La pandemia nunca sucedió
Todo nos parece mal porque no somos racionales. Olvidar lo que pasó o sacarlo de contexto sin recordar todo lo positivo que hubo es ser irracional.
La racionalidad (que es algo que todos tenemos ya por ser humanos) no nos salva de actuar irracionalmente. Hace aproximadamente tres años una persona en un mercado de animales vivos en China se contagió con un virus desconocido y lo que sucedió luego es muy conocido: se desató la mayor pandemia en el último siglo. Casi 7.000.000 de personas muertas, unos 700.000.000 de contagiados, graves consecuencias económicas -un año de baja en todos los PBI del planeta, con su secuela de desempleo y baja del consumo- y muchísimas otras consecuencias sociales, individuales, culturales y políticas (por ejemplo, todos los gobiernos que estaban durante la pandemia pierden las elecciones, sin importar si actuaron bien o mal, si son de derecha o de izquierda). Pero la mayoría de la gente se olvidó que hubo pandemia. Hoy es como si la pandemia no hubiera existido.
Si uno le pregunta a la gente qué fue lo más importante que le pasó en los últimos 24 meses muy pocos dirán que fue que la vacunaron contra el covid, pero la mayoría de los que estamos vivos lo estamos porque hemos sido vacunados. Sin embargo, la inmensa mayoría de la población del planeta ya olvidó la gesta que fue identificar el virus rápidamente y en un tiempo récord inventar, desarrollar y producir unas 10 vacunas eficaces que lograron que hoy el covid sea un virus de baja amenaza de muerte (más parecido a uno de los virus de la gripe que al monstruo que era hace apenas 20 meses).
Negar la realidad es una medida de autodefensa psicológica personal, que puede -según el contexto- ser positiva. Negar una realidad masivamente, negar una realidad compartida por todo el planeta es una medida que nos termina llevando al suicidio político. No solo hemos negado la pandemia. No solo negamos la gesta increíble que fue la vacunación en tiempo récord (una de las mayores hazañas sanitarias en la historia). No solo negamos todo lo que la pandemia significó, sino que negamos todo. Ahora estamos negando que hay una guerra en Ucrania que compete al todo el planeta y que está afectando la economía mundial de manera profunda.
En principio, Europa y EE.UU. suspendieron sus ambiciosos planes de reconversión de las energías fósiles y posponen su fin para más adelante. Durante muchos años viviremos del petróleo y del gas que hasta hace 12 meses tenían los días contados. La energía nuclear ha vuelto a ser revaluada y aprobada, y más allá de las campañas apocalípticas ganará terreno en el futuro. La importancia de los campos cultivables (de los que la Argentina tiene muchos) han vuelto a ganar terreno. En todas partes el petróleo y los granos son el oro más valioso.
El nuevo mundo pos covid
Se reconfigura el mapa mundial, pero la gente se deprime y no sabe por qué y vota “al otro” solo porque no gobernaba cuando sucedía aquello que ahora olvida (o que no quiere recordar). Somos racionales, pero nos comportamos irracionalmente. Somos los sobrevivientes de una pandemia, una gesta sanitaria excepcional y de una guerra mundial y actuamos como si nada de todo esto hubiera sucedido. Gran parte de la insatisfacción personal que vive tanta gente (¡miles de millones se sienten insatisfechos en estos momentos en todo el planeta!) se debe precisamente a esto: querer negar la realidad.
Olvidamos la pandemia pero estamos deprimidos o enojados (y como olvidamos la causa, no sabemos por qué nos sentimos así de mal). Olvidamos todo lo que hemos vivido o solo recordamos cosas negativas sacadas de contexto, como por ejemplo haber tenido que padecer los inconvenientes de la cuarentena, sin recordar que entonces no había vacunas ni remedios que nos salvaran y que la gente que se contagiaba moría.
Todo nos parece mal porque no somos racionales. Olvidar lo que pasó o sacarlo de contexto sin recordar todo lo positivo que hubo es ser irracional.
Nos enojamos porque gobiernan mal los mismos que elegimos nosotros. Tendríamos que ser racionales antes de votar y no ser racionales para analizar después qué malos son los que elegimos. Ahí volvemos a ser irracionales: olvidamos que los elegimos nosotros, lo negamos. Culpamos al destino o a los demás de ser los que eligieron mal y en la próxima elección repetimos todo de nuevo: elegimos solo por odio a los de enfrente y luego vemos que los que elegimos no gobiernan como queremos y nos enojamos con ellos. ¡Pero los elegimos nosotros!
La responsabilidad por lo que sucede (bueno o malo) es por nuestras propias decisiones. No nos hagamos los tontos. No nos “olvidemos” de lo que hacemos. Hagámonos cargo.
Si lográsemos recordar, aprenderíamos. Dentro de una década votaríamos mejores políticos y ya no tendríamos que hacernos los amnésicos y creer que la realidad no ha existido.
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