Vive en Bariloche y es uno de los más reconocidos ecólogos de América

Marcelo Aizen se destaca por sus hallazgos sobre la polinización. Ganó el premio Michel Bergeron, otorgado por una federación de organizaciones científicas.

En Bariloche, vive e investiga uno de los líderes mundiales en el estudio de la polinización que es fundamental para la vida de muchas especies en el planeta. Es Marcelo Aizen y ganó días atrás el premio Michel Bergeron, otorgado por la Asociación Interciencia, que es una federación de organizaciones científicas para el avance de la ciencia en las Américas.

El galardón reconoce la trayectoria de investigadores en el área de ciencias biológicas y médicas en América Latina y el Caribe por la relevancia de sus contribuciones y por su impacto en el continente.

El doctor Aizen nació en Buenos Aires, pero se radicó en Bariloche en 1992. Es investigador superior del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA). Muchos de sus hallazgos han estado relacionados con la polinización.

El 90% de las plantas con flores necesita de la cooperación de alguna especie animal para reproducirse total o parcialmente a partir de la transferencia del polen entre las anteras y los estigmas de las flores.

Originalidad. Desde Patagonia, el doctor Aizen y colegas del INIBIOMA se destacan por sus estudios

Los animales -como las abejas- que hacen esa tarea se llaman “polinizadores”. Estudios de Aizen y colaboradores han permitido contar con evidencias que demuestran que las especies de abejas están declinando a nivel global, un problema que es parte de la crisis de la biodiversidad que sufre el planeta.

Meses atrás, el ranking anual de producción en ecología y evaluación elaborado por la plataforma Research.com había posicionado a la Universidad Nacional del Comahue, donde Aizen como profesor, como la primera a nivel nacional y quinta a nivel latinoamericano. Junto a sus colegas Thomas Kitzberger, Martín Núñez, Juan Manuel Morales y Andrea Premoli, el doctor Aizen -que tuvo una entrevista exclusiva con RIO NEGRO, se encuentra entre los 20 argentinos que integran ese ranking de Research.

P:- Cuando empezó a trabajar como científico, ¿pensó que iba a ser uno de los ecólogos más importantes del país?

R:- Es una mezcla de sensaciones. Siento mucho orgullo. A pesar de las limitaciones, se puede hacer buena ciencia en Argentina y en Bariloche en particular. Se pueden pensar cosas distintas y romper paradigmas. Fue la herencia del ecólogo Eduardo Rapoport, quien en 1989 fundó el Laboratorio Ecotono en la Universidad Nacional del Comahue.

Siento que soy el emergente de un grupo dedicado al estudio de la polinización. Los aportes involucran a muchos otros colegas de universidades nacionales y del extranjero con quienes he interactuado. Mi trabajo abarcó varias áreas, pero siempre estuvo enfocado en las interacciones entre plantas y polinizadores, abejas y picaflores, y la dispersión de semillas del quintral por parte del monito de monte.

P:- ¿Por qué focalizó sus estudios en la polinización?

R:- Eso se remonta al momento en que tuve que elegir un área. Siempre fui curioso y trabajé en varias cosas. Pero el año en que terminé la licenciatura de Ciencias Biológicas en la UBA, empecé a trabajar con un ecólogo argentino que había vuelto del exilio, Jorge Rabinovich. Durante la dictadura, la comunidad científica argentina había quedado muy aislada y Jorge me sugirió que participara de una reunión en Santiago de Chile. Allí escuché la charla de un investigador de la Universidad de Florida, Peter Feinsinger, que trabajaba en polinización y quedé fascinado. Luego, obtuve una beca para cursar el doctorado en la Universidad de Massachusetts, Estados Unidos.

Legado. Eduardo Rapoport fue un pionero en ecología

Quería entender esa interacción entre especies tan relevante tanto en el mantenimiento de la biodiversidad como en la producción de alimentos. Cerca del 70% de las especies cultivadas dependen de los polinizadores. Algo que me gustó mucho es que la polinización es un proceso que se ve reflejado a nivel microscópico en la cantidad y calidad del polen en el estigma de una flor.

P:- ¿Qué ha descubierto sobre la polinización?

R:- Con Feinsinger hicimos un trabajo en una zona deforestada en los Bosques Chaqueños al norte de Tucumán, Argentina. Estudiamos el proceso de fragmentación del hábitat y la reproducción de plantas nativas que quedaban. Encontramos que las plantas producían menos semillas en los fragmentos remanentes de bosque en comparación con el bosque continuo. Además identificamos indicios de las causas de esa disminución.

La fragmentación del bosque chaqueño no sólo afectaba la cantidad de polen que llegaba a los estigmas de las flores sino también su calidad. En los fragmentos encontramos que había mayor proporción de polen que se transfería dentro de la misma planta. En muchos casos era polen inviable en términos de producir semillas. Esto se debía a más visitas de abejas africanas en los fragmentos de bosque. Estas abejas invasoras tienden a concentrar su forrajeo en las flores de un mismo árbol. Transfieren polen entre las flores de una misma planta en lugar que hacerlo entre plantas.

P:- ¿Cuál fue su hallazgo más singular que hizo?

R:- A fines de los años noventa, hicimos un descubrimiento único con Guillermo Amico. El quintral, una planta parásita de nuestros bosques, florece en invierno, pero hasta ese momento se desconocía cómo se realizaba la dispersión de sus semillas. Si la semilla cae al suelo, no crece un nuevo individuo. Debe ser dispersada y sembrada en una ramita para que pueda germinar.

Creíamos que los pájaros eran los dispersores. En la zona del Llao Llao, veíamos semillas dispersas pero no veíamos pajaritos. Era frustrante, y empezamos a sospechar de la posibilidad de que fuera un mamífero. Hicimos un trabajo detectivesco: pusimos trampas vivas para ver quién andaba de noche haciendo ese trabajo. El Ejército nos prestó unas miras de fusiles rusos. Resultó ser que el monito de monte, un marsupial emparentado con los canguros, es el único dispersor de las semillas del quintral. Fue publicado por la revista Nature y es un caso único por sus implicancias evolutivas.

Los inicios de la macroecología

En 1999 el Laboratorio Ecotono de la Universidad Nacional del Comahue, encabezado por el Dr. Eduardo Rapoport, e integrado por los doctores Marcelo Aizen, Cecilia Ezcurra, Alejandro Farji-Brener y Thomas Kitzberger, ganaron el prestigioso Premio científico de la Fundación Bunge y Born en la Argentina. Fue porque hicieron aportes fundamentales sobre aspectos básicos del ambiente patagónico.

Rapoport , a través de su libro “Areografía: las estrategias geográficas de las especies”, abrió nuevas líneas de investigación. Sentó las bases para el desarrollo de la disciplina conocida hoy como “macroecología”. Para el doctor Aizen, “Rapoport sentó las bases de un campo de la ecología de gran escala cuando regresó del exilio tras la última dictadura. Ese grupo creció y hoy conforma el INIBIOMA con más de cien investigadores y 200 trabajadores, entre becarios y personal técnico administrativo. Esas bases fueron tomadas por los investigadores del Primer Mundo”.

“Hemos seguido esa tradición. Aún con las limitaciones que tenemos, la ecología en Centro Regional Universitario Bariloche está tercera en Latinoamérica, por encima de la Universidad de Buenos Aires y solo superada por monstruos como México y San Pablo. No hay infraestructura. Lo que importa es la gente”, afirmó Aizen.


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