido cita el caso de los stands colectivos de la Feria del Libro donde dice que esa asociación es clave porque «el alquiler por metro cuadrado es uno de los más caros del mundo». El editor cuenta que todavía no entraron a imprenta con las obras que lanzarán en 2023 porque todavía no llegaron con los fondos así que dice que «por ahora» están «más bien expectantes».
Colagiovanni agrega que en el congreso de editores llevado a cabo en Chaco se vio la posibilidad de hacer una presentación a la Secretaría de Comercio. Para dar cuenta de la dimensión del problema, la también autora de «Una no elige cuándo caerse» asegura que además siguiendo este aumento desmedido de costos de los libros no pueden subirse los precios porque sería imposible venderlos.
«Terminás trabajando para que autores, editores, diseñadores, ilustradores ganen cada vez menos y que el mayor precio del libro se lo lleve el papel. Esto hace que uno se ponga muy selectivo, no imprimís libros caros y largos. Tengo obras reunidas y otros que me gustaría hacer con color que voy pateando. Eso influye en la posibilidad de redistribución. Siempre vuelvo a reimprimir pero esto lo hace muy difícil», completa.
Emilia Racciatti
Télam
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