El extraño silencio de Al Qaeda
Didier LAURAS*
Desde que Estados Unidos anunció la muerte en julio de Ayman al-Zawahiri, el sucesor de Osama bin Laden, el grupo yihadista Al Qaeda ha evitado pronunciarse sobre la veracidad de su fallecimiento.
El presidente estadounidense Joe Biden aseguró el 2 de agosto que había matado al yihadista egipcio en Afganistán en un bombardeo con dron. Pero desde entonces, los medios oficiales del grupo yihadista siguen difundiendo mensajes de audio o videos no fechados de su líder. No confirman ni rechazan su muerte.
“Es verdaderamente raro. Una red solo funciona con un líder. Se necesita una persona alrededor de la cual se articula todo”, analizó para AFP Hans-Jakob Schindler, el director del laboratorio de ideas independiente Counter-Extremism project.
Para otros expertos, todas las opciones están abiertas. “Claro que podría ser que Estados Unidos se equivoque respecto a su muerte”, señalaron a inicio de diciembre los investigadores Raffaello Pantucci y Kabir Taneja en la página web Lawfare.
Los expertos recordaron que los anuncios de la ejecución de importantes líderes yihadistas, que luego reaparecieron, ya habían impactado a los occidentales.
“Parece poco probable dada la confianza con la que el presidente Biden ha hablado sobre el bombardeo”, analizaron.
La hipótesis Saif al-Adl
Otra hipótesis es que el grupo no habría logrado contactar con el supuesto sucesor de Zawahiri, su exnúmero dos, Saif al-Adl.
Este antiguo teniente coronel de las Fuerzas especiales egipcias participó en la década de 1980 en la Yihad Islámica Egipcia. Tras ser detenido y luego liberado, viajó a Afganistán para formar parte de Al Qaeda y se transformó en el número dos de Zawahiri.
Sin embargo, los analistas mencionan regularmente la posibilidad de que al-Adl se esconde en la República Islámica de Irán, un país chiíta que muestra poca simpatía por este movimiento ultrarradical sunita.
Para Schindler, del Counter-Extremism project, “Saif es un lastre, pero también una ventaja para el régimen iraní”. Teherán podría, según sus intereses, entregarlo a Estados Unidos o, por el contrario, dejar que los ataque.
Otro escenario posible es que los talibanes impusieron el silencio a Al Qaida. Zawahiri fue abatido en un barrio acomodado de Kabul, donde las autoridades no podían ignorar su presencia.
La “decisión de no comentar [su ejecución] podría ser parte de los esfuerzos por gestionar su frágil pero profunda relación con Al Qaida”, al tiempo que tratan de apaciguar a Washington, al que han prometido no dejar que el grupo haga lo que le plazca.
Al-Adl también podría estar muerto o estar escondido, para evitar el destino de su predecesor y el de los dos líderes del grupo yihadista rival Estado Islámico (EI), abatidos con ocho meses de diferencia en 2022.
Importancia limitada
La organización interna de Al Qaeda es ahora muy distinta a la de la época de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Estados Unidos.
El grupo ha extendido sus filiales desde el Levante hasta África, pasando por el sur de Asia. Pero estas filiales son mucho más autónomas respecto a la organización central que en el pasado.
El silencio del grupo tras el anuncio estadounidense de la muerte de Zawahiri “refleja la importancia limitada de la central de Al Qaeda”. Es un símbolo que une a los grupos, “pero su pertinencia operacional es débil”, asegura Barak Mendelsohn, profesor en la Universidad Haverford de Pensilvania.
En ese sentido, Al Qaeda y el EI comparten dificultades bastante parecidas. En noviembre, el EI anunció la muerte de su jefe, el iraquí Abu Hasan al Hashimi al Qurashi y el nombramiento de su sucesor.
“Aunque el EI ha elegido nuevos califas, nadie había oído hablar de ellos. Sin embargo, las ramas permanecieron leales y siguen jurando fidelidad a un califa desconocido”, afirma Tore Hamming, politólogo danés del Departamento de Estudios de Guerra del King’s College de Londres. “Para Al Qaeda, podría ser lo mismo, con un simple consejo de altas personalidades que toman el papel de un emir”, añade.
*Periodista de AFP
Journalism Trust Initiative Nuestras directrices editoriales
Comentarios