A 34 años de la foto más famosa de Jaime de Nevares, se develó el misterio: quién es la chica
La imagen fue tomada a fines de la década del 80, en Neuquén. Se puede encontrar en Google, pero la protagonista no logró recuperar aún aquel negativo. Ella lo abraza y él le devuelve el gesto con familiaridad. Esa chica no era una desconocida para el obispo.
Héctor Werro le dijo a su hija mayor, Mariana, que fuera hasta donde estaba Jaime de Nevares para sacarle una foto. La niña de ojos grandes y flequillo está mirando al frente mientras abraza al primer obispo de Neuquén. Él le devuelve el gesto amoroso: cruza el brazo izquierdo para tomar su mano que está apoyada en el hombro. A su lado aparece Hebe de Bonafini, seria, con el pañuelo insignia de las Madres de Plaza de Mayo.
La imagen fue tomada en 1989. Según sus cálculos, Mariana tiene en esa foto 8 o 9 años. En aquel momento se solían hacer festivales para conmemorar el aniversario de la diócesis de Neuquén, por el nombramiento de Don Jaime (que fue en 1961) o por su cumpleaños. Generalmente eran en el gimnasio del Parque Central o en el club Independiente, y se presentaban artistas como César Isella u Opus Cuatro. La foto denota ternura, familiaridad, esa niña no es una desconocida.
“Siempre acompañaba a mi papá, andaba con mi viejo para todos lados y uno de los lugares donde siempre estábamos era el obispado, entonces yo a Don Jaime lo conocía desde chica”, afirmó la mujer, de 42 años, que hoy vive en General Roca. Héctor, que después fue ordenado diácono permanente, trabajaba en el equipo de comunicación de la iglesia.
“Me decía: dale, acercate, ponete, abrazalo. Ellos estaban de frente al escenario y mi papá: “dale, metete, apurate” (se ríe). Yo me acerco a Don Jaime y él me reconoce”, agregó Mariana. El obispo le preguntó cómo andaba y si estaba sola. Ella le contó que había ido con su papá.
¿Sabía esa niña quien era Hebe? “Sabía quienes eran las Madres y por qué estaban con los pañuelos, no me acuerdo si tenía tan presente quién era ella, sí que era importante porque estaba sentada en primera fila”, indicó. A Inés Ragni y a Lolín Rigoni, las de la filial Neuquén y Alto Valle, sí las conocía, por las marchas.
Vivía en San Patricio del Chañar, que es una localidad ubicada a 45 kilómetros de la capital. Cuando iba a la ciudad de Neuquén almorzaba con su papá y Don Jaime en el obispado. “Era un privilegio, no todo el mundo tenía ese acceso. Te contaba historias, hacía chistes. Era muy pausado para hablar”, señaló. Se tomaba sopa religiosamente y se comía rico.
Ni Mariana, ni Héctor conservan la foto original, que se puede encontrar rápidamente en Google. De hecho aún hoy buscan el negativo.
“Quedaba en el obispado para la revista Comunidad, porque estamos hablando del año ´88, ´89, que no es que se hacían 10, 20 copias de una foto. Alguna vez anduvo dando vueltas en mi casa, porque en mi casa había muchísimas fotos. Nunca más la encontramos. Mi papá mucho tiempo la anduvo buscando, nunca aparecieron los negativos”, explicó.
La primera vez que alguien le preguntó si era la “nena de la foto” fue en el velatorio de Don Jaime. “Son esos momentos que te quedan grabadísimos en la memoria, porque fue muchísima gente”, relató (ver aparte).
Se fue con música, según recordó Mariana: “En los festivales, en las marchas, en algunas misas también, cuando se celebraba algo era: “Don Jaime, querido, el pueblo está contigo». Y ese día el padre Rubén Capitanio cantaba: “Jaime, querido, el cielo está contigo”. Eso lo repitió toda la vuelta que se dio con el féretro recorriendo las calles principales de la avenida Argentina, hasta que se volvió a la catedral”.
Pronto venceremos
Ana Tole fue el seudónimo que usó el periodista Jorge Gadano para escribir sus columnas de humor político, entre 1968 y 1974, en RÍO NEGRO. En una de ellas, el 10 de septiembre de 1972, le confesó a Jaime De Nevares que los curas que él había conocido “quedaron muy atrás, entre el latín y los inciensos” y que ahora se había topado con sacerdotes que “nadaban vigorosamente en el caudaloso torrente de la vida.”
El 19 de mayo de 1995, a los 80 años, Jaime murió. Al hombre que medió en las huelgas de El Chocón en las que los obreros reclamaban mejores condiciones laborales, que conoció al padre Carlos Mugica, que cobijó a los exiliados chilenos tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet, que organizó en la sede del obispado las reuniones con familiares de desaparecidos en plena dictadura, artífice de la primera filial de la APDH, que fue electo convencional constituyente por Neuquén en la reforma constitucional de 1994, lo despidió una multitud en la catedral. Sus restos descansan allí.
“Monseñor guardó personas”, aseguró Inés Ragni en el libro “Ni un paso atrás. Testimonio de Vida y de Lucha”. Lolín Rigoni sumó: “Monseñor era como un escudo, Monseñor era algo con lo cual no se metió nadie, nunca, ¿eh? Eso también yo creo que nos salvó”. Dijo que cuando lo velaron “estaba todo el pueblo de Neuquén, todo, ahí”.
Mariana asistió con su familia. “Lo que me acuerdo fue el momento en el que padre Rubén Capitanio y el padre Juan San Sebastián empezaron a cantar la canción “Venceremos”. Yo escucho esa canción y se me hace un nudo en la garganta. A ese nivel fue”, afirmó emocionada.
Jaime grabó un mensaje antes de morir que se pasó ese día, después de la misa: “Tata Dios nos pide coraje, que no nos achiquemos. Tenemos una doctrina que practicar, que predicar y que vivir. Sean santos, como Dios espera que lo seamos. En la vida cotidiana, nada extraordinario, pero sí lo extraordinario de vivir hasta en sus detalles, la doctrina del amor”.
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