Dolor por la muerte de la escritora neuquina Alejandra Rey
. Rey era conocida por su calidad a la hora de escribir, pero también a la hora de ofrecer sus obras en distintos espacios públicos y privados de la ciudad. Luchaba contra una enfermedad desde hace varios años
La triste noticia de la muerte de Alejandra Rey, una escritora de Neuquén que supo lograr el reconocimiento y afecto no solo de la comunidad literaria, sino también de sus lectores sacudió el lunes capitalino. Rey era conocida por su calidad a la hora de escribir, pero también a la hora de ofrecer sus obras en distintos espacios públicos y privados de la ciudad. Luchaba contra una enfermedad desde hace varios años.
Nacida en Buenos Aires, a los siete años, en 1988, se trasladó a Neuquén, donde fortaleció el vínculo con las costumbres y estilos de vida patagónicos. Antes de adentrarse en el mundo de la literatura era empleada administrativa y su única cercanía se gestó por la incansable rutina de la lectura.
“Nunca fui a un taller literario”, confesó hace un tiempo a RÍO NEGRO. Su abuelo paterno Juan Francisco era un “gran corrector de libros, un fanático”, y quien le inculcó esta costumbre y “estilo de vida apasionado”.
Rey había escrito más de 14 libros, algunas de ellas en conjunto con otros escritores regionales. Su legado está compuesto por Fines y principio; Martes penitentes; Epifanía; La causa; Lo demás es cosa de valientes; De cómo errar en todo; El talle de mi tumba; Pepsi, Rawson y el coronel; Lola; Aporía; Oda de resurrección; Estúpido Señor Cats; Todas las veces que me salvé; Come off me; Prozac y versos; Corramos mejor suerte; Del feminismo burgués y otras contrarrevoluciones; Crónicas de la rabia; Agujero blanco; Pensamiento contemplativo; La suerte de encontrar una buena razón para no morir de amor.
Alejandra recorría comercios, sobre todo restaurantes y cafés, para vender, a un precio accesible, cada uno de los ejemplares que ella misma se encargaba de imprimir.
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